Capítulo 4

 

Hola!!!!! Qué tal las trata el sábado?! Todo bien??? Espero que así sea y lo siga siendo! ;) Besos y gracias por sus lindos comentarios! Me alegra que les esté gustando la historia! De a pocos van a ir descubriendo todas sus dudas… tengan paciencia!!! Qué tengan una linda tarde/noche y nos leemos mañana!!!!

No se olviden de dejarme sus cumples y nombres, mails o algo!!!! Gracias! :D

Twitter: @Caparatodos

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—Podría hacerme un tiempo si quisiera —admitió Lali a regañadientes—. Pero no quiero hacerlo.

—¿Por qué?

Capítulo 4:

—Porque no quiero. ¿No es ese un motivo suficiente? —se embutió otra cucharada de crocante. Había comido más de lo que debería y empezaba a sentirse mal por el exceso de azúcar.

—Cande no te va a obligar a hacerlo si no quieres —le aseguró Eugenia—. Pero quizá deberías explicarle por qué.

Lali sacudió la cabeza. Para dar una explicación tendría que contar muchos y malos recuerdos de su pasado.

—No quiero hablar sobre eso. ¿Podemos cortar el tema?

Eugenia la miró con expresión compasiva.

—Ya conoces el instinto maternal de Candela. Se va a preocupar mucho si no conoce la razón verdadera y te estará molestando hasta que le cuentes. Mi consejo es que se lo digas cuanto antes.

—No —soltó Lali rotundamente—. Me contrataron para trabajar en el centro de belleza, nada más. Si tengo que encargarme de la navidad, tal vez éste no sea mi lugar.

—¡No digas tonterías! —la regañó Eugenia—. Claro que éste es tu lugar. Te queremos como a una hermana, y no vas a dejarlo todo sólo porque no quieras ser parte del comité navideño. Seguro Cande encontrará una solución. Tal vez pueda ir Gustavo, o alguien más en representación.

A Lali se le iluminaron los ojos al pensar en el entrenador personal de Beleco.

—Gustavo encajaría perfecto. Ahora que él y Karina están juntos le encantan las fiestas y eventos especiales. Además, podría hacer todas las tareas que requieran fuerza física, como subir escaleras, cargar cajas y colgar adornos… por no decir que está bastante fuerte. Todas las mujeres del pueblo se ofrecerán como voluntarias para trabajar en el comité.

—Obviamente, ese es un muy buen punto de vista —aprobó Eugenia con una sonrisa—. Coméntaselos a Candela. Y ahora, ¿por qué no comes de verdad en vez de empalagarte con tanto postre? El marisco está muy rico esta noche.

Lali volvió a negar con la cabeza y alejó el plato vacio.

—Estoy llena.

—¿Y te sientes mejor?

—Mucho mejor. Gracias, Euge.

—Cuando quieras —dijo ella mientras se levantaba de su silla—. Pero antes de que tomes una decisión sobre el comité, hay una cosa que deberías tener en cuenta.

Lali se paralizó. Había creído que el asunto estaba cerrado. Iría a ver a Candela, le diría su idea sobre Gustavo para el trabajo y se olvidaría de todo.

—¿El qué?

—El nuevo secretario local estará a cargo del comité.

—¿Y?

—Estuvo aquí con el intendente la otra noche… Es un bombón. Y he escuchado que está soltero.

Lali puso los ojos en blanco.

—¿Es esto lo que me estoy imaginando? ¿Tú y Candela buscándome pareja?

—Nunca se me ocurriría hacer algo así —se defendió Eugenia en tono inocente—. Sólo te estoy contando de lo que sé para que puedas tomar una decisión con todas las cartas sobre la mesa.

—Ya tomé una decisión —insistió Lali—. Y no estoy buscando a un hombre. Acabas de darme un motivo más para negarme a hacer esto.

Eugenia esbozó una media sonrisa.

—Eso fue lo mismo que dijo Candela un tiempo antes de terminar en el altar con Agustín. Las protestas de Rocío fueron aún más vehementes justo antes de casarse con Gastón. En mí caso… no sé cuántas veces repetí que no tenía el más mínimo interés en casarme de nuevo con Nicolás. Y míranos ahora.

Lali se puso pálida.

—Pero yo estoy hablando en serio.

—Igual que nosotras, amiga —dijo Eugenia, riendo—. Igual que nosotras.

Después de todas sus decepciones amorosas, Lali llevaba una vida muy tranquila en ese sentido. Y le gustaba que siguiera así. Envidiaba a Candela, Eugenia y Rocío por sus relaciones, pero los hombres como sus maridos no sobraban en el mundo. Y, por supuesto, no eran la clase de hombres que Lali lograba atraer.

—No te metas en mi vida amorosa —le advirtió a Eugenia con una mirada inflexible.

—No sabía que tuvieras una vida amorosa —respondió Euge.

—Exactamente, ese es mi punto. Y quiero que siga así.

—Vamos a ver —contestó Eugenia mientras se alejaba.

—¡Lo digo en serio! —exclamó Lali detrás ella.

Eugenia se limitó a hacer un gesto de despedida con la mano. Lali no podía ver su cara, pero sabía que estaba sonriendo. Decidió que desde ese momento ahogaría sus penas y preocupaciones con margaritas, como hacían el resto de las Poderosas. La próxima vez que tuviera una crisis se iría a un bar en vez de meterse en la boca del lobo a empacharse con crocante de manzana y soportar consejos bienintencionados.

Peter seguía irritado por su reunión con el intendente cuando salió de la oficina para dirigirse hacia el hotel. La idea de una velada larga y solitaria en la habitación del hotel no lo convencía en absoluto. Necesitaba hacer un poco de ejercicio, agotar sus fuerzas para no seguir pensando en la disparatada conversación que acababa de tener.

De camino a su cuarto, se detuvo en la recepción y le preguntó a Mabel, la recepcionista, si había algún gimnasio en el pueblo.

—Bueno, está el gimnasio Hardy —respondió la recepcionista con el ceño fruncido—. Pero te soy sincera, ese sitio es una pocilga. He escuchado que tienen buenos aparatos y que de vez en cuando le da una mano de pintura a las paredes, pero eso es la única reforma que ha hecho en treinta años. A los hombres no parece importarles, pero las mujeres no paran de quejarse.

—¿Entonces es la única opción? —a Peter no le importaba el olor a sudor, pero dudaba que un lugar así tuviera los equipos en buen estado, a pesar de lo que decía Mabel—. Me parece haber leído algo sobre un local llamado Beleco Spa.

El rostro de Mabel se iluminó al oír el nombre.

—Eso ya es otra cosa —dijo—. Las propietarias compraron una casona vieja de estilo victoriana y la transformaron en algo realmente especial. No he usado ninguna de las maquinas, pero sí me he hecho un tratamiento facial y un baño de barro. ¡De barro! ¿Puedes imaginarte eso? Y te aseguro que nunca me sentí mejor.

Peter asintió.

—Parece el lugar perfecto —dijo, recordando que el artículo que había leído también ponía el local por las nubes.

—Lo es, pero no es para ti —dijo Mabel con un extraño brillo triunfal en los ojos.

—¿Por qué?

—Sólo está abierto para mujeres. Después de tantos años rogándole a Hardy para que arreglara su gimnasio, las mujeres del pueblo tienen por fin un lugar para ellas solas.

—¿Me estás diciendo que Beleco Spa discrimina a los hombres? —preguntó Peter, irritándose—. ¿Nadie han demandado a las propietarias?

—¿Y por qué alguien iba a hacer eso? Es un centro para mujeres. Los hombres tienen sus clubes privados y campos de golf. ¿Ahora unas cuantas mujeres abren algo sólo para mujeres y tú quieres demandarlas? Hazme el favor…

Continuará…