Capítulo 35

Hola!!! Buenas, buenas! ¿Cómo les va? ¿Qué tal las trató el día? Espero que bien y les haya servido para recargar pilas ;) Debo confesar que como nunca quiero que termine la semana y, en lo posible, el mes! Gracias por leer, estar y regalarme un cachito de su tiempo! Las quiero y hasta mañana! Besos

Twitter: @Caparatodos

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—Yo no llamaría «nada» a esto —señaló Peter, acariciándole la espalda.

—Es verdad —reconoció Lali, acurrucándose contra él—. Eso lo admito.

Capítulo 35:

—Voy a ir a Australia en febrero —anunció él—. A un lugar que es una mezcla de balneario y rancho.

Ella lo miró, curiosa.

—Ofrecen servicios de spa de lujo y paseos a caballo para quienes desean aire fresco y ejercicio —explicó él apartándole un mechón de la cara—. Deberías venir conmigo.

A ella se le aceleró la respiración, pero no sabía si por sus palabras o sus caricias. Siempre había querido conocer Australia. Siempre había deseado que su padre hiciera con ella exactamente lo que Peter estaba haciendo. Pero ya no era una niña sin responsabilidades, y dejarlo todo para satisfacer sus ganas de conocer el mundo no era la manera de conseguir ser socia del estudio.

—No puedo.

—¿Por qué no?

—Los clientes se ponen nerviosos cuando sus abogados desaparecen —explicó—. Y los jefes, aún más.

—¿La palabra «vacaciones» tiene algún sentido para ti?

—No mucho —reconoció.

Se levantó de la cama, se puso la bata y fue al bar, esperando que pareciera que deseaba beber algo, y no que quería escapar.

—No es ese tipo de profesión. Dos semanas en navidad son las vacaciones más generosas que puedes conseguir en un estudio, y el mío decidió cerrar estas dos semanas para que ninguno de nosotros nos planteáramos tomarnos vacaciones el resto del año.

—¿Estudiaste Derecho o estuviste en un campo de prisioneros?

—Muy gracioso.

Ella sacó un bebida light del frigobar y se acurrucó en el sofá.

—Te hice enojar. Lo siento —se disculpó él.

Lali lo miró: parecía sincero. Y resultaba increíblemente sexy. Realmente, deseaba ir con él a Australia más de lo que quería admitir.

—Todo tiene su precio —señaló ella—. Me gusta mi profesión, significa algo para mí. No saqué un papel de un sombrero un día y dije: «hoy voy a ser abogada».

Le gustaba que fuera algo tan organizado, tan estructurado y con la justicia como fondo. De pequeña, todo parecía suceder sin una razón: la casa, el auto. Y tal vez era psicología barata, pero sabía que, en parte debido a esa inestabilidad, le había atraído el Derecho, y en particular la mediación. No sólo para tener un sueldo, sino para controlar las situaciones.

Ésa era una de las razones por las que detestaba todo aquel juego para convertirse en socia. Había aportado siete buenos clientes durante el año y había facturado una cantidad escandalosa de horas. A pesar de eso, no podía estar segura de que le ofrecieran convertirse en socia, a menos que consiguiera un cliente más. Y todo, porque su jefe mantenía esa posibilidad encima de su cabeza y la de su rival. Eso la enfurecía, pero no tenía ningún control sobre ello y lo único que podía hacer era esforzarse por conseguir el mejor cliente que pudiera.

Y ese cliente era Pablo Martínez.

—Existe el correo electrónico y mensajeros por todo el mundo —señaló Peter—. Yo suelo avanzar mucho trabajo cuando estoy de viaje.

Lali lo vio levantarse de la cama y sentarse junto a ella, desnudo y resplandeciente, y dejó de pensar con claridad.

—Tú trabajas por tu cuenta. Yo no —respondió ella, y se encogió de hombros—. Ya te conté sobre mi padre.

—Él apenas conseguía darles un techo y comida, sí, lo mencionaste —recordó Peter y la agarró de la mano—. Me gusta tu padre. Lo he visto tres veces, es un gran hombre y sé que lo quieres pero, en ese tema, tiene un suspenso total.

—Dime algo que no sepa —dijo ella—. A eso me refiero. Él era como tú, le encantaba viajar y se iba a cualquier lugar del mundo, sin pensarlo, detrás de una historia.

—Y eso no te interesa.

—De hecho, sí que me interesa. Siempre deseé que me llevara con él. Me encantaría ir a los sitios a los que tú viajas.

—Entonces, hazlo.

—Eso es lo que diría mi padre.

—Ya te lo he dicho, yo no soy tu padre.

—Lo sé —dijo Lali, aunque las similitudes entre ambos hombres la asustaban—. Peter, yo tampoco soy tú. No puedo levantarme y largarme, sin más. No soy así. No es lo que deseo.

—A quien deseas es a Pablo Martínez —le soltó él con expresión dura.

Ella rió.

—No de esa manera, lo juro. Pero como cliente, sí.

—¿Y te gusta eso? ¿Romperte el lomo por encontrar un cliente, porque tu jefe ha dicho que lo hagas?

Ella se encogió de hombros, intentando parecer despreocupada, mientras se ponía de pie. Necesitaba darse una ducha y reunirse con Pablo.

—Los abogados necesitan clientes. Son quienes les pagan.

Lo cierto era que no le gustaba ese sistema. Peter tenía razón: se trataba de que los ratones se pelearan por un trozo de queso.

Por primera vez desde que podía recordar, Lali deseó no ansiar tanto ese bocado.

Continuará…