Capítulo 10

Holanda!!! Cómo les va?! Qué tal su día??? Ojalá que bien y si no buscándole la mejor forma para que lo sea! Las quiero y agradezco de tenerlas de lectoras!!! SON LO MÁS! :D Besos y nos leemos mañana, disfruten la noche!

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—Tal vez no debí permitir que sucediera, pero tú lo deseabas tanto como yo —respondió Peter a la defensiva.

Lali pensó que era probable que ella lo hubiera deseado mucho más, pero no dijo nada. Los músculos de Peter la habían fascinado desde el primer momento en que se había subido a la moto. Lo deseaba, lo amaba. Pero no estaba preparada para decírselo al mundo y enfrentarse a su padre.

Capítulo 10:

—No voy a negarlo —dijo ella, esforzándose por contener las lágrimas—. Pero no estoy preparada. No conoces a mi padre tanto como yo. Es un hombre poderoso que sabe muy bien cómo conseguir lo que quiere.

—No le tengo miedo.

—Pero yo sí. Si averigua lo nuestro no me va a dejar ir a la escuela superior de arte. Hará que te despidan. Nunca antes lo he desobedecido, Peter. No quiero saber lo malas que serán las consecuencias de mis actos, pero tampoco quiero perder lo que tenemos.

—Entonces rebélate, enfréntate a él.

—¿Y si no puedo?

Lali fue incapaz de continuar y las lágrimas corrieron libremente ahogando las palabras en su garganta. ¿Por qué Peter no podía entender lo importante que era para ella dejar Arcadia y llegar a ser alguien? ¿No sabía lo mucho que quería llegar a convertirse en una artista?

—¿Estás diciendo que no quieres volver a verme? —dijo entre sollozos—. ¿Este es el final?

Peter avanzó un paso y la rodeó con sus brazos para calmar los temblores de su cuerpo. Lali se dejó acunar en su cálido abrazo mientras él le besaba el pelo.

—Tranquila, chiquita. No quiero presionarte para que tomes una decisión ahora mismo. Por el momento nadie tiene por qué saber lo nuestro. Ya suficiente con que nos haya pasado esto.

—Momentos robados, siempre escondiéndonos. ¿Hasta dónde podremos seguir?

—No lo sé —contestó Peter—. Lo único que sé es que quiero verte mañana por la noche. Y pasado mañana. No tenemos por qué hacer el amor, ni siquiera besarnos, si tú no quieres. Sólo dime que nos veremos.

Lali elevó la mirada y vio la sinceridad reflejada en la cara de Peter. Besó la mano que la acariciaba y luego los labios que la consolaban.

—Te veré mañana por la noche —le prometió.

El día siguiente era domingo y Lali se levantó tarde. Se duchó y vistió con tranquilidad antes de mirarse al espejo. Una amiga le había contado que las chicas se convierten en mujeres sólo después de su primera experiencia sexual. Sin embargo, Lali no pudo notar diferencia alguna. Tenía el mismo aspecto de siempre, el de una chica de pelo largo y ojos pardo.

Sus padres debían volver ese mismo día. Lali tembló al pensar en lo que haría Carlos Espósito si llegaba a imaginarse lo que había sucedido. Aunque, después de todo, era una estupidez pensar que su padre se daría cuenta de algo con tan sólo mirarla. Además, tampoco necesitaba de sus sermones para sentirse culpable. Había sido sincera al decirle a Peter que no bastaba solo con amor. Con la luz del día supo que no debió sucumbir a la pasión sino conservar su virginidad un poco más.

Lali se miró por última vez en el espejo antes de bajar las escaleras. La puerta se abrió de golpe antes de que hubiera llegado al piso de abajo y Patricio entró jadeando.

—¡Lali! ¡Anoche sucedió algo terrible! Alguien secuestró a Erika Calderón.

—¿Qué estás diciendo, Patricio?

Su hermano debía haber entendido mal. No secuestran a la gente en pueblos tan pequeñas como Arcadia y sobre todo a las niñitas de siete años y pelo rubio. Esas cosas no podían pasar.

—El jefe de policía, Iván Indacochea, cree que sucedió a eso de las nueve de la noche. La señora Calderón dice que Erika salió al jardín porque quería arreglar un hueco en la llanta de su bici. Fue la última vez que la vio. Esta mañana la bici seguía allí, pero Erika había desaparecido. Su madre no se dio cuenta de que no estaba hasta casi medianoche. ¿Te acuerdas de que su hermana vive en la casa de al lado? Bueno, pensó que Erika estaba ahí y se había quedado dormida en el sofá. Pero…

—¡Un segundo! ¿Estás diciéndome que alguien secuestró a Erika?

—Exactamente, me he pasado toda la mañana buscándola con el resto de los voluntarios. No hemos encontrado ni rastro de ella.

Lali se sintió horrorizada. Erika era su imagen de una niña perfecta con sus rulos rubios y ojos azules y profundos. Un ejemplo de la buena educación que siempre daba las gracias y respondía con «sí señora» y «sí señor».

—¡Ay, no!

—Igual, eso no es todo, Lali. Hay un sospechoso. Una media hora antes de su desaparición, Daniel Martínez confiesa haberse asomado por su ventana y la vio hablando con alguien.

—¿Con quién?

—Con Peter Lanzani. El jefe lo está interrogando en este momento.

Lali no podía creer lo que estaba escuchando. Peter era el principal sospechoso de un secuestro que no podía haber cometido porque a esa misma hora estaba con ella.

—¿Lali? ¿Estás bien? Te pusiste pálida.

La voz preocupada de su hermano le llegó a través del aturdimiento que sentía en ese momento. Volvió a la realidad y tragó para aliviar el nudo que se le había formado en la garganta.

—Peter Lanzani no secuestró a Erika —dijo firmemente.

Pero su hermano confundió su pánico, su seguridad absoluta, con la preocupación por la pequeña.

—Claro, todavía no hay pruebas definitivas. Ya sé que es difícil de creer pero, ¿quién puede saber lo que pasa por la cabeza de otra persona?

Continuará…