Capítulo 15

Hola, Chicuelas!!!! Cómo les fue hoy??? Qué tal estuvo su día?! Espero que bien y haya sido productivo ;) Gracias por estar, son geniales!!!! Un beso y mañana nos leemos!!!

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—¿De verdad? Me sorprendes. No puedo creer que alguien pudiera significar mucho para ti, Lali.

Capítulo 15:

Sin embargo, fue él el sorprendido por el tono suave en que había hablado, sin amargura ni reproches. Lali supo instintivamente que preguntaba si había habido otro hombre en su vida. Podía haberle hablado del estudiante de económicas que había conocido en la universidad o el vendedor que había intentando establecerse en Arcadia sin éxito. La verdad era que no había vuelto a sentir lo mismo que en las noches prohibidas de su juventud. Dobló cuidadosamente el mantel y lo dejó sobre sus piernas.

—Ya conoces la vida de una ciudad tan pequeña, Peter. Una de dos, o te casas con el vecino de al lado o no te casas.

—¿Nunca te sentiste tentada?

—No creo en el matrimonio por el matrimonio. Siempre me he dicho que me casaría por amor o no lo haría jamás. Ves que no me he casado, y ahora, ¿podemos cambiar de tema, por favor?

A Peter se le pasó por la cabeza que podía haberse casado con él. Sus labios se apretaron en una línea recta. Todavía le dolía oírla decir que no se había casado porque no había amado a nadie lo suficiente y eso lo incluía a él mismo. Le parecía que eso hacía que el muchacho que había sido pareciera aún más idiota.

—¿Te molesta hablar de amor?

Estaban sentados en el piso de la habitación de Claudia rodeados de paquetes y cajas. Peter se apoyó en la cama y su movimiento atrajo la atención de Lali. Pensó que era un lugar extraño para mantener aquella conversación.

—No puedo recordar ningún momento en que hayas utilizado la palabra amor libremente.

—No, claro que no me molesta —respondió ella, sabiendo que se refería a la última noche que habían pasado juntos—. Pero, ¿qué me dices acerca de ti? ¿Ha habido muchas mujeres en tu vida? ¿Nunca has estado tentado de casarte?

El atisbo de una sonrisa apareció en los labios de Peter mientras se acariciaba la barbilla. Tenía las manos de un artista con dedos largos y gráciles. Sopesó la posibilidad de ser sincero, pero optó por evadir la pregunta.

       

—Son preguntas muy distintas. Sí, hubo muchas mujeres en mi vida. Y no, nunca he estado tentado a casarme con ninguna. No creo que quiera volver a enamorarme alguna vez.

La última frase, llena de cinismo y amargura, hizo que Lali se diera cuenta de que el hombre joven que había amado se había ido para siempre dejando en su lugar a un extraño a quien no conocía en lo más mínimo.

—Ya no te conozco, Peter. Ni siquiera sé por qué me invitaste a cenar.

Hubo un silencio tan largo que Lali pensó que jamás contestaría a la pregunta que había estado haciéndose durante todo el día. La verdad era que él tampoco lo sabía. De lo único que estaba seguro era de que su cuerpo no escuchaba a su mente. Todo había terminado hacía mucho tiempo, pero todavía podía sentir un fuego interno cada vez que la miraba. Sólo podía pensar en quitarle la ropa y lanzarse con ella sobre la cama deshecha. Notó que su masculinidad se excitaba ante la sola idea.

—Tal vez quise volver a escribir el pasado. O tal vez sólo quise darte las cosas que mi madre te dejó. Quizás lo único que sucedió es que no pude evitarlo.

Lali tragó saliva e intentó decidir cuál era la verdadera razón, pero estaba confundida. ¿Era posible que todavía viviera en ellos el viejo deseo?

¿Acaso deseaba saborear su boca cuando la miraba? Cerró los ojos porque era precisamente eso lo que ella temía.

—Me cuesta trabajo creerlo. Me parece que te has convertido en un hombre que domina perfectamente sus emociones.

Estaban a menos de treinta centímetros el uno del otro. Peter se inclinó hacia ella lentamente. Nunca había usado colonia. Lali olió vorazmente el aroma limpio y masculino que siempre le había gustado. Podía sentir su aliento en las mejillas.

—Entonces, dime por qué quiero besarte.

—¿Por los viejos tiempos?

Sin darse cuenta, Lali se pasó la lengua por los labios. Peter la vio y no pudo seguir resistiendo.

La estrechó entre sus brazos mientras sus bocas se unían como si nunca se hubieran separado. Lali cerró los ojos para saborear la dulzura de sus besos en toda su intensidad. Ningún otro hombre había sido capaz de hacerla sentir que se elevaba sobre el mundo al besarla. Los labios de Peter se movieron provocativamente sobre los suyos, pero no tenía que esforzarse para estimular su respuesta. Abrió la boca en una invitación evidente y Peter profundizó el beso acariciando las profundidades de su interior.

Peter casi había olvidado la delicadeza de besarla y lo mucho que lo excitaba oír los pequeños gemidos de placer que se escapaban de lo más hondo de su garganta. Lali le pasó las manos por el cuello, por el pelo y él también gimió.

Los pezones de sus pechos se endurecieron buscando el calor de Peter. Sus lenguas se trabaron en un duelo erótico. Lali podía sentir la dureza de su miembro contra el suelo. Él le acariciaba la espalda como si tratara de convencerse de que era la verdadera Lali a quien estaba abrazando. La Lali que había amado en su juventud. Los recuerdos volvieron en avalancha y tan rápido como había empezado el beso acabó.

Peter la empujó para salir de su abrazo, odiándose a sí mismo por haber caído ante encanta. Lali lo miraba con los ojos muy abiertos sin intentar ocultar todo lo que le hacía sentir.

Pero Peter ya había ocultado sus emociones y la desconfianza que vio en sus ojos hizo que regresara a la realidad. Por un momento había creído que un beso podía curar la herida que los separaba. Lali bajó la mirada, negándose a revelar más sobre sí misma.

—¿Por qué me besaste? —preguntó ella, cuando no pudo soportar por más tiempo el silencio.

—¿Por qué me besaste tú?

Lali se levantó, recogió el mantel y retrocedió algunos pasos. Peter la contempló desde el piso. Se levantó con una amplia sonrisa en los labios. Lali pensó que empezaba a odiar aquella sonrisa. Le parecía una mueca que él utilizaba como máscara cada vez que el viejo Peter amenazaba con salir a la luz.

—Las viejas costumbres nunca mueren del todo.

—Bueno, entonces tendremos que procurar que esas viejas costumbres nos se interpongan en el camino de nuestras relaciones, ¿no? —respondió él, haciendo un gesto hacia la puerta.

Lali no esperó a que se lo dijera dos veces y salió de la habitación de Claudia que se convertía en lugar agobiante. Estaba enojada consigo misma por haber aceptado la invitación. Se despidió sin mirar hacia atrás y sin detenerse en su camino hacia la puerta.

Continuará…