Capítulo 2

Buenas, chicas!!!! ¿Cómo están? ¿Qué tal pasaron y recibieron la navidad? Espero que bien y disfrutando con la familia! Aunque, leí que no para todas fue así... ojalá algo lindo puedan rescatar y las cosas mejoren pronto ;) Les mando un beso y mañana nos leemos!!!!

¡¡¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!!!

Twitter: @Caparatodos

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Resumiendo: un hombre como Peter nunca tendría cabida en su radar amoroso. Lo cual significaba que, aunque podía contar con él para acompañarla a fiestas y cenas, no era una verdadera cita.

Capítulo 2:

Mientras las dos parejas delante de Lali y Candela se abrazaban, ajenas a otras pasajeras menos afortunadas, el caballo giró a la izquierda y se encaminó por otra calle completamente decorada.

Candela señaló una casa de estilo colonial muy tradicional.

—Esa ha sido siempre mi preferida. ¡Mira, podaron los árboles como si fueran los renos de Papa Noel!

Los árboles eran muy festivos, pero, aparte de eso, a Lali no le parecía una vivienda nada notable. Era grande, pero sin personalidad. A pesar de eso, si tuviera la oportunidad, viviría ahí sin dudarlo. Pertenecía a Pablo Martínez, un candidato más que apto para el matrimonio.

La familia Martínez era una de las más ricas de la ciudad. Un siglo antes, habían fundado una lujosa cadena hotelera a nivel mundial que se había tambaleado hacía siete años, tras la muerte de Tomás Martínez y dejar el futuro de la empresa y de la familia en manos de su nieto de veintitrés años, Pablo.

Lali había ido al colegio con Pablo, por eso había prestado atención cuando los empresarios habían criticado que la importante cadena hotelera quedara en manos de un joven e inexperto muchacho. Y, mientras ellos pronosticaban el fracaso del imperio Martínez, Lali había creído que Pablo sacaría a la empresa familiar del hoyo en el que se encontraba. Y había acertado. Siete años después de que Pablo asumiera el control, la cadena Martínez era más grande que nunca, con hoteles en cuatro continentes, muchos de ellos de cinco estrellas, y una lista de invitados llena de famosos.

—Espero atraparlo —comentó Lali—. Bueno, a su negocio.

—¿De verdad?

—Es mi ambicioso plan —reconoció Lali, aunque todavía no había pensado cómo llevarlo a cabo.

Tenía que hacerlo cuanto antes porque, a pesar de haber facturado una fortuna y armado una excepcional cartera de clientes para Ugarte & Asociados a lo largo del año, no había logrado ningún cliente nuevo en el último trimestre. Lo cual significaba que, para los socios, ella era la hijastra fea comparada con Salvador Lucar, el otro abogado que también luchaba por convertirse en socio del estudio.

Los socios iban a reunirse justo después de las vacaciones para decidir a quién invitarían a unirse a la firma como socio júnior. Y, a menos que Lali consiguiera algo importante, temía que Salvador consiguiera el empleo por el cual ella se había esforzado tanto. Algo simplemente inaceptable. Ella había estudiado Derecho con el objetivo de convertirse en socia de un estudio a los treinta años, y había firmado con Ugarte & Asociados tanto por su reputación como por su rapidez en admitir nuevos socios. Convertirse en socia significaba tener estabilidad laboral y económica y, para ella, eso lo era todo.

—¿Crees que tienes alguna oportunidad? Seguro que abogados no le faltan.

—De hecho, su empresa maneja la mayoría de los asuntos legales con personal propio.

—¿Y por qué crees que contrataría a tu estudio?

—¿Recuerdas el evento Amor sin fronteras en el que trabajé a principios de este año? Una gala para recaudar fondos para los gastos médicos de huérfanos en China. Pablo también formaba parte del comité, y mencionó que estaba planteando contratar a un estudio externo para que el personal de su empresa pudiera centrarse en asuntos más grandes y funcionara a un nivel de supervisión —respondió, y se encogió de hombros—. Así que, ¿por qué no Ugarte & Asociados?

—¿Por qué no, verdaderamente? —dijo Candela, mirándola con desconfianza—. Un tipo como Pablo Martínez seguro que tiene muchas ofertas. ¿Por qué elegir la tuya?

—Porque tenemos muy buena reputación.

—También la tienen Vetrano & Samudio —señaló Candela, refiriéndose al estudio fundado por su abuelo—. Y muchos otros.

—Es cierto —concedió Lali—, pero hablamos del tema y tuve la sensación de que él estaría dispuesto a que le contara por qué debería escogernos.

—¿Y cómo es que no los ha contratado ya?

Lali notó que se le encendían las mejillas.

—Había planeado fijar una reunión con él una vez concluida la gala, pero para entonces… me sentía un poco incómoda al respecto.

Su amiga la miró con suspicacia.

—¿Por qué?

Lali tomó aire.

—Porque él me besó… esa misma noche.

—¡Qué hablas! ¿En serio?

—Depende. ¿Un beso fogoso y apasionado entra en tu definición de serio?

Candela la miró boquiabierta.

—¿Por qué no sabía nada de esto?

Lali se encogió de hombros.

—Yo salía con Benjamín. Simplemente sucedió, y después me sentí horrible.

—Quiero detalles —exigió Candela—. Aquí y ahora.

—De verdad, no hay mucho que contar —dijo Lali, lamentando haber sacado el tema.

—Eso lo dirás tú. Comienza por el principio —ordenó Candela—. Dale.

Lali suspiró, acorralada.

—Lo cierto es que fuimos juntos al colegio, así que lo conozco desde hace años.

Candela enarcó las cejas.

—¿Fuiste al colegio con Pablo Martínez?

—Estoy segura de que su familia costeó mi beca —respondió Lali y suspiró.

Una familia así no tenía que romperse el lomo para conseguir un sueldo, ni preocuparse por convertirse en socio de nadie.

—¿Eran amigos?

Lali negó con la cabeza.

—En esa época no. Él iba a un grado más, pero era el sueño de todas las chicas colegio. Ya sabes, el típico chico que sabes que sería perfecto para ti si tan sólo se diera cuenta de que existes.

—¡Wow! La familia Martínez, ¿acaso hay algo más perfecto? Pero, ¿cuándo llegamos a la parte del beso? ¿Cómo sucedió? Cuéntamelo todo. ¿Te pidió que salieran?

—Algo así. Se me bajó una llanta, y él me llevó a casa —explicó Lali, y se encogió de hombros—. Por el camino, propuso que fuéramos a tomar algo.

Para ella, ese dato era crucial: habían parado a sugerencia de él.

Había sido una noche maravillosa, con mucho vino, risas e incluso unas cuantas miradas provocativas. Y había mejorado aún más cuando él la había llevado a su casa. Ella lo había invitado a entrar, pero él había rechazado la oferta y, en su lugar, le había dicho que había pasado una hermosa velada y la había besado, con delicadeza pero también con cierta promesa. Lali se había estremecido de pies a cabeza, y se había quedado como una idiota, delante de su departamento, mientras él regresaba a su auto y se alejaba.

A la mañana siguiente, todos los sueños de Cenicienta de Lali se habían desvanecido cuando Benjamín había ido a desayunar a su casa. Después de todo, Pablo era todo un rompecorazones y ella estaba felizmente emparejada con Benjamín. Las copas habían sido copas, y el beso, un dulce recuerdo. Nada más.

A pesar de eso, podía fantasear. De hecho, regularmente se imaginaba qué habría sucedido si Pablo la hubiera besado dentro de casa. ¿Quién sabía cómo habría terminado el asunto…?

—¡Wow! —exclamó Candela—. Así que se te escapó.

Lali puso los ojos en blanco.

—Para empezar, nunca lo tuve —afirmó—. No pudo escaparse si nunca fue mío.

—Un hecho que espero que te hayas reprochado. ¿Se despidió con un beso y no lo volviste a ver? ¿No lo llamaste? ¿No hiciste ningún movimiento para que supiera que estabas interesada en él?

—Yo estaba con Benjamín —le recordó Lali en voz baja, porque sabía que su amiga se molestaría.

—¿Y se lo dijiste?

—Candela, Benjamín era mi novio, íbamos en serio. O eso creía yo —replicó Lali—. Sí, se lo mencioné.

Entonces fue Candela quien puso los ojos en blanco.

—Nunca le digas a un hombre que estás saliendo con otro. Es necesario que todos permanezcan como posibles parejas hasta que te hayas casado. Es algo básico.

Lali frunció el ceño, pero Candela siguió— ¿Y qué pasó después de que Benjamín y tú terminaran? Con Pablo, quiero decir.

—¿Qué pasó? Nada.

—¿No lo llamaste? Olvídate de todo eso de conseguirlo como cliente. ¿No le propusiste salir a tomar una copa?

—¡Obvio que no!

Candela sacudió la cabeza como si Lali hubiera fracasado terriblemente.

—Si no fuera porque Renato es un imbécil y tú una negada, podríamos estar saliendo con nuestras respectivas citas esta noche en lugar de juntas tú y yo —Lali suspiró, consciente de que su amiga tenía toda la razón.

Miró alrededor, observando las luces de aquel vecindario, los niños jugando, las parejas paseando por la calle, intercambiando besos bajo el muérdago.

El romanticismo flotaba en el aire aquella noche. Salvo en el asiento trasero del carruaje.

Continuará…