Capítulo 30

Hola, chicas!!!! ¿Cómo les va? Espero que todo bien hoy; la que anda de vaciones pasándola bien y la que anda estudiando, pues nada, dándole para aprobar todo ah ;) Gracias por palabras, sepan que me miman desde donde están... gracias por leer y me alegro les haya gustado el capítulo. Un beso y nos leemos mañana!

Les dejo esta recomendación: en http://amorencopos.blogspot.com/

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

Pero era el momento de los milagros, porque ella no se retiró. Al contrario, gimió suavemente, con tal deseo que él se excitó aún más, no sabía cómo.

Capítulo 30:

—¿Lali?

—Una aventura —dijo ella, con la voz teñida de deseo.

—Lo que tú quieras.

En aquel momento, accedería a lo que fuera.

—Algunos amigos lo hacen, ¿no es así?

Él fue besándola en el cuello mientras hablaba, disfrutando de los leves gemidos que se intercalaban entre sus palabras.

—Tienen una aventura, pero siguen siendo amigos —añadió ella.

—Los mejores —dijo él, deslizando sus manos por el interior de los muslos de ella.

La notó temblar bajo sus caricias y se sintió poderoso. Y vivo. Igual que Thiago Bedoya-Agüero, un hombre que sabía lo que quería y trabajaba para ello.

—¿Peter? Dios, esto es increíble… Es sólo que creo que debemos ser claros. Ambos necesitamos comprender que…

—Lali…

—¿Sí?

Él se separó para mirarla y vio la pasión que empañaba su mirada.

—Olvídate de la abogada y bésame.

Ella se quedó inmóvil durante un momento, y luego el deseo estalló en su interior: atrajo a Peter hacia ella, dándole todo cuanto él quería en un solo beso ardiente y apasionado. Sus labios se entrechocaron, sus dientes mordisquearon. Sólo existió el deseo salvaje, hasta que ella se separó, con la respiración acelerada, igual que la de él.

«Gracias a Dios», pensó Peter. Volvió a inclinarse hacia delante, esa vez buscando la boca de ella con ternura. Le entreabrió los labios con la lengua, e ingresó, explorando, saboreando.

Ella había dicho que había estado en el bar. Sabía a ron, un dulce sabor navideño que él quería devorar junto con cada centímetro de su piel. Peter sentía su cuerpo tenso del esfuerzo por contenerse, pero no quería precipitarse. No en aquel momento. No con ella. Quería saborear, sentir, grabar a fuego en su mente cada instante juntos, para luego poder recordar cada aroma y cada sensación.

Ella quería una aventura, y de momento eso estaba bien. Él le proporcionaría la mejor aventura de su vida.

Introdujo las manos por su pelo y la sujetó de la cabeza, como si cuanto más la sujetara, más real sería todo aquello. Porque, a pesar de estar saboreándola y sintiéndola, todavía no podía creer lo que estaba sucediendo.

Pero así era. Lali estaba en sus brazos, besándolo. Y, cuando él se movió hacia el centro del jacuzzi, ella lo siguió. Ambos quedaron rodeados de agua caliente y burbujeante.

—Gírate —le susurró él.

No esperó a que le respondiera, la giró él mismo, y la atrajo de espaldas hasta que sus glúteos rozaran su erección. La besó en el cuello y la abrazó por la cintura con un brazo, apretándola contra su cuerpo. La otra mano la deslizó por su piel mojada. Encontró su pezón y lo acarició hasta que ella empezó a jadear y a mover las caderas, como buscando satisfacción. La mordisqueó en el hombro y le susurró que esperara, prometiéndole suma satisfacción.

Deslizó la mano por su cuerpo, hasta llegar a su parte más sensible. El agua caliente amplificaba las sensaciones. Sus dedos acariciaron los suaves rizos, y dobló su dedo índice, adaptándose a su forma.

La sintió gemir y removerse inquieta, y luego abrió las piernas, permitiéndole mejor acceso.

—Lali —murmuró Peter.

Y, cuando oyó la súplica de ella, estuvo a punto de perderse allí mismo.

La acarició, gimiendo a su vez cuando notó con sus dedos lo húmeda que estaba. Los introdujo en su interior y, al sentirla cerrándose alrededor de ellos, cerró los ojos y los sacó, volviéndolos locos a los dos.

Lentamente, jugueteó con su clítoris, encontrando el ritmo con que ella se movía. La suave presión de sus glúteos lo excitaba sobremanera.

—Déjate ir —le susurró él, con dedos decididos—. Libérate para mí.

Ella se estremeció y ahogó un grito. Las rodillas dejaron de sostenerla, y se hundió en el agua, sin fuerzas. Peter la sujetó contra él y la llevó a uno de los asientos del jacuzzi.

—Peter —la oyó murmurar, agarrada a él—. ¡Wow, fue increíble!

—Opino lo mismo —dijo él, sin ocultar su sonrisa—. Deberíamos haberlo hecho hace mucho tiempo.

«Deberíamos haberlo hecho hace mucho tiempo».

Las palabras de él resonaban en su cabeza, y Lali no podía negarlas. No quería hacerlo. A pesar de todo, no podía evitar cierto temor a haber permitido que la lujuria y la química la hubieran llevado a cometer una estupidez.

¿Cómo iba a ser una estupidez, cuando Peter estaba a su lado, desnudo y sexy, y mirándola como si fuera la única mujer en el planeta?

—No hagas que me arrepienta de esto —le advirtió, en un susurro.

—Nunca —le aseguró él.

Y esa vez, mientras la besaba, acercó la mano hasta su pezón, duro como una roca y que evidenciaba su deseo. Cuando lo acarició, ella no pudo evitar el grito ahogado escapó de sus labios, al tiempo que arqueaba la espalda instintivamente. Ese movimiento sacó sus senos parcialmente fuera del agua. Lali vio el deseo en los ojos de él antes de tomar uno de los pezones en su boca, succionarlo y acariciarlo con la lengua a la vez que acariciaba el otro con los dedos. La combinación la hizo estremecerse por completo.

Se removió, intentando lograr cierta satisfacción, queriendo que Peter la tocara por todas partes. Pero él no lo hacía, aún no, y ella no quería pedírselo porque deseaba que continuara aquella dulce agonía. Quería disfrutar de la manera en que él iba descubriendo su cuerpo.

Quería que aquello durara.

Él le succionó con fuerza un pezón, y una ola de deseo la sacudió hasta lo más hondo. Se oyó gemir y retorció los dedos. En su interior, rogó por que él la tocara, y temió ser incapaz de mantener su promesa de no dirigirlo, sino simplemente dejarse llevar.

Enseguida se dio cuenta de que debería haber confiado más. Peter la conocía, y era lógico que conociera también su cuerpo, instantánea e instintivamente.

Mientras mantenía una mano en su seno, la otra la sujetaba de la cintura, para que no se moviera. Ella tenía entrelazados los dedos en el cabello de él, sujetándolo cerca de su cuerpo, manteniéndolo «justo ahí», por si a él se le ocurría otra cosa. Y, mientras tanto, la otra mano de él abandonó su misión de dar tormento a su pezón, y se deslizó bajo el agua.

Lali se tensó al notarla en su ombligo, y más abajo aún, hasta llegar a su húmedo centro. Jugueteó con su clítoris sin darle tregua, haciéndola estremecerse y llevándola al límite, pero sin sobrepasarlo.

—¿Te gusta? —susurró él.

—Sí —murmuró ella.

Sin embargo, él apartó su mano y, aunque la oyó gimotear, se mostró implacable. La hizo callar y girarse, apretándola de espaldas contra él, haciendo que rozara con su erección mientras le acariciaba los senos.

—¿Qué estás…?

No continuó con la pregunta, porque era evidente lo que él estaba haciendo, y resultaba maravilloso: él los había desplazado hasta que el chorro del jacuzzi descargaba justo entre las piernas abiertas de ella. Así, mientras por un lado recibía el chorro de burbujas, él le acariciaba los senos con las manos y la oreja con la lengua.

El placer fue tan intenso que casi resultaba doloroso, y Lali se revolvió, intentando separarse. Él mantuvo las manos firmes y no la dejó moverse, convirtiéndola en una prisionera de los castigos más eróticos.

Ella tomó aire profundamente conforme escalaba hacia el orgasmo, y entonces, como si cayera desde una montaña, se dejó ir y sintió todo su cuerpo temblando en manos de él, cuyos dedos sustituyeron al chorro de burbujas, haciendo que la sensación se prolongara hasta que ella creyó que iba a derretirse allí mismo.

—No me sueltes —le rogó en un murmullo—. Me voy a ahogar y vas a tener que salvarme.

—No pienso soltarte —le aseguró él, haciéndola temblar de nuevo—. ¿Puedes caminar?

—Tal vez el siglo que viene.

—Entonces, agárrate a mi cuello.

La subió en brazos y salió del jacuzzi. Lali inspiró súbitamente: el aire helado parecía clavarle diminutas agujas sobre su piel ardiente.

Continuará…