Capítulo 10

Hola, hola!!!! Al fin viernes!!! :D Cómo están, qué tal las trata el día?! Espero que bien y comiencen con el pie derecho el fin de semana!!!! Besos y MIL gracias a todas por siempre estar! ;) Son lo más!!! Mañana nos leemos aunque lo más seguro es que el finde deje los capítulos programados… si es así, a partir de las 14h (argentina) los van a tener ya disponibles!!!! ;)

Twitter: @Caparatodos

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—Así que tengo que casarme y tener un hijo, ¿ésa es la idea?

Su madre lo miró con dureza, aunque había un dejo de determinación en sus ojos.

—Me harías muy feliz.

Capítulo 10:

A diferencia de la sutil insistencia de su mamá, su padre era todo lo radical y autoritario que podía ser, pensó Peter mientras terminaba de desayunar. Parecía que nunca había podido mantener una conversación con Juan Lanzani que no terminara en una discusión. Daría lo que fuera por evitarlo aquella mañana, pero no podía irse sin antes despedirse de su papá, o su madre lo estaría llamando ese mismo día para sacárselo en cara con llantina incluida. Discutir con su padre era un fastidio, pero escuchar los regaños de su madre era aún peor.

En todo caso, ya era demasiado tarde para escapar, porque su papá había aparecido. Como todos los sábados por la mañana, iba impecablemente vestido para su partido de golf en el club.

—Creí que ya te habías ido —le dijo su papá mientras se servía el desayuno.

—Anoche no pudimos hablar —dijo Peter—. Y pensé que podríamos hacerlo hoy. ¿Cómo te va con tus partidos de golf?

—Mejor que a ti, supongo —respondió su padre—. ¿Juegas de vez en cuando, o ni siquiera tienen campo de golf por allá donde vives?

Peter hizo acopio de toda su paciencia.

—El lugar se llama Monte Grande, papá, y sí, hay un campo de golf buenísimo no muy lejos, y están construyendo otro a unos kilómetros de distancia. Si van a visitarme algún día, descubrirás que el mundo sigue más allá de Pilar.

—Así que, a pesar de todo, juegas al golf —continuó su padre, interesándose en su tema favorito.

—La verdad es que no he tenido tiempo —le dijo Peter. Ni siquiera había tenido las ganas de hacerlo, en realidad. El golf no era lo bastante exigente para él, o tal vez no jugaba bien. De todas maneras, la idea de entrenar a un equipo de rugby era mucho más entretenida.

—¿Sigues empeñado en darme la contra en todo lo que te sugiero? —preguntó su papá, comenzando por fin en sus críticas hacia Peter.

Pero Peter estaba tan acostumbro ya, que atrás había dejado la fase de rebelarse contra sus padres.

—Sólo tomo las decisiones que considero mejores para mí, papá. Ojalá pudieras entender eso.

—Lo que entiendo es que estás desperdiciando tus oportunidades. Podrías haber ejercido tu título de abogado acá. En un par de años podrías aspirar a un mejor cargo, o incluso a formar parte del congreso. Es tu destino, Peter. No sé qué haces contando los centavos en ese lugar.

—A algunos políticos les vendría bien aprender a contar —comentó Peter irónicamente, ganándose una mirada desaprobatoria de su padre.

—Sabes a lo que me refiero —respondió Juan—. Estás altamente calificado para hacer otras cosas. Tienes un título en Ciencias Empresariales, otro en Derecho y todos los contactos correctos. No sé qué haces trabajando en ese lugar.

Peter alejó su plato y se recostó en la silla con un suspiro.

—Lamento no ser lo bastante ambicioso para ti. Me gusta conocer a la gente en el lugar donde vivo. Me gusta ver los resultados de mis decisiones cuando salgo a la calle. Me gusta resolver los problemas de las personas y de la localidad, en general.

—¿Y qué crees que es la política? —soltó su padre—. Es todo eso, sólo que a mayor escala.

—Quizás —afirmó Peter—. Y también recaudar el dinero suficiente para ganar unas elecciones, conseguir el apoyo popular para ser reelegido, o faltar a las promesas electorales para ganarse el apoyo de alguna organización poderosa. No estoy diciendo que todos sean unos corruptos que sólo quieran llenarse los bolsillos a costa de la gente, pero no tengo paciencia para la política de alto nivel. Lo siento. Es obvio que nunca estaremos de acuerdo, papá. Espero no tener la misma discusión cada vez que nos veamos.

—Eso no te lo puedo prometer —dijo su padre—. Nunca me voy a dar por vencido a hacerte entrar en razón y tener un poco de sentido común.

Peter suspiró profundamente, deseando entender por qué aquello era tan importante para su padre. Pero no tendría sentido preguntárselo, así que optó por intentar calmar la situación.

—Supongo que no querrás ir a visitarme un sábado y jugar al golf conmigo, ¿no? Tenemos un restaurante de primera. Creo que a mamá y a ti les encantaría.

Su padre parecía dispuesto a rechazar rotundamente su invitación, pero en ese momento entró su madre y lo oyó.

—Por supuesto que nos encantaría ir, ¿no es verdad, Juan? —dijo, mirando fijamente a su marido.

—Lo que quieras —murmuró él—. Tengo que irme.

—¿Te espero para la cena? —le preguntó la madre de Peter.

—No. Voy a comer en el club —estaba a mitad de camino cuando se giró—. Siempre es bueno verte, hijo.

—Para mí también, papá.

Juan Lanzani salió del comedor y Peter se giró hacia su madre.

—Bueno, al menos no corrió sangre. Supongo que es un avance.

Ella sacudió la cabeza y se sentó frente a él.

—No entiendo por qué siempre que se ven tienen que andar discutiendo por todo.

—Porque no quiero hacer lo que él quiere. Ya sé que busca lo que, según él, es mejor para mí, pero necesita saber lo que yo quiero para mí.

Claudia Lanzani lo miró con expresión divertida.

—Igual, me parece que se lo has dejado muy claro. Pero se resiste a aceptarlo, por todas las ilusiones que tiene puestas en ti.

—Lo sé, y entiendo que sea normal para un padre desear algunas cosas para su hijo. Pero papá parece estar obsesionado por salirse con la suya, sin importarle cuántas veces le haya dicho que estoy feliz haciendo lo que hago.

—Sabes por qué, ¿no?

—¿Porque es un viejo testarudo?

—No, tampoco te voy a permitir que le faltes al respeto —dijo su mamá con el ceño fruncido—. Algún día tendrás que superar tu orgullo y hablar con él, Peter. Su vida no fue tan fácil como la tuya.

Peter se sorprendió al oír sus palabras.

—¿Cómo puede ser eso posible? Los Lanzani han sido siempre una de las familias más ricas de la ciudad.

—No fue gracias a tu abuelo —dijo su madre con resentimiento.

—¿Qué quieres decir? —apenas se acordaba a su abuelo por parte de papá, salvo por los veinticinco centavos que siempre le ponía en la mano y que acompañaba con el mismo consejo: «no te los gastes de una sola vez».

—Pregúntale a tu papá por él —le aconsejó su madre—. Tal vez, sólo ahí, lo entiendas un poco mejor.

—¿No me puedes contar tú?

—Podría, pero ustedes dos tiene que aprender a comunicarse. Y ahora, cuéntame un poco más sobre Monte Grande.

—Creo que empieza a gustarme —admitió Peter, pensando en la mujer que había conocido en su visita al spa—. Tiene personas muy interesantes.

La expresión de su madre se iluminó.

—¿Alguien en particular? ¿Una mujer?

Continuará…