Capítulo 31

Holillas!!! ¿Cómo les va? Espero que todo bien y hayan tenido un buen día! JÁ me tientan sus comentarios, gracias por leer y sus locuras! Hasta mañana. Besos chicuelas!

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—Entonces, agárrate a mi cuello.

La subió en brazos y salió del jacuzzi. Lali inspiró súbitamente: el aire helado parecía clavarle diminutas agujas sobre su piel ardiente.

Capítulo 31:

Él debió de helarse igualmente, pero no protestó, tan sólo agarró dos toallas que encontró en la suite. Secó a Lali y la recostó dulcemente en la cama, tapándola con la sábana, la manta y el edredón.

Ella se acurrucó y lo miró, apreciando por primera vez lo musculoso que era su cuerpo. Lo había visto clandestinamente en la ducha, pero de cerca era mucho mejor.

Sabía que él montaba en bici con regularidad, y que nadaba, pero no se imaginaba que el resultado sería tan exquisito. En aquel momento, mientras él se movía por la habitación, Lali tuvo la impresión de que era un dios. O un mortal esculpido por un dios.

Y, cuando él se giró hacia ella y sonrió, le pareció aún más hermoso.

—¿Te importa si me uno a ti? —preguntó él, metiéndose en la cama.

—Me enojaría si no lo hicieras —respondió ella, haciéndole sitio—. Ya logré entrar en calor nuevamente, pero tú estuviste fuera más tiempo que yo. Apuesto a que todavía estás helado.

—Totalmente —dijo él.

—¿Quieres que intente calentarte?

—Es lo que más deseo.

—Genial—dijo ella, y se colocó a horcajadas sobre él, aprovechando el peso de las sábanas y echándose sobre su torso, con las piernas abiertas y la erección entre ambos.

—Mantenla así de dura, y harás que me vuelva loco —advirtió él.

—¿A qué te refieres? —preguntó Lali inocentemente, rozando suavemente su centro contra él—. ¿A esto?

—Víbora —dijo él—. Siempre he sabido que esos pijamas de Piolín escondían a una auténtica arpía.

Ella le mordisqueó suavemente la barbilla.

—Y a mucha honra.

Fue besándolo por la mandíbula, y terminó con un dulce tirón del lóbulo de la oreja.

—No puedo permitir que pienses que soy el tipo de chica que tortura a hombres inocentes.

Lentamente, cerró la mano alrededor de su miembro. Parecía de acero cubierto de terciopelo. Lali cerró los ojos y se lo imaginó dentro de ella.

—Cuidado —advirtió él con voz ronca—. Si sigues así nos vamos a perder el plato principal.

—¿Te parece?

A ella le gustó eso, saber que podía llevarlo a la cima y proporcionarle lo que ambos deseaban con tanta intensidad.

Se deslizó bajo las sábanas, deseando explorar cada centímetro de él y llevarlo al límite en el proceso. Lentamente, lo acarició piernas arriba, con los ojos cerrados para apreciar mejor los sonidos que él hacía, gemidos de placer y sorpresa. Saber que ella le estaba haciendo sentir todo eso aumentó su deseo, exigiendo una satisfacción que todavía no estaba dispuesta a conceder.

Repitió el recorrido de los dedos con la boca, subiendo por el interior de los muslos. Sostuvo los testículos con una mano y contempló fascinada cómo él se arqueaba de deseo, y su pene se sacudía como rogándole que terminara aquello. «Pronto», pensó, y se inclinó para saborearlo.

Se detuvo un rato en la punta, y luego descendió, lamiéndolo como un helado, mientras él susurraba su nombre y le advertía que no podría aguantar mucho más. La verdad era que ella tampoco podría.

—¿Tienes algún preservativo?

Tenía, pensó ella aliviada, yendo a buscar uno rápidamente, y luego regresando por dos más, por si acaso. Lanzó los paquetes sobre la cama y abrió uno, pero le temblaban tanto las manos que no lograba desenrollarlo. Peter rió y se ocupó de ese pequeño detalle. Lali contuvo una risa y lo besó en los labios. Realmente, era el hombre más atento del mundo.

—Lali —anunció él—, ahora.

Lo dijo con tal pasión que ella se ruborizó y, cuando él la sujetó por la cintura, sintió una descarga eléctrica por todo su cuerpo. Se puso de rodillas y descendió, tan húmeda que lo acogió en su interior al momento, tan apretada que él gimió y se arqueó hacia arriba para penetrarla mejor.

Lali fue acogiéndolo y soltándolo, cada vez más fuerte y profundamente, mientras él le acariciaba el clítoris. Cerró los ojos, y sus pensamientos se desvanecieron, dejando nada más que sensaciones y el delicioso olor a sexo, mientras el mundo parecía explotar a su alrededor. Alcanzó el clímax momentos antes de que él gimiera y se perdiera dentro de ella. Entonces, se dejó caer sobre él, que la abrazó protector, y apoyó la cabeza en su pecho.

—Qué bueno —dijo él.

—Definitivamente.

—¿Quieres repetirlo?

Ella se rió y lo miró a los ojos.

—Por supuesto. ¿Y tú?

—Obviamente —afirmó y la besó apasionadamente—. ¿Un momento para recargar pilas?

—¿Con la televisión?

—Suena genial —dijo él, luchando con ella por el control remoto.

—Ni se te ocurra pensar que vas a apoderarte del control de esta cosa —le advirtió ella—. No vamos a ver deportes después del sexo.

—Ver deportes después del sexo es una tradición de años —respondió él—. Como lo del cigarro.

—Nosotros no fumamos —le recordó Lali, inclinándose sobre él—. Así que, dame el control.

—Intenta quitármelo —la retó él, alejándose.

—¡Espera un segundo!

—¿Lo ves? Así es como se empieza: primero, sexo; luego, una pelea por el control de la tele. Vamos bien en nuestro camino de convertirnos en pareja. Y la ventaja es que llevamos peleándonos por el control durante años, así que eso ya lo tenemos adelantado.

«Pareja», se repitió Lali. La palabra resonó en su interior, borrando su sonrisa. Agarró la almohada y se alejó, evitando la mirada de Peter.

—¿Qué pasa? —preguntó él.

—Dijimos una aventura, ¿te acuerdas?, no una pareja.

—Es verdad —dijo él, entre preocupado y divertido.

—Existen reglas, Peter. Deben existir.

—¿Redactamos un contrato, abogada?

Ella suspiró y le golpeó suavemente en el hombro.

—Sólo necesitamos ser claros: somos amigos que se acuestan; pero no es una relación.

—Ya lo sé —dijo él—, pero, ¿por qué?

—No me parece una buena idea que los amigos se conviertan en pareja.

—Entiendo —dijo él, asintiendo.

Lali exhaló aliviada.

—¿Preferirías salir con alguien con quien no conectas tan bien?

—No…

—¿Alguien como Pablo?

La miró con tanta certeza, que ella no pudo evitar ruborizarse.

—Peter, no pretendía…

—No te preocupes —la interrumpió él—. Las escuché a Candela y a ti. Debería habértelo dicho hace tiempo. No suelo escuchar tras las puertas.

La vergüenza se apoderó de Lali. Él había sabido que quería seducir a Pablo. Lo cual resultaba irónico, dado que cualquier chispa que hubiera habido entre Pablo y ella se había enfriado hacía tiempo.

—No estoy interesada en él —aseguró—. No hay nada entre Pablo y yo, y no va a haberlo. Deberías saberlo, teniendo en cuenta… esto.

—¿De verdad? —preguntó él, mirándola con interés—. Me alegra saberlo. Pero todavía queda la pregunta de por qué los amigos no pueden ser pareja.

—Ya viste lo que me pasó con Benjamín.

—Sí. Pero yo no soy Benjamín.

Frustrada, Lali se pasó la mano por el pelo.

—Esto no es una negociación. Ésas son mis condiciones. O las tomas, o las dejas.

—Una aventura —dijo él—. Y nada más.

—Ése es el trato.

Él extendió la mano y asintió.

—Muy bien. Tenemos un trato.

Al estrecharse la mano, Peter la acercó a él y la besó tan apasionadamente que Lali creyó que iba a derretirse.

—En cuanto a ese descanso viendo la televisión… —empezó él.

—¿Sí?

—De repente ya no me interesa.

Continuará…