Capítulo 89

Hola, hola!!!! ¿Qué tal estuvo el feriado? Espero que bien y con pilas para dar el último impulso y acabar la semana! :D gracias por leer, compenetrarse con la historia, pero sobre todo, por disfrutar!!!! Las quiero y mañana las leo!!! Último capítulo y mañana el epílogo! ;) Enjoy!

P.D.: Si alguna se anima y quiere hacer la portada para "Sobran palabras" así la subo para descargar este finde, se lo agradecería!!!! :D

Twitter: @Caparatodos

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—Bueno, ese es el problema, Lali —dijo Tatiana con pesar—. Me temo que no ha terminado.

Tatiana Olavide tenía un arma, y la estaba apuntando a ella.

Capítulo 89:

Peter se arrepintió de haber dejado a Lali en cuanto salió del pueblo. La tormenta iba en aumento y luchó por no perder el control. La lluvia no lo dejaba ver más allá, y los limpiaparabrisas apenas servían.

Hasta el viento quería que volviera atrás.

El orgullo era algo curioso, pensó. Los hombres Lanzani llevaban cuatro generaciones ahogándose en su orgullo. Pero el orgullo no te hacía reír, ni te calentaba la cama por las noches. El orgullo era un compañero muy frío.

Había dicho que quería volver a casa. ¿Y qué? Claro que quería volver a casa. Cualquier querría. Se había adaptado tan bien a Fiambalá, que casi se había olvidado de que no era de allí, de que había dejado una vida propia atrás.

Ni siquiera le había dado la oportunidad de decir nada. No la había dejado reaccionar. No, señor. Se había limitado a informarle con frialdad de que alguien la acompañaría al aeropuerto.

Peter se la imaginaba acurrucada, tratando de asimilar los sobresaltos de aquel día. Podía verla en aquella ridícula silla rota.

Aquella noche, de entre todas, no podía dejar a Lali sola. Se merecía que le dieran una cachetada por cómo se había portado. Debería estar allí ahora, tranquilizándola, preparando algún tipo de comida para ella, y observándola mientras se la comía con serias dificultades.

La camioneta volvió a patinar y Peter redujo la velocidad. De pronto, se dio cuenta de que no veía el momento de volver junto a ella. No quería que Lali pasara un minuto más sintiéndose sola y abandonada. Condujo con una mano la camioneta mientras, con la otra, buscaba el celular para decirle que volvía. Lo encendió y marcó el número, pero no le dio señal.

Debía de haber marcado mal el número. Peter detuvo la camioneta y volvió a marcar, frunciendo el ceño. Volvió a intentarlo otras tres veces antes de apagar el teléfono.

«Eres un tarado», se dijo. La había ofendido y había sido incapaz de pensar con cordura.

Nadie le había dicho que Fadul hubiera mandado sólo a dos matones. Podrían haber dejado a un tercero sin problemas, como refuerzo, antes de llegar a la casa. Ahora mismo, podría haber un asesino en su casa.

Había dejado a Lali sola y sin forma de defenderse.

Peter se aferró al volante con fuerza y apretó el acelerador, maldiciéndose por haber sido tan estúpido.

—Tatiana... —Lali se lamió los labios resecos—. Cuidado con esa... pistola. Puede estar cargada.

—Por supuesto que está cargada, estúpida. —Tatiana abrió la maleta y sacó una cámara que dejó sobre la mesita de la sala—. Una de las balas lleva tu nombre escrito y te está esperando desde hace casi dos meses. —Miró a Lali con ojo crítico—. Ponte junto a la pared, necesito un fondo blanco.

—Tatiana —susurró Lali—. ¿Qué estás haciendo?

—¿Que qué hago? Ganarme dos millones de dólares, querida, ¿qué crees que estoy haciendo? —Movió la pistola—. Muévete.

Lali arrastró los pies en la dirección que indicaba Tatiana, sin perderla de vista. Se puso junto a la mesita, donde había dejado su arma. Cuando se acercó, Tatiana alargó la mano.

—Ch-Ch-Ch... Lali. —Tatiana recogió la pistola, abrió el cargador y lo vació—. Una Tomcat 32. Alguien muy inteligente te ha estado aconsejando, ¿no? Aunque no te va a servir de nada.

¿Cómo había llegado a pensar nunca que Tatiana era una chica joven? Esa mujer debía de ser un verdadero genio con el maquillaje. Ahora que la miraba bien, Lali observó las arrugas que tenía alrededor de los ojos.

—Tatiana —susurró—. ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Qué te hice? Por favor, no lo hagas.

Tatiana comenzó a reír.

—En primer lugar, no me llamo Tatiana; aunque tampoco creas que voy a decirte mi verdadero nombre. En segundo lugar, por supuesto que voy a matarte. Llevo siguiéndote el rastro desde marzo. Me voy a comprar una preciosa casa junto a la playa contigo. O mejor dicho, con tu cabeza.

Tatiana se inclinó para revisar la cámara y luego apagó las luces del lugar. Todo eso sin dejar de apuntar a Lali con la pistola.

—La luz tiene que ser la adecuada. —murmuró.

—Pero... —Lali estaba tratando de asimilar lo que sucedía—. Se llevaron a los hombres de Fadul. Trató de atraparme, pero no funcionó.

—¿Esos ineptos? —La cara de Tatiana se contrajo y Lali se dio cuenta de pronto de que lo que había visto en el restaurante no había sido miedo, sino enojo—. No eran más que dos matones de cuarta. Pensar que han estado a punto de quitarme mi recompensa... Pero con estas imágenes Fadul sabrá a quién le tiene que pagar.

—¡No lo hará! —Lali casi se pone a llorar de alivio. Estaba claro que Tatiana, o como quiera que se llamara, no lo sabía—. Fadul no te va a pagar. No puede. ¿No lo sabías? Fadul está muerto. Murió esta tarde.

—¡Estás mintiendo! —le espetó Tatiana.

Sorprendida, Lali miró fijamente a los ojos azules de Tatiana. No vio en ellos la brutalidad ni la frialdad de Fadul o de los dos tipos que habían entrado en su casa. Sólo vio locura.

—Mientes para salvarte. Pero no va a funcionar. Voy a dispararte y le mandaré a Fadul las pruebas. Y entonces él me enviará mi dinero.

—¡No puede! No puede mandarte el dinero. —Lali trató desesperadamente de que la creyera, pero Tatiana era impenetrable, no había forma de llegar a ella. Empezó a mover la pistola hacia arriba.

«¡Tiempo!, —pensó Lali—. Necesito más tiempo». Si pudiera hacer algo... distraer a Tatiana hasta que alguien viniera a ayudarla. Seguro que Peter...

Pero Peter se había ido. Qué estúpida, qué estúpida. A lo mejor podría distraer a Tatiana.

—Harías bien en irte a casa, Tatiana, porque nunca cobrarás la recompensa. Si te vas ahora no le diré a nadie te lo prometo. Nadie lo sabrá nunca. Baja la pistola y veté. Fadul está muerto.

Le apuntó al corazón con la pistola.

—Por favor —susurró.

—¿Por favor, qué, Lali? —se burló Tatiana—. ¿Qué puedes ofrecerme que supere los dos millones de Fadul? Me voy a comprar una vida nueva con ese dinero. Una vida nueva, a cambio de la tuya. —Soltó una risotada corta y fría. Me parece justo.

—No, no vas a hacerlo. —Lali trató de mantener la calma—. No puedes comprarte una vida nueva con la mía Tatiana —dijo—. No vas a llegar muy lejos con esta tormenta. Te atraparán. Y todo para nada, Tatiana. Todo para nada, porque Fadul no te va a dar ningún dinero. Está muerto.

—¡Mientes! —gritó Tatiana y apretó el gatillo.

Lali se golpeó contra la pared y un dolor punzante le atravesó el hombro. Se levantó, tambaleándose, hasta que las piernas le fallaron. Vio que Tatiana se acercaba y se agachó. Vio una luz y luego otra. Le llevó unos minutos darse cuenta de que era el flash de una cámara.

Tatiana se levantó, resbalándose un poco con la sangre y puso cara de asco.

—Sangre. —Hizo una mueca—. Odio la sangre. A ver, un par de fotos más, y luego el último disparo... a la cabeza… y ya está. Después, tengo que irme; tengo que tomar un avión.

Lali vio cómo se le teñía el sweater de rojo y le costó darse cuenta de que se debía a la sangre. Oyó un gruñido bajo y feroz.

—¡Dios!

Tatiana le dio una patada a Frodo, que estaba delante de Lali con el lomo erizado. Ladró y se abalanzó a morder a Tatiana cuando ésta trató de poner la pistola en la sien de Lali.

—Quita a ese estúpido perro del medio —siseó Tatiana—. Tengo que salir de aquí.

—Bien campeón —murmuró Lali—. Buen chico, Frodo. —Le dolía horrores ahora.

—Bueno, si no lo quitas de ahí, tendré que hacerlo desde aquí. —Tatiana apuntó hacia Lali y cerró un ojo.

A Lali le pesaba un montón la cabeza. La levantó con dificultad y se quedó mirando el cañón que le apuntaba directamente.

No quería morir. Quería vivir. Quería vivir y casarse con Peter, romper la Maldición de los Lanzani y darle una casa llena de niñas morochas que lo volvieran loco. Y ni siquiera le había dicho a Peter que lo amaba.

Lali vio cómo Tatiana tensaba el dedo y pensó: «Se acabó».

Se oyó un fuerte ruido y la cabeza de Tatiana se llenó de rojo. Frodo ladró y Peter se arrodilló junto a ella, rasgándose la casaca y apretándola contra el hombro de Lali, la tomó en sus brazos y le gritó:

—¡Lali, Lali! —Podía sentir sus manos sobre ella, comprobando que no estuviera herida en ningún otro sitio, y luego apretó con fuerza la herida del hombro.

Quiso decirle que parara, pero el dolor no la dejaba hablar.

—Lali. —Peter la levantó con cuidado. Se le quebró la voz—. No te me mueras, Lali. Te necesito. Aguanta, aguanta, te llevaré al hospital. Aguanta. Háblame, Lali. No te mueras, no dejaré que te mueras. Háblame, por favor. Háblame.

—¡Hey! —susurró Lali. Alargó una mano temblorosa y le rozó la mejilla. Estaba caliente, áspera y era sólida. Como Peter—. Esa frase es mía.

Continuará…