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—¿Lali... Espósito?
—giró la cabeza
hacia su hija,
que estaba observándolos con una sonrisa amable, y
chasqueó los dedos antes de volver a mirar a Lali—. ¡Ah!, la chica del banco,
¿no?
Capítulo 28:
De
acuerdo, sí, estaba buscando pelea, admitió Peter para el mismo. Al entrar a la
casa con el auto sintió la misma tensión en la espalda y el cuello que cuando
iba a comenzar una dura negociación en su trabajo. Se moría de ganas de ver a
su esposa y de que algo sucediera, lo que fuera.
No
había vuelto a someterlo a más «pruebas», pero se había incrementado el distanciamiento emocional, las miradas de
recelo y especulativas cuando pensaba que no la estaba mirando... y a veces
hasta cuando sabía que la estaba mirando. Aquello iba a estallar de un momento
a otro.
Lo
que no esperaba encontrarse, al cruzar la puerta, era el auto de Lali
estacionado ahí con ella sentada dentro. Asustado, paró el auto, se bajó, y
caminó hacia allí. Algo no iba bien.
Cuando
entró al garaje rodeó el auto para ir junto a su ventana, y se paró en seco al
ver su expresión desolada y sus mejillas manchadas por las lágrimas. Por
primera vez desde el día en que se habían conocido, vio en Lali algo distinto:
bajo su aparente fortaleza había fragilidad, algo que sin duda no dejaba al
descubierto con frecuencia, pero que en ese momento no podía ocultar.
¿Era
culpa suya que estuviera así?, se preguntó preocupado. ¿La habría presionado
demasiado?, ¿le habría pedido demasiado? Con el corazón latiéndole a mil, tocó
la ventana en vez de arrancar la puerta para averiguar qué había pasado y si
era culpa de él, para asegurarse de que Lali estaba bien.
Lali
dio un respingo cuando él abrió la puerta, y se apresuró en secarse las
mejillas con el dorso de la mano y susurrar una disculpa ininteligible.
Peter
le puso una mano en el hombro para calmarla y se acuclilló a su lado,
observando su rostro en silencio antes de que ella pudiera ocultar sus
sentimientos tras una máscara. Sin embargo, por más que Lali se enjugaba las
mejillas, nuevas lágrimas volvían a rodar por ellas.
—Lali,
chiquita, ¿qué pasa?
Ella
inspiró temblorosa por la boca, tragó saliva y agachó la cabeza.
—Es
una estupidez. Perdóname, no debería estar así. Es que... he visto a alguien a
quien conocía en el supermercado.
Peter
sintió un inmenso alivio al saber que no era él quien la había hecho llorar,
pero no fue nada comparado con la ira que lo invadió de pensar que alguien le
había hecho daño a su esposa.
Alguien
a quien conocía...
—¿Benjamín?
—le preguntó.
¿El
idiota que se había casado con otra estando prometido con ella? Peter creía que
Lali lo había olvidado, que había pasado página. ¿Podría ser que estuviera
equivocado y aún sintiera algo por él?
Lali
negó con la cabeza e hizo un esfuerzo por sonreír a pesar de que le temblaban
los labios.
—No.
Se llama Eduardo, y durante un año, hace mucho tiempo, fue mi padrastro.
¿Su
padrastro? Peter no entendía nada. Lali le había dicho que su madre se había
casado varias veces y que ninguno de sus maridos le había durado mucho, por lo
que había tenido la impresión de que no habían sido importantes en su vida.
Quizás había sido solo una impresión errónea.
—¿Qué
pasó?
—No
se acordaba de mí —Lali contrajo el rostro y cerró los ojos.
Cuando
volvió a abrirlos, parpadeó para intentar contener las lágrimas y apretó la
mandíbula, como si quisiera mostrarse fuerte a toda costa, dominar sus
emociones. Peter la admiraba por ello, pero las lágrimas volvieron a caer por
sus mejillas, y el dolor en sus ojos era inconfundible. Él conocía muy bien ese
dolor, la clase de dolor que emanaba de una herida en lo más hondo del alma. Lo
conocía y le temía.
Era
la clase de dolor en el que la esperanza de algo que uno sabía que no podía
tener le oprimía el corazón. La clase de dolor que nadie podía calmar, la clase
de vacío que nadie podía llenar. Uno solo podía rezar por que la persona fuera
lo bastante fuerte como para sobrellevarlo.
—No
sabes cuánto lo siento, La —le dijo.
—Fue
hace mucho tiempo —respondió Lali—. No sé cómo esperaba que se acordara de mí,
pero estuve a punto de abrazarlo y... —la voz se le quebró y apartó la vista.
Peter
no podía soportar verla así; tenía que hacer algo. Tomó su mano y le acarició
los nudillos con el pulgar.
—Dale,
vamos adentro.
Lali
asintió y Peter dio un paso atrás y la ayudó a bajarse del coche. Ella se quedó
mirándolo con los labios apretados y los ojos llenos de lágrimas que se
agolpaban en ellos, y se abrazó a él, hundiendo el rostro en su pecho. Peter no
pudo hacer más que abrazarla.
Apoyó
la mejilla en su sedoso cabello y le acarició la espalda.
—Tranquila,
chiquita, me tienes a mí; estoy aquí —la tranquilizó acunándola suavemente.
Quería
protegerla, y estaba feliz porque ella no estuviese rechazando su consuelo.
—Le
dije mi nombre, pero aun así seguía sin recordarme. Cuando le dije quién era mi
madre por fin recordó, pero fue tan... incómodo.
Peter
la llevó dentro de la casa, y luego al dormitorio, donde se recostó con ella en
la cama. Lali tenía la cabeza apoyada en su hombro, y hablaban en susurros,
mientras la luz del día se disipaba para ser reemplazada por las sombras.
—Todos
los hombres que estuvieron con mi madre eran buenos tipos —dijo Lali—. Habría
sido más fácil si mi madre se hubiera metido con un idiota; así habría deseado
que salieran de nuestras vidas lo antes posible. Pero no fue así, eran todos
amables, hombres buenos, y yo siempre esperaba que se quedaran, aunque en el
fondo sabía que no lo harían.
—¿Cuántos...?
—¿Con
los que se llegara a casar? —lo interrumpió ella—. Siete.
Siete
con los que se había casado... Así que había habido unos cuantos más. Peter no
podía ni imaginarse lo que debía haber sido para una niña pequeña que sus
padrastros entraran y salieran de su vida como si fuera una puerta giratoria.
Tampoco entendía cómo su madre podía haberle hecho algo así, pero sabía muy
bien cómo eran las mujeres que no podían controlar su corazón, ni siquiera por
el bien de sus hijos o de sí mismas. Aunque al menos la madre de Lali había
sido capaz de reaccionar y no se había quedado paralizada cuando le habían roto
el corazón.
Continuará…
Momentos de ternura, momentos en los que Peter deberia ser mas consciente que nunca de que es imposible no mezclar los sentimientos en una relacion
ResponderEliminarespero mas novee
Inma no se da cuenta porque es tonto Jajaja, ya tiene esos sentimientos, sólo que no los acepta o prefiere no prestarle atención, sino por qué cuando iba hacia el coche viendo a Lali llorar le latía así el corazón?? Eso es amor en estado puro
Eliminarmassssssssssss
ResponderEliminarHermosos los dos! Maas nove
ResponderEliminarMas me encanta quiero un peter!!!
ResponderEliminarpobre lali,me encanta la historia :D
ResponderEliminarajjaj yo no hubiese podido aguantar la risa si me llegan a decir que alguien se cao 7 veces jaaja
ResponderEliminarun tierno el
,massssssssssssss
@x_ferreyra07
Pobre lali
ResponderEliminarMaass
Creo q vamos entendiendo el poirq ella no desea atarse! El me parece un tierno!
ResponderEliminarCreo q vamos entendiendo el poirq ella no desea atarse! El me parece un tierno!
ResponderEliminarEl miedo al abandono ,es el temor d Lali,x eso no se abre x completo.
ResponderEliminarPasito a pasito ,Peter la va entendiendo más.
:o siete??? wow jajjaja, siete esposos jajja pobre lali , ojala que peter la entienda
ResponderEliminarawww! pobre lali, me sorprende que no haya creado un caparazón en contra todos los sentimientos, debe ser horrible encariñarte con alguien y que se valla y ni si quiera se acuerde de vos!
ResponderEliminar¿que le paso al verdadero padre de lali?