Capítulo 33

Hola!!! ¿Cómo están? Espero que todo bien y ya preparándose para aprovechar, disfrutar, descansar y divertirse en el finde! ;) Gracias por leer!!! Y, bueh, entendamos que la chica, mejor conocida como Lali en la nove, tiene un cierto trauma... no es de mala, es de miedo ;) Besos y nos leemos mañana!

P.D.: Les cuento que Ale (@SandraTorre2 o Corazón de Hielo) Empezó con un nuevo y divertido proyecto sobre sus experiencias como mamá y toda la locura que esto conlleva ;) Les dejo el blog aunpasitodesermamalocura.blogspot.com y cuando puedan dense una vuelta! Muchos éxitos, Ale le le!!!

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

—Tengo que estar abajo dentro de poco —susurró ella, pero no se alejó.

Peter le desnudó un hombro.

—En ese caso, tendremos que trabajar rápido.

Capítulo 33:

El día resultaba muy cálido para la temporada. Lali se quitó la chompita que llevaba y se la anudó a la cintura, intentando no caerse de su caballo en el proceso.

Rubio, tan dulce como el dueño había prometido, pareció darse cuenta de que ella no sabía montar y aminoró el paso. Lali le dio las gracias en voz baja y se sujetó fuertemente con las rodillas, mientras le daba palmaditas en el cuello.

Delante de ella, Peter montaba junto a Ernesto, el vaquero que los estaba guiando, y parecía tan cómodo a caballo como él. Era una cara de Peter que ella nunca había visto, y le hizo darse cuenta de que, a pesar de que tenían una relación bastante cercana desde hacía años, desconocían muchas cosas del otro.

La imagen de él desnudo acudió a su mente, y recordó el placer de explorarlo centímetro a centímetro.

Hasta el momento, se sentía feliz explorando los caminos, y absurdamente agradecida de que Pablo no hubiera podido acompañarlos al final: había dejado un mensaje en recepción explicando que había surgido un imprevisto, y pidiéndole a Lali si no le importaba retrasar la reunión dos horas. En un principio, ella se había ofendido, pero después no habría cambiado ese tiempo a solas con Peter por nada.

—Aquí es donde nos detendremos con los grupos para que almuercen como los vaqueros —explicó Ernesto conforme el caballo de Lali llegaba junto a ellos.

El peón le sujetó las riendas y ella desmontó, y vio que Peter estaba comiéndosela con los ojos. Él le sostuvo la mirada y sonrió, antes de concentrarse en el paisaje.

—¿Estás bien? —preguntó Lali.

—Muy bien —dijo él dándole un apretón en la mano—. Es sólo que estoy maravillado.

Asintió hacia las hermosas playas, brillantes bajo el sol.

—He viajado por todo el mundo, y a veces se me olvida la belleza que hay tan cerca de casa —dijo, y le acarició la mejilla—. O en la puerta de enfrente.

Ella se le acercó, apoyó la cabeza en su hombro, y suspiró cuando él la abrazó por la cintura como si llevara siglos haciéndolo.

—Me alegro de haber venido —susurró ella.

—Yo también —dijo él, y le rozó la nariz con un dedo—. Y lo único que mejoraría este momento sería estar solos.

Lali rió.

—Sí, porque ahora tenemos quórum.

Peter sonrió travieso, la besó en la frente, y se acercó a Ernesto. Intercambiaron unas palabras y, tras unos momentos, Ernesto le dio unas palmaditas en la espalda, montó y se marchó por donde habían venido.

—¿Qué le dijiste? —le preguntó Lali a Peter cuando regresó a su lado.

—Le expliqué que tres son multitud.

—¿Y se fue, sin más? ¿Y los caballos? ¿Y si deciden hacer… lo que sea que hacen los caballos?

Peter contempló los dos animales, que se paseaban tranquilamente buscando algún lugar donde estar.

—Parece que van a rebelarse en un segundo.

Ella ladeó la cabeza y lo miró hasta que lo hizo rendirse.

—Era una broma —dijo él—. Sólo le expliqué que aprendí a montar a caballo antes que a caminar, y que me aseguraría de que regresamos al hotel sanos y salvos.

—¿Y te creyó? —preguntó ella, encaminándose a una roca plana, perfecta para sentarse y contemplar el paisaje.

—¿Por qué no iba a hacerlo? Es la verdad.

—¿Sí?

Lali sabía que él había crecido en un pueblo del interior, pero no lo había relacionado con caballos.

—De hecho, ha sido una habilidad muy útil hasta la fecha. He montado mulas de carga en Afganistán y camellos en Egipto.

—¿Por qué Afganistán? —inquirió ella. Esperó a que Peter se sentara a su lado en la roca, y se tumbó bocarriba—. Creí que escribías acerca de hoteles —añadió.

—Eso es ahora. Cuando terminé de estudiar Periodismo, fui corresponsal para un periódico, y cubrí muchos asuntos en el extranjero. Por eso en parte me convertí en free lance: quería mayor control sobre cuándo y dónde viajaba.

Ella lo miró a los ojos.

—¿Y ahora, cuánto control tienes?

Él se encogió de hombros.

—Mucho. Mantengo una buena relación con Traveller. Y viajo, la mayoría de veces, cuando y donde quiero.

—Entonces, ¿por qué no viajas más? De manera más continua, me refiero, en lugar de esperar meses y luego juntar unos cuantos viajes en poco tiempo.

Él comenzó a reír.

—¿Intentas deshacerte de mí?

—Claro que no, pero…

—El dinero —la cortó él, desganado.

—Lo siento —dijo ella, sentándose—. Pero, ¿no ganarías más si viajaras de forma continua?

—Sí.

—Ése es el asunto, no lo entiendo. Eres inteligente, tienes talento, y vives como si siguieras en la universidad: en un departamento alquilado, sin auto, con pocos muebles…

—Tú también vives en un departamento.

—Estoy ahorrando el veinte por ciento de mi sueldo.

—Tal vez yo no quiera una casa.

Esa idea la desconcertó.

Continuará…