Capítulo 39

Hola, hola!!! ¿Qué tal, cómo les va? Ojalá que todo bien y el día las esté tratando de la mejor manera posible, si no nos queda la alegría de que mañana es viernes y se nos vienen días de relajo no?! Gracias por leer, por sus comentarios y tws, aparte de ser lo más, me rio con ustedes! Un beso y hasta mañana!!!

P.D.: Mañana, supuestamente, van a cortar la luz por mantenimiento en mi urbanización, así que les dejo el capítulo programado a las 12 Perú // 2pm Argentina // 6pm España ;)

Twitter: @Caparatodos

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Ella protestó, pero no demasiado. ¿Qué tenía de malo sentarse en las rodillas de aquel mito? Tal vez él podría decirle lo que quería por Navidad. Porque, en aquel momento, ella no lo sabía.

Capítulo 39:

El sol matutino hizo cosquillear la nariz de Lali, que se dio la vuelta y buscó a Peter medio dormida. Pero a su lado, la cama estaba vacía. Abrió los ojos y se incorporó mientras se estiraba: le dolía el cuerpo de una larga noche con poco sueño y mucha actividad.

No le sorprendió ver a Peter con los auriculares puestos y los dedos volando sobre el teclado de su computadora. Lali se sentó en el borde de la cama, envuelta por la sábana, y lo contempló trabajar; su concentración la impresionaba tanto como su creatividad.

Por una parte, se sentía culpable. Después de todo, si ella no estuviera allí, él habría tenido todo el tiempo para trabajar, y seguramente habría terminado ya el libro y avanzado el artículo.

Pero la culpa le duró poco: si no hubieran sido forzados a alojarse en aquella habitación, no habría terminado acostándose con él.

Aunque eso también lo lamentaba un poco. Porque, si era sincera consigo misma, debía admitir que quería algo más con él. Más de lo que podía tener, así que debía aprender a estar satisfecha con ello. A contentarse con lo que se habían prometido mutuamente, y disfrutarlo.

Él dejó de teclear y se dio la vuelta.

—Hola —saludó—. ¿Hace cuánto que estás despierta?

—Sólo unos minutos. Estaba contemplándote. Es muy agradable.

Un rayo de tristeza cruzó la mirada de él, pero se desvaneció casi al instante, por lo que Lali no dijo nada. En lugar de eso, se levantó, se acercó a él y posó las manos sobre sus hombros. Estaba tenso, así que lo masajeó, deseando que se relajara. Pero, tras unos momentos, él se alejó.

—¿Peter?

—Lo siento, estoy concentrado en mis personajes —dijo, sin mirarla a los ojos.

Aunque sus palabras sonaban razonables, Lali no pudo evitar la sensación de que estaba mintiendo.

—Eso está bien —dijo alegremente—, porque vas a tener todo el día para ellos. La mediación es esta mañana, probablemente durará horas. Y luego necesito comprar unas cosas.

Especialmente, necesitaba encontrar un regalo para él. Ya era martes, faltaban dos días para Navidad. Y, a pesar de que había estado mirando, por Punta del Este, en la subasta, en el taller de vidrio… aún no había encontrado nada lo bastante especial para él.

—Te voy a extrañar —aseguró él, provocador y sensual.

—Qué va —respondió ella, diciéndose que no tenían tiempo para un encuentro mañanero, si quería dar una buena impresión, llegar temprano y revisar los documentos que Pablo había pedido a los abogados que reunieran para ella.

—Cada minuto —añadió él sincero—. Pero ya me las arreglaré.

—Me alegra oírlo.

Lo besó, tan apasionadamente como pudo y, cuando se separó, el deseo que vio en sus ojos la hizo estremecerse de satisfacción femenina.

—Un adelanto de las atracciones posteriores —explicó ella, y rió cuando él intento atraparla—. No hasta que ambos hayamos terminado de trabajar.

—Eres una bruja malvada —dijo él.

Ella le mandó un beso mientras se dirigía al baño.

—No lo olvides.

Mientras él trabajaba, Lali se duchó, vistió y tomó el café del desayuno que él había pedido al servicio de habitaciones.

—Eres un dios entre los hombres —alabó ella.

—Dime algo que no sepa.

—¡Y medialunas! —exclamó ella al verlas—. Eso te convierte en un demonio. ¿Sabes lo que le harán a mis caderas?

—Tus caderas son perfectas.

—¿Ah, sí?

Lali miró la hora, se dio cuenta de que se había arreglado en un tiempo récord y se replanteó el plan de llegar al trabajo antes de tiempo.

—¿Quieres hacer un control de calidad sobre mis caderas? —le propuso, bajándose el cierre de la falda.

—Creo que conozco bastante bien su calidad —dijo él.

Ella se subió el cierre, frustrada.

—Ok.

Peter se encorvó.

—Lo siento. La historia me está costando, y hoy tengo que pasarme parte del día recorriendo el hotel y hablando con el personal y los invitados, así que no tendré tiempo de trabajar en ella.

—Y yo te estoy distrayendo. Justo lo que temía hacer.

—No —dijo él, levantándose para buscar un café—. No te preocupes. Ese no es el problema.

—Pero sí hay algún problema, ¿cuál es?

—Nada, Lali, no es nada.

—Y un cuerno.

Él se pasó las manos por el pelo, suspiró, y su expresión cambió de enojada a arrepentida.

—Lo siento. Estoy siendo un idiota. Anda y consigue tu cliente y, para cuando regreses, yo habré encaminado el libro y no volveré a ser un idiota. Lo juro.

—¿De verdad no hay nada más?

—Lo prometo —afirmó él.

—Está bien —dijo ella, le dio un apretón en la mano y fue a besarlo, pero él se alejó y recibió el beso en la comisura de la boca.

—Siento lo de las medialunas —se excusó él.

Mientras se dirigía hacia la puerta para encontrarse con Pablo, Lali no pudo evitar la sensación de que había algún problema más profundo que los personajes o el desayuno.

Continuará…