Capítulo 29

Hola, muchachas! ¿Cómo están? Hoy es un día muy feo para mí... así que prefieron responderles y decirles hasta mañana. Un beso y gracias por leer, como siempre son ese mimo que una necesita en los peores momentos.

Gala: Con la que empieces creo que está bien, APLP está buena y tiene dos partes.
Lore y Li: A veces se necesita un poco de suspenso e injusticia para engancharlas
Ale: Y... buehhh... qué te puedo decir?! jaja

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Se quitó la bata, que se amontonó a sus pies en el piso de madera, mientras el cuerpo se le tensaba con la calidez nocturna. Dio un paso y se quedó helada al oír una voz familiar, suave y calurosa.

—Lali —dijo Peter—. Eres aún más hermosa de lo que imaginaba.

Capítulo 29:

Debía de estar soñando, se dijo Peter. Había estado ahogando sus penas en el jacuzzi, fantaseando con qué haría si Lali dejaba a Pablo y regresaba a la habitación con él. Cómo le diría que quería acariciarla, besarla.

Que la deseaba.

Y allí estaba ella. Como una ilusión. Salvo que no lo era.

Era una mujer de carne y hueso, bella y perfecta. De curvas suaves y piel que resplandecía bajo la luz de la luna que asomaba entre nubes, como si también quisiera ver su belleza.

«Ah bueno, solo faltaba que me convirtiera en alguien patético».

Tal vez eso era lo que sucedía tras media hora en un jacuzzi, soñando con una mujer que no podía tener. Y en aquel momento, con dicha mujer desnuda delante de él, era incapaz de pensar con claridad, y todo lo que había planeado que le diría se le había olvidado por completo.

Ella también parecía nerviosa, aunque seguramente tenía que ver con el hecho de encontrarse desnuda frente a él.

—Entra al agua —dijo él, lo único que se le vino a la mente.

Ella se tapaba la entrepierna con una mano, y los senos con el otro brazo.

—¿Perdón? —dijo, algo asustada.

—Querías meterte al jacuzzi, ¿no? Adelante. Una vez que estés dentro del agua, no podré verte nada.

—Ahora sí que puedes verlo —respondió Lali.

«Y que panorama más espectacular», pensó él, pero prefirió no decirlo.

—Voy a cerrar los ojos. Dale, Lali, métete.

Cerró los ojos y contuvo el aliento, mientras esperaba a que ella se decidiera. Y entonces oyó sus pisadas en la madera, y el agua conforme se sumergía entre las burbujas.

Lali lo había hecho: se había unido a él, acercando su fantasía aún más a la realidad.

—Estoy dentro —susurró ella.

—Lo sé —dijo él, y abrió los ojos.

Ella estaba en el otro extremo de la tina, con el agua por los hombros, cubriéndole totalmente los senos.

—Pensé que estabas dormido.

Él negó con la cabeza.

—No. Estaba esperando. Y pensando.

Ella jugueteó con las burbujas.

—¿Y en qué pensabas?

Peter respiró hondo. Era ahora o nunca. Podía salir del agua, entrar a la habitación y mantener las distancias durante el resto de la semana, o arriesgarse y ganar terreno con ella.

La decisión fue fácil, porque la deseaba más que nada en su vida. Sin embargo, ponerla en práctica era difícil.

—¿Peter, te quedaste dormido?

—Estaba pensando en ti —soltó él, antes de poder contenerse.

—Ah —dijo ella con un hilo de voz.

—¿Lograste concretar esa reunión?

—Sí. Mañana, después del paseo a caballo. Y Pablo me invitó a su habitación hace un rato, iba a haber una pequeña fiesta.

—No te quedaste —señaló Peter con tranquilidad, aunque por dentro estaba dando saltos de alegría.

—No. De hecho, ni siquiera fui. Preferí regresar acá directamente —dijo ella y soltó una risita—. Bueno, antes me tomé unas copas en el bar—. Respiró hondo y lo miró a los ojos.— Me alegro de haberlo hecho.

Él llegó hasta la mitad del jacuzzi, haciéndola enmudecer.

—Peter, ¿qué estás haciendo?

—¿De verdad quieres que te lo diga? —preguntó él, poniéndole una mano en la rodilla.

Ella dio un salto, pero no se alejó. Se quedó sentada muy rígida, con la respiración acelerada, mordisqueándose el labio inferior.

—Por favor, no lo hagas.

—¿Que no haga qué?

Ella hizo un gesto entre los dos.

—Esto —respondió en voz baja y jadeante—. No creo que debamos…

—Yo sí creo —afirmó él.

Posó su mano en la otra rodilla de ella y contuvo una sonrisa ante la determinación de ella de mantener las piernas fuertemente cerradas.

—¿Y por qué exactamente te alegras de haberte tomado unas copas? —inquirió él.

—Peter, por favor…

—Yo me tomé tres whiskys. Y también me alegro de haberlo hecho.

—¿Ah, sí? ¿Por qué? —preguntó ella con un hilo de voz.

—Por el valor —respondió él, y empezó a separarle las rodillas.

Al principio, sólo percibió resistencia, pero luego ella se relajó e inspiró hondo mientras él le entreabría las piernas y se metía entre ellas, hasta sentir aquellos muslos en el torso. Bajo el agua, su pene estaba erecto, pero en aquel momento, ése no era el objetivo. Más adelante, sí, quería hundirse profundamente en ella y sentirla temblar mientras alcanzaba el orgasmo.

En aquel momento, sólo ansiaba sentir los labios de ella en los suyos, y la dulce rendición de todo lo que ella había estado conteniendo.

—Yo también —susurró ella—. Lo he hecho por el valor.

—¿Y te sirvió? —preguntó él, acercándose aún más.

—No estoy segura.

—Comprobémoslo.

Antes de arrepentirse, Peter se inclinó hacia delante y la besó suavemente en la boca. Esperó que ella se apartara, seguro de que pondría penerle freno a aquello y lo dejaría a solas en el jacuzzi, tomando una cuarta copa de whisky.

Pero era el momento de los milagros, porque ella no se retiró. Al contrario, gimió suavemente, con tal deseo que él se excitó aún más, no sabía cómo.

Continuará…