Capítulo 6

 

Hola, hola!!! Cómo empezaron la semana??? Les dije que AMO sus hipótesis y teorías?!!!! SON LO MÁS!!!! jajajaja Gracias por leer y nos leemos mañana ;) besos y María, capi dedicado para ti! Cuídate, mejórate y recupérate pronto! 

Twitter: @Caparatodos

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Se había mudado a Monte Grande porque creía que tenía algo que ofrecer en aquel lugar. Su experiencia como administrador y jefe contable lo había preparado para tratar con cualquier problema que se encontrara ahí. Si tenía que enfrentarse a un intendente exigente y sufrir el rechazo de una mujer misteriosa, podía superarlo.

Miró por última vez a través de la ventana y decidió ir al gimnasio Hardy y volver al hotel con una cerveza y comida para llevar.

Capítulo 6:

Después de su desconcertante encuentro con aquel hombre a la entrada del spa, Lali se retiró a su oficina a intentar disminuir la montaña de papeles que cubría su mesa. Aquél era tan buen momento como cualquier otro para dedicarse a la parte más tediosa de su trabajo.

Por desgracia, no podía concentrarse en nada. Las imágenes del hombre que acababa de conocer invadían constantemente sus pensamientos. Sonrió al recordar su intención de llevar a Rocío a los tribunales. Parecía tan seguro de sí mismo que sería divertido ver cómo Rocío le enseñaba un par de cosas sobre la ley.

Y aunque Lali había tirado la toalla en lo que a hombres respectaba, no pudo evitar una extraña sensación en la boca del estómago. Hacía mucho tiempo que un hombre no la miraba de aquella manera. O que ella fuera consciente y sintiera algo en respuesta.

Sea como sea, no iba a hacer nada al respecto. Se sacudió mentalmente y se sumergió en el papeleo con determinación.

Había acabado el informe de agosto cuando Gustavo tocó la puerta y entró en la oficina. Con su pelo negro y reluciente, su piel bronceada y su cuerpo musculoso, era como un anuncio andante para el gimnasio. También era uno de los hombres más guapos de la zona. Venía de una familia numerosa y estaba a punto de casarse con una madre divorciada que la había pasado muy mal durante dos años. Él y Karina habían tenido que soportar el rechazo inicial de la familia de Gustavo, una familia súper católica, la cual se oponían a la unión de su hijo con una mujer divorciada, pero finalmente Karina los había conquistado a todos.

—¿Todavía sigues acá? —le preguntó Gustavo.

—Estaba poniéndome al día con el trabajo pendiente —respondió ella con una mueca—. ¿Ya es hora de cerrar? Perdí la noción del tiempo.

—Las últimas clientas se marcharon hace cinco minutos. Si estás lista para irte, te llevaré a casa.

Lali lo miró extrañada.

—No es necesario. Puedo ir caminando. No vivo tan lejos de aquí.

—Esta noche no —dijo Gustavo, negando con la cabeza—. Había un hombre mirando por la ventana esta tarde. Nunca lo había visto por aquí. Algunas mujeres se pusieron nerviosas y estuvieron a punto de llamar a la policía, pero cuando salí a ver qué quería ya había desaparecido.

Lali sonrió y sacudió la cabeza.

—Estuve hablando con él. Es inofensivo. Sólo quería inscribirse en el gimnasio, pero le dije que era imposible. Supongo que es nuevo en el pueblo. Se fue después de hablar conmigo.

Gustavo frunció el ceño.

—Sigue sin convencerme. ¿Te dijo cómo se llamaba?

—No, pero yo tampoco le pregunté. No te preocupes. El tipo no parecía malo y hablaba muy bien. No creo que sea una amenaza para nadie.

Mientras lo decía se preguntó si sería verdad. Seguramente no fuera un hombre peligroso en la manera que estaba pensando Gustavo, pero sí podría ser una seria amenaza para ella. Era muy sexy y atractivo, no tan musculoso como Gustavo, pero estaba bastante bien. Sus ojos eran de un tono verde tirando para marrón y brillaban de malicia y picardía. Su pelo castaño y corto tenía un aspecto ordenado, pero a la vez despeinado. Y cuando sonreía, con aquella sonrisa cautivante, su lunar en la mejilla se volvía aún más irresistible. Su ropa era informal, pero Lali podía imaginárselo en saco y corbata. Había creído ser inmune a los encantos masculinos, pero tenía que reconocer que estaba equivocada.

Gustavo seguía sin estar convencido. Alejó un montón de papeles de una silla y se sentó, poniendo los pies sobre la mesa y sacando su celular.

—¿Qué haces? —le preguntó ella.

—Llamar a Karina para decirle que voy a llegar un poco tarde.

—¿Por qué?

Él sonrió.

—Porque no me voy a ir de acá sin ti. Afectaría a mi reputación de chico bueno. La última vez que no le hice caso a mi instinto y perdí de vista a una de las Poderosas, estuvo a punto de que la mataran.

A Lali le recorrió un escalofrío al recordarlo.

—Tú no tienes la culpa de lo que le pasó a Rocío. El esposo de su clienta estaba decidido a desaparecerla. Nadie podía detenerlo.

—Es verdad —admitió él alegremente—. Pero no voy a correr ningún riesgo.

Lali notó su terquedad y no tuvo más remedio que ceder.

—Bueno, bueno. Está bien. No quiero ser la responsable de que llegues tarde a ver a tu mujer —se levantó—. Vamos.

—Sabia elección —dijo él—. ¿Quieres venir a comer con nosotros? Voy a hacer la famosa paella de mamá.

—¿Vas a cocinar? —le preguntó Lali con incredulidad—. Tu mujer trabaja en un restaurante.

—Y por eso mismo no debe cocinar en casa en sus tiempos libre.

Lali lo miró maravillada.

—¿Por qué no tienes hermanos en vez de tantas hermanas?

Gustavo comenzó a reír.

—Tengo primos. ¿Quieres conocer a alguno? Yo soy el mejor de todos, pero hay un par que me siguen los pasos.

—¿Son tan creídos como tú?

—Mucho más.

—Entonces mejor no. Prefiero seguir sola.

Gustavo sacudió la cabeza.

—Es una lástima. Eres una mujer muy guapa, pero sobre todo con un gran corazón. Deberías compartir tu vida con alguien especial.

Lali suspiró.

—Hubo un tiempo en que yo también lo pensaba.

—No digas eso —la regañó Gustavo mientras la hacía subir a su auto—. La persona indicada podría estar esperándote a la vuelta de la esquina.

Lali volvió a recordar cómo se había sentido cuando los ojos del desconocido la recorrieron de arriba a abajo. Tal vez Gustavo tenía razón. Tal vez era muy pronto para renunciar por completo al amor.

Continuará…