Capítulo 13

Hola, hola! Les subo rapidito y salgo corriendo!!! Jajajaja gracias, gracias y nos leemos mañana! Besos  ;)

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A ella siempre le había gustado la manera que tenía de pronunciar su nombre. Parecía acariciar cada sílaba como si se tratara de algo muy importante. Respiró profundamente y se dirigió al comedor dispuesta a enfrentarse con lo que la velada le deparara.

Capítulo 13:

Peter notó su nerviosismo. Se le ocurrió que quizás le tenía miedo y eso lo hizo sentir mejor. Quería que siempre recordara el terrible daño que le había causado. Pero querer algo y lograrlo son dos cosas diferentes. Lali se había encargado de enseñárselo hacía muchos años.

—No los he cocido mucho —dijo él refiriéndose a los filetes—. Me pareció lo más seguro.

—Así es como me gustan a mí.

Lali se llevó a la boca un pedazo de carne decidida a librarse de la sensación de incomodidad e inquietud que la invadía. Hacía mucho tiempo, Peter había conseguido que se mostrara abierta e incluso sincera, pero esos tiempos habían quedado atrás.

—¿Está bien la carne? Puedo ponerla un poco más si no te gusta tan cruda.

—No es necesario. Está muy rica —dijo ella sin levantar la mirada de su plato.

Peter pensó que todavía era muy hermosa. No le gustaba pensar de esa forma, pero tampoco podía evitarlo. Incluso sin estar arreglada era mucho más guapa que cualquiera de las mujeres que él conocía. Había guardado la secreta esperanza de que estuviera casada y con los hijos haya perdido su atractivo y la vida de pueblo, pero su esperanza había sido en vano. Si la hubiera visto por primera vez habría quedado cautivado por sus encantos de la misma manera que hacía doce años. Lo que sí había cambiado era que ahora él era más maduro y no estaba dispuesto a caer ante su belleza.

Lali cortó otro trozo de carne antes de atreverse a mirar a Peter. Sus ojos se encontraron. Lali no había podido olvidar aquella mirada de admiración. A los diecisiete años, Peter ya la veía como una mujer. A Lali sólo le costó un segundo notar la diferencia. Los ojos de Peter ya no reían sino más bien eran severos y desconfiados.

—Nunca me hubiera imaginado que mi madre y tú fueran amigas.

—Claudia era una mujer increíble. Nos hicimos amigas hace unos cinco años cuando ella se cayó y se fracturó una pierna. Tenía dificultad para moverse y yo venía de vez en cuando para traerle los pedidos de la tienda.

Había mucho más que decir, pero no quería revelar todos sus secretos. Lali había necesitado una amiga a la cual poderle contar sus más profundos secretos. Todas las mujeres de su edad estaban casadas y tenían hijos y no soportaba las interminables conversaciones sobre pañales y dientes que salían. Lali deseaba tener hijos algún día, pero le parecía algo poco probable ya que no había nadie en Arcadia con quien quisiera casarse.

—Fue muy generoso de tu parte —comentó Peter, preguntándose qué la habría motivado a hacerlo.

Claudia no tenía dinero por lo que no podía pensar en una recompensa económica. Peter tampoco era rico, pero había invertido su dinero con inteligencia lo que le permitía vivir suficientemente bien y mandarle a su madre un cheque mensual para mejorar sus ingresos.

—No fue ninguna molestia —protestó ella—. Siempre voy caminando a la tienda y la casa de tu madre no me quedaba lejos. Para mí era encantadora. Cuando su pierna sanó, continué viniendo un par de veces por semana sólo para conversar.

—Nunca me lo dijo. Claro que sabía que no quería saber nada de ti.

Peter quiso cachetearse. No había sido su intención dejar que Lali supiera lo mucho que lo había herido. No deseaba que Lali creyera que su traición seguía siendo importante después de tanto tiempo.

Peter tomó un sorbo de vino mientras ella tamborileaba los dedos sobre la mesa en un gesto nervioso. No podían evitar el tema de su traición por mucho tiempo, pero no se sentía preparada para discutirlo. Las razones que Peter hubiera podido imaginar durante doce años no podían ser un tema de conversación apropiado para su reencuentro.

—¿Por qué te quedaste en Arcadia trabajando en la tienda? —preguntó él, cambiando bruscamente de conversación.

Lali se había preparado para todo excepto para aquella pregunta. Había dejado de pintar poco después de que Peter se fuera de la ciudad y cualquier esperanza que hubiera alentado de llegar a ser artista había muerto con su padre.

Todavía le dolía cuando pensaba en lo que podía haber sido.

—Las cosas no salieron como yo había previsto. Fui a la escuela superior, pero mi padre murió cuando estaba en mi segundo año. Mi madre estaba demasiado deprimida como para encargarse de los negocios así que decidí volver y hacerme cargo de la tienda.

—¿Y por qué no Ana y Patricio? ¿Por qué tenías que hacerte cargo tú y no ellos? —preguntó él mientras la miraba con los párpados entreabiertos.

—Era lo lógico. Ana acababa de tener un bebé y Patricio tenía diecisiete años y estaba recién admitido en la escuela militar —dijo Lali—. Mis padres soñaban con que Patricio se hiciera militar, así que la responsabilidad recayó sobre mí. Tuve que hacerlo por la familia. No me quedó otra.

Peter se daba cuenta de que Lali había omitido partes muy sustanciales de la historia. Era curioso, pero no le satisfacía que ella no hubiera conseguido lo que esperaba de la vida. Tenía la impresión de que sus padres la habían obligado a renunciar a su propio futuro para que su hermano pudiera tener el suyo.

—¿Te importó mucho? —preguntó.

Continuará…