Capítulo 12

Hola!!!!!!!! Cómo les va?! Qué tal pasaron el domingo??? Espero que lindo, descansado y con la gente que quieren, es la única forma de recargar para la semana! Gracias por sus comentarios y por leer ;) Besos y nos leemos mañana!!! 


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—Está fuera, trabajando —respondió su madre. No se ofreció a llamarlo, pero tras una breve pausa pareció recordar sus buenos modales—. Le diré que lo llamaste.

Capítulo 12:

Lali apenas pudo contener un suspiro. No recordaba la última vez que había hablado con su padre. Su madre siempre encontraba alguna excusa por la que su papá no pudiera hablarle. Algunas parecían sinceras, como la de hoy. Pero otras no. A veces Lali tenía la impresión de que su papá había dejado de hablar con todo el mundo tras la muerte de su hijo.

Se obligó a usar el tono más animado posible.

—Cuéntame qué has estado haciendo, mamá. ¿Sigues preparando postres para la iglesia?

—Hoy llevé una torta de coco —dijo su mamá—. La semana que viene haré una de chocolate. Es la favorita de todos.

—La mía también —aseguró Lali—. Tal vez vaya a visitarlos y puedas prepararme una.

Hubo otro momento de duda antes de que su madre le contestara.

—Avisamos cuando pienses venir, Lali.

Esa vez Lali ni siquiera intentó reprimir un suspiro. Ya se había acostumbrado al rechazo contenido en las palabras de su madre.

—Te avisaré, mamá —dijo, resignándose a acabar otra decepcionante llamada—. Me alegro de haber hablado contigo.

—Yo también —dijo Majo.

Sólo después de colgar, Lali se dio cuenta de que su madre no le había hecho ni una sola pregunta sobre su vida. La falta de interés le seguía doliendo después de tantos años. Aún recordaba cuando volvía del colegio llena de noticias y su mamá le servía un vaso de leche con galletas para escuchar hasta el último detalle. Ahora apenas podían mantener una conversación fría y forzada de cinco minutos.

—Si me quedo aquí un momento más, empezaré a sucumbir en la autocompasión —murmuró para sí misma, y agarró su cartera para salir de ahí.

Dos horas después estaba sentada en un cine con una porción grande de pochoclos, una gaseosa y una bolsa con lentejitas de chocolate. La película de acción apenas le interesaba, pero era mucho mejor que quedarse sola en casa un domingo por la tarde, pensando en la deteriorada relación con sus padres.

Al salir del cine, oyó una voz familiar y se volteó para encontrarse con Martín, el hijo de Candela, acompañado de algunos amigos y de Agustín.

—¿No te encantó la peli? —le preguntó Martín con entusiasmo, pero Agustín intervino antes de que Lali se viera obligada a mentir.

—Algo me dice que a Lali le hubiera gustado más una película romántica.

—Entonces, ¿por qué viniste a ver esta película? —preguntó Martín, desconcertado.

Lali se encogió de hombros.

—Pensé que sería entretenida y atrapante.

—¿Y que te ayudaría a no pensar en otra cosa? —le preguntó Agustín.

Ella frunció el ceño.

—¿Te han dicho alguna vez que tu intuición es tan molesta como la de tu mujer?

Agustín comenzó a reír.

—¿Qué puedo decirte? Es Candela quien me la contagió. Por cierto, vamos a comer una pizza en Rosalina de camino a casa. Candela también va a estar ahí. ¿Quieres venir con nosotros? Te servirá para distraerte, si es ése tu objetivo.

La invitación era interesante, pero los contras superaban con creces los beneficios.

—¿Y verme sometida a un interrogatorio? No creo.

—¿Crees que podremos hablar con toda esta banda, además de Jessica y Felipe? Dale, Lali. Te prometo que no habrá preguntas incómodas.

—Es imposible decirle que no a Cande —dijo Lali con una sonrisa—. Y últimamente no para de intentar meterse en mi vida.

—Ahora es diferente. Cande está demasiado ocupada con los niños como para prestar atención a otra cosa. Las cenas ya no son esas reuniones tranquilas y reposadas que recuerdas, y menos con los amigos de Martín.

Lali vio que Agustín parecía muy feliz con su nueva vida. Ser padrastro y luego padre no le había traído ningún problema.

Fiándose de las palabras de Agustín y el recuerdo del caos que Jessica había creado en su última visita al gimnasio, Lali terminó cediendo. En parte porque los pochoclos no la habían llenado, y en parte porque la idea de pasar un rato en buena compañía era mucho más agradable que pasar el resto del día frente a la tele, lamentándose por la breve y fría conversación que había tenido con su madre.

—En ese caso, los veré allá. La verdad es que tengo ganas de una pizza.

Agustín la miró con expresión vacilante.

—Es un camino muy largo… Lo suficiente para que cambies de opinión varias veces. ¿Tengo que pedirles a Martín y a un amigo que vayan contigo para asegurarnos de que aparecerás? Una vez que le diga a Cande que vas a venir no hay vuelta atrás.

—No voy a cambiar de opinión —le aseguró ella—. No tienes por qué mandarme con escoltas.

Agustín asintió, satisfecho.

—Entonces, nos vemos allá.

Lali vio como se alejaba con los chicos y entonces se dirigió hacia su carro. Bajó la ventana, conectó su ipod y subió el volumen a todo lo que da.

Al llegar a Monte Grande estaba completamente despeinada por el viento, pero su humor había mejorado considerablemente. Lo cual fue una suerte, porque la primera persona a la que vio cuando entró en Rosalina fue al sexy desconocido con el que había hablado a la entrada del spa… y estaba sentado con Candela.

Continuará…