Capítulo 11

Hola, hola! ¿Cómo les va? Ojalá que hayan tenido un buen día, igual con esto de las fiestas no sé ni que día es jajaja pero que empiecen bien el finde!!! Así que diviértanse, disfruten y aprovechen los días de descanso! Nos leemos mañana :D un beso y gracias por leer!

Twitter: @Caparatodos

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—Cuento con ello —respondió él, con una sonrisa.

—¿Te mandan muy lejos?

Capítulo 11:

Casi todos sus encargos eran fuera del país y significaban escribir sobre maravillosos lugares de vacaciones. A pesar de que ella odiaba viajar en avión, sentía envidia por esa parte del trabajo de Peter. Sobre todo, porque en los últimos tres años lo más que había viajado ella, y por trabajo, había sido a Ushuaia y Rosario. No precisamente París o Tokio.

—No, país vecino —respondió él—. Me alegro de no tener que pasar las fiestas con jet lag, aunque me fastidia no estar en casa para navidad.

—¿No vas a estar aquí? —preguntó ella con el corazón encogido, y se dio cuenta de que había esperado con ilusión poder pasar la mañana del veinticinco con él—. Iba a cocinar y todo eso, ya que este año no iré a ver a mis padres.

Ellos iban a viajar a Entre Ríos para ver a unos parientes, y Lali tenía muchas ganas de pasar las fiestas en su casa por primera vez en muchos años. Pero una parte importante de lo que deseaba era pasar navidad con Cande y Peter.

—Lo siento. No volveré hasta el sábado. Yo también voy a extrañarte. Estaba ansioso por comer pavo quemado y salsa demasiado seca.

Ella le tiró un pañuelo de papel.

—¿Pensabas cocinar tú? Porque sé que no estás criticando mis habilidades culinarias.

—No se me ocurriría —señaló él, y carraspeó—. Lo cual me recuerda que, como no voy a estar aquí en Navidad, te compré un regalo. Puedes abrirlo ahora, si quieres.

—¿De verdad? —preguntó ella, feliz.

Su felicidad se debía al ambiente navideño de los regalos, se dijo, no al hecho de que Peter le hiciera uno.

—Yo no te compré nada. Todavía.

Llevaba tres semanas buscando algo apropiado para él, pero no encontraba nada, y eso estaba empezando a molestarla. Con los regalos de Candela nunca había sido tan difícil.

—No tienes que regalarme nada —dijo él, tendiéndole una cajita—. No es gran cosa, pero lo vi y me acordé de la colección de adornos de tu abuela, y…

Ella lo miró encantada.

—Es todo un detalle. Muchas gracias, de verdad.

La caja estaba envuelta en papel dorado con un brillante lazo rojo. Al principio, le pareció que lo habían envuelto en una tienda, pero luego vio detalles que evidenciaban el toque no profesional de Peter. Al darse cuenta de que lo había envuelto él, se emocionó.

—Dale, La —le urgió él—. Mi abuela no se demora tanto en abrir un regalo.

—Lo siento —dijo ella y rompió el papel.

A continuación abrió la caja y, apoyado sobre una nube de algodón, vio un adorno con forma de árbol de Navidad. En la punta tenía una estrella dorada, y en la base estaba escrito: Navidad en la Estrella Solitaria. Lali respiró hondo y lo sacó de la caja, colgando de su delicado cordón dorado.

—Es precioso, Peter.

Era un trabajo increíble, de artesano.

—Lo encontré en un bazar en el Puerto de Frutos—explicó él.

Sin pensarlo, ella lo abrazó y lo besó en la mejilla.

—Me encanta —murmuró, dándose cuenta demasiado tarde de lo tenso que se había puesto al abrazarlo.

Rápidamente, se alejó. Era la segunda vez aquella noche que se abalanzaba sobre un hombre que no estaba interesado en ella. Peor aún, ella tampoco estaba interesada en él. ¿Se podía ser más tonta?

—En serio —insistió, tratando de sonar tranquila—. Es hermoso.

—Me alegro —dijo él, colocándose un almohadón en el regazo y tamborileando los dedos sobre él, como si necesitara irse de ahí.

Lali quiso golpearse. Nunca más tomaría chocolate con menta.

—Si necesitas irte… Quiero decir, tienes que hacer la maleta.

—No —se apresuró a decir él—. Estoy bien.

Como él no hacía ademán de marcharse, Lali carraspeó, se puso de pie, y colocó el nuevo adorno en un lugar de honor en el árbol.

—Queda precioso, ¿no crees?

—Por supuesto —contestó él.

Lali se giró para sonreírle y se encontró con que, en lugar de al árbol, estaba mirándola a ella. Cambió el peso de pie, incómoda de pronto ante aquel examen. Luego se giró hacia el árbol y retomó la conversación.

—¿Y a dónde vas? ¿Es algún lugar soleado y navideño?

—De hecho, sí lo es —respondió él alejando el cojín mientras agarraba su taza de nuevo—. El hotel que se inaugura se encuentra en Punta del Este. Es de muy alto nivel. Si no estuviera tan estresado por tener que terminar el segundo libro de Thiago Bedoya-Agüero y escribir un avance del tercero al mismo tiempo que el artículo para la revista, la situación sería perfecta.

—¿Terminarlo? —quiso saber ella, mirando por encima de su hombro y captando la sonrisa complacida de él.

—Lore me llamó hace una hora. Cree que tenemos una buena oportunidad de vender la saga.

Lali gritó de alegría y se contuvo justo antes de lanzarse sobre él de nuevo. Y el hecho de no poder abrazarlo para celebrar aquellas buenas noticias le creó tanto malestar como la anterior impulsividad.

Continuará…