Capítulo 43

Hola, hola chicas pericas!!! Cómo les va?! Qué tal empezaron la semana??? Espero que bien y con ganas ;) Gracias por todos los lindos comentarios que dejan siempre!!!

Y, como lo prometido es deuda y todo llega! Ya les dejé mi regalo/sorpresa, mi manera de decirles gracias por tanto! ;) Espero les guste y la disfruten!!!! Vi que varias no la pueden descargar así que déjenme sus mails o mándenme uno a Caparatodos@hotmail.com así se las mando!!!! (Igual les dejo el link que está en la columna de descargas y otro en dropbox por si se les hace más fácil)

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Twitter: @Caparatodos

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–A la una y media el sábado, no te olvides, Lali. –le recordó Cande cuando Lali fue a tomar el taxi para regresar a su casa.

Lali no contestó. Al fin y al cabo, ¿por qué le iba a hacer caso a Peter?

¿Cómo estaría Peter? ¿Dónde estaría? ¿Pensaría en ella?

Capítulo 43:

Peter en ese momento no estaba pensando en ella, sino que intentaba convencerse de que tenía treinta y cuatro años, y no setenta, que era la sensación que tenía mientras jugaba con Bruno, o mejor dicho mientras perdía contra Bruno.

–Peter, despierta, ¿dale? ¡Maldigo la hora en que conociste a esa mujer, Lali, o como se llame!

–Yo también.

–Secuéstrala. Compra la casa de al lado de su casa. Adopta mellizos, así no tienes tiempo de pensar en ella. ¡Pon un anuncio buscando una nueva mujer! ¡Pero haz algo, por el amor de Dios!

–¡Déjame en paz! –contestó de malos modos Peter.

–¡De acuerdo! ¡Está bien! Pero hazme un favor, ándate a Rosario a buscarla, o quítatela de la cabeza. ¡Estoy harto de verte como un perro con la cola entre las patas!

–Tienes razón. He tirado la toalla. He venido a Buenos Aires como un...

–Como un perro con la cola entre las patas –agregó Bruno.

–Supongo que tienes razón. Voy a estar en Mendoza los próximos días, pero después iré a Rosario, y... algo voy a conseguir.

Se secó la palma de la mano húmeda en el short.

Lali no querría casarse con él, seguramente. Y no querría saber nada de él, pero él sería el padre de su hijo. Un verdadero padre. No como el suyo.

Aunque ella no quisiera casarse con él, no permitiría que le arrebatara la paternidad de su hijo también.

Tiró la pelota en el aire y esperó. Esa vez ganó el juego por nueve a cinco.

El sábado por la mañana, Cande llamó a Lali.

–¡No lo vas a poder creer! Agustín me ha dicho que no llegará hasta esta noche, por trabajo, y no hay ninguna niñera que se pueda quedar con los niños hoy. Así que no puedo ir contigo a la exposición... Pero tú anda, vas a ir ¿no?

–En la televisión, han pronosticada una tormenta.

–Pero no será hasta la noche, según escuché. Justo cuando Agustín llegue. Ve a ver a Guillermo, Lali.

Lali suspiró y se despidió.

Después de colgar, dio vueltas por la cocina. Cande no podía ir con ella, anunciaban tormenta, y además se había despertado con un fuerte dolor de espalda. Eran buenas razones para que encendiera la chimenea y se quedara en casa.

¿Qué sentido tenía que fuera a ver a Guillermo después de todos esos años? Le recordaría lo mal que la había hecho sentir. ¿Por qué exponerse a ello?

A las doce, a pesar de su falta de apetito, se comió un sándwich. A la una menos cinco fue a su habitación, sacó del closet su vestido verde, y lo miró como si él fuera a solucionar su dilema.

Era un bonito vestido. Le quedaba bien.

Recordó las palabras de Cande, las palabras de Claudia.

¿Acaso ella también iba a vivir, como Jimena, una vida moderada si esa tarde elegía quedarse en casa y no afrontar la vida?

¿Y si no volvía a ver a Peter?

Buscó en el joyero los aretes de jade que hacían juego con el vestido. Se vistió deprisa y se maquilló. Se miró al espejo con la frente alta. Y para su sorpresa descubrió una hermosa y radiante joven, con ojos marrones grandes y un gesto orgulloso.

Llegó tarde y se perdió la presentación. Había mucha gente de pie alrededor de las esculturas. Lali vio a Guillermo inmediatamente, y sintió el impulso de darse la vuelta y salir corriendo.

Pensó que no debería haber ido.

Guillermo estaba de pie al fondo de la sala, conversando con el director de una de las universidades locales. Lali respiró hondo, y fue hacia él lentamente, simulando observar las esculturas a su paso.

A los veinte minutos, estaba muy cerca de Guillermo, y aprovechó que el grupo que estaba conversando con él se disolvió, para acercarse y saludarlo:

–Hola, Guillermo.

–¡Dios! ¡Lali! –inmediatamente le dedicó una sonrisa, aquélla que tantas veces la había cautivado.

Pero no era tan alto como lo recordaba, ni tan guapo. Y esa mirada tan fría... Además, para su satisfacción, se estaba empezando a quedar calvo. Seguramente a él, que era tan vanidoso, eso no le debía gustar para nada.

–¡Te felicito por tu exposición!

–¿Vives aquí?  ¿Y te has vuelto a casar?

–No. Tú me enseñaste a odiar el matrimonio.

–Te has transformado en una mujer muy hermosa. ¿Quién es el afortunado?

–Nadie que conozcas. Y tú... ¿Estás casado todavía?

–Con Cristina ya no. ¡No te imaginas lo posesiva que era! Me he casado con una conocida modelo el mes pasado, ¿no te enteraste?

–Estoy muy apartada de todo ese mundo. Tengo muchas cosas en la cabeza ahora mismo –y con una sonrisa fresca y sincera le dijo–: Te deseo que seas feliz, Guillermo. Y ahora será mejor que siga mirando las esculturas, así puedes conversar con tus admiradores.

Lo dejó de pie, con la boca abierta. Y esa vez había sido un «adiós» definitivo, lo sentía. ¿Cómo era que le había dado tanto poder sobre su vida? Ahora no tenía el más mínimo efecto sobre ella...

Peter había tenido razón.

Guillermo la había limitado, la había infravalorado para controlarla. Y ella había creído que el matrimonio significaba limitaciones. En cambio Peter la amaba tal cual era, pensó con alegría.

Se sentía libre por fin.

Continuará…