Capítulo 39

Hola, hola!!!!!! Cómo les va?! Espero que bien y ya preparándose para el fin! Me encanta leerlas, así que gracias por todos sus comentarios!!!! Y, Chari, me encanta que estés por acá de nuevo!!!! Besos a todas y nos leemos mañana!

P.D.: Chicas, si tienen sugerencias de canciones o alguna que les gustaría que ponga… díganme así entre todas lo hacemos más entretenido ;)

Twitter: @Caparatodos

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Torpemente, Lali acomodó las almohadas. Como ruido de fondo se oían los pasos de Peter yendo a la cocina. Nunca le había hablado a Cande sobre su matrimonio. ¿Por qué se lo había contado a Peter?

A Peter, que le había dicho que la amaba, como Guillermo.

Capítulo 39:

Los siguientes tres días se le hicieron eternos. Parecía mentira que un músculo dislocado pudiera limitarle tanto los movimientos. No estaba acostumbrada a la inactividad.

Peter, en cambio, parecía pasárselo bien. Había desviado las llamadas urgentes a su teléfono, de manera que cuando este sonaba nunca se sabía si era para él o para ella. Había invadido su cocina, preparando comidas gastronómicamente interesantes, y muy comestibles, y se había puesto a hacer algunos arreglos en la casa.

El área de Lali estaba fuera de la casa, así que allí, no había mucho que reparar. Era muy considerado, y jamás daba golpes de martillo o hacía ruido con la sierra si pensaba que ella estaba descansando. Mirara por donde mirara, había puesto su marca en la casa: una perilla nueva en la puerta del baño, yeso en una grieta de la sala, un vidrio roto reemplazado por otro nuevo... Lali sabía que no podía quejarse, y sabía también que se estaba volviendo loca por él.

Al cuarto día su músculo ya estaba mejor. Pero cada tanto le volvía a la mente las imágenes de Guillermo, lo que le había costado hacerlo marchar...

Peter no era Guillermo, lo sabía, O por lo menos su cabeza lo sabía. Aunque parte de la frustración tenía que ver con lo físico. Porque desde el primer día Peter se había instalado en el cuarto de invitados, sin siquiera discusión. Pero ella no podía evitar mirarlo con deseo. Tenía ganas de tirársele encima.

Aunque saltar, en ese estado, era imposible. Pero el problema no era sólo la abstinencia sexual. Peter no disimulaba lo cómodo que se sentía en su casa, con ella. La amaba, y quería que se acostumbrara a ello, había dicho.

Uno se podía acostumbrar a unos nuevos zapatos... ¿Pero por qué iba a tener que acostumbrarse ella a esa idea, si no pensaba cambiar los términos del trato?

Peter se iría ese mismo día, decidió, cepillándose el pelo. El doctor Gutiérrez había dicho cuatro días. Era hora de volver a la normalidad.

Miró al hombre que estaba de espaldas a lo lejos. Parecía Guillermo.

–¿Estás bien? –le preguntó cuando oyó la respiración de Lali. Había estado pensando cómo arreglar la ventana sobre el lavatorio.

–Por un momento pensé que eras Guillermo.

–No lo soy.

–Sería por la luz... Te parecías a él.

–Lali podrías dejar de compararme con tu primer marido, el tipo era un idiota.

–Quiero que te vayas hoy.

Él sintió que le tiraban un balde de agua helada.

–Gracias por estar conmigo, Peter. Gracias por toda tu ayuda –dijo él, irónicamente.

–Te lo agradezco. Pero quiero estar sola.

–¿Entonces, qué quieres que haga? ¿Irme a Buenos Aires y olvidarme de todo?

–Eso estaría bien.

–¡Por el amor de Dios, Lali! ¿Cuándo vas a madurar?

–¡Ah! Cuando no hago lo que tú quieres, soy una inmadura. Hicimos un trato, Peter, y tú no eres lo suficientemente adulto como para cumplirlo.

–La vida no se queda detenida. ¿No te has dado cuenta todavía? En un mes nacerá nuestro hijo. Quiero que te cases conmigo. Quiero que él tenga un padre como es debido.

–Ya te dije que no me casaré contigo.

–Me miras de pronto como si fuera un monstruo. Me parece que, estando embarazada de ocho meses, mi proposición tiene cierta lógica, ¿no te parece?

–¡No me voy a casar contigo!

Peter intentó calmarse.

–¿No te parece que es hora de que midas todas las consecuencias de lo que estás diciendo? Somos tres personas las implicadas, no sólo tú. Y una de ellas es nuestro hijo.

–¿Recuerdas el contrato que hicimos por los dos terrenos? Debimos hacer otro con nuestro trato. Pero confié en tu palabra. Un gran error... –contestó ella.

El sentimiento de que estaba luchando por la vida era lo único que le impedía perder los nervios a Peter.

–He cambiado desde entonces. Quiero vivir contigo, Lali. El resto de mi vida.

–No –dijo ella con frialdad.

De pronto Peter se dio la vuelta y golpeó el puño contra el borde del lavatorio.

–¡Lo estoy haciendo mal! –gritó él impotente.

–No hay ninguna forma correcta de hacerlo.

El se dio la vuelta lentamente. La mirada de Lali era la de un animal atrapado y aterrorizado. La rabia de Peter se derrumbó. Atravesó la habitación y le tomó la cara con las manos.

–Te amo. Te lo he dicho. Se trata de un amor para siempre, un amor que desea comprometerse –miró hacia abajo–. Y de una familia. ¿Cómo no voy a querer casarme contigo, Lali?

–Guillermo me quería por mi dinero. Y tú me quieres por el niño. No hay mucha diferencia.

–¡Ese es un golpe bajo!

–¡Pero es verdad! ¿No es así?

–¡No! He sido un tonto aceptando tus términos, lo suficientemente tonto como para pensar que un niño mío iba a venir al mundo y yo no le iba a dar mi amor o hacerme cargo de él. Quería estar a salvo de otra tragedia como la de la muerte de Milagros, y pensé que tu trato me mantendría al margen. Pero la vida no funciona así. Eso es lo que he aprendido en estos meses. El amor va unido a la posibilidad de la pérdida... Todavía no ha nacido, y ya amo a mi hijo –Peter suspiró profundamente–. Pero si no hubiera sido concebido, te pediría igual que te casaras conmigo.

Ella tenía que alejarlo. ¿Entonces por qué se sentía tan cruel?

Continuará…