Capítulo 18

Hola chicas! cómo están? Muchas gracias por sus comentarios! Me alegra que les esté gustando la nove!!!!! Besos y nos estamos leyendo!!! Buen finde para todas ;)

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—¡Son negocios! —gritó ella cuando Peter se estaba por colgar.

—Lo que tú digas, chiquita —murmuró mientras colgaba—. Lo que tú digas.

Capítulo 18:

—¡Negocios! —se repitió Lali a sí misma al menos cincuenta veces a lo largo de la tarde. Y un cuerno. Peter se había aprovechado de los preparativos navideños para esquivar las normas y proponerle una cita.

Bueno, su problema porque ella no iba a ceder en lo más mínimo. Si Peter no comenzaba a hablar sobre negocios a los cinco segundos de su llegada, lo echaría a patadas de allí. Y si tenía que llamar a Gustavo para usar sus músculos, no dudaría en hacerlo.

—Pareces un poco nerviosa —comentó Candela, asomando la cabeza en la oficina de Lali, justo antes de las seis—. ¿Hay algo que deba saber?

Lali no estaba dispuesta a contarle que Peter iba a ir a verla por cuestiones de trabajo. Sabía que Candela no la tomaría en serio.

—Nada. Todo está bajo control.

—Está bien. Yo ya me voy a casa, por primera vez a mi hora. Nos vemos mañana.

—Que pases una buena tarde.

—Tú también. ¿Tienes algún plan especial?

—Sólo una reunión de negocios —respondió Lali, y enseguida se arrepintió de haberlo dicho. Aunque gozaba de bastante autonomía en su trabajo, normalmente Candela estaba al tanto de cualquier decisión laboral. No tendría que haber abierto la boca.

—¿Qué clase de reunión?

—Nada que ver con el centro —le dijo Lali. Suspiró y decidió decirle la verdad—. Es una reunión sobre los preparativos para navidad.

Los ojos de Candela brillaron con malicia.

—Vas a reunirte con Peter, ¿no? Bueno… Quizás puedas compensar lo de la otra noche.

—No vayas a sacar conclusiones equivocadas por esta reunión —le advirtió Lali.

—Obvio que no —le aseguró Candela con una sonrisa—. Mañana me cuentas todo.

Lali la fulminó con la mirada, pero Candela ya se estaba yendo.

De camino al jardín, se detuvo en la cafetería para recoger los tés y las dos últimas facturas que quedaban. Si Peter no era puntual se pensaba comer todo ella sola.

Por suerte para su cuerpo, Peter apareció en el jardín a las seis en punto.

—¿Es seguro? —preguntó, mirando dramáticamente a su alrededor—. ¿No hay ninguna mujer salvaje correteando desnuda por el jardín?

—Alucinas demasiado me parece —dijo ella.

—Bueno, tienes que admitir que un lugar exclusivo para mujeres da para pensar toda clase de cosas —respondió él, sentándose frente a ella—. ¿Una de esas facturas es para mí? De preferencia la que está entera.

Ella empujó a regañadientes la masita hacia él. Peter lo aceptó y le lanzó una mirada tan intensa y prolongada que Lali se estremeció por dentro.

—¿Cómo estuvo tu día?

—Mucho trabajo —respondió ella secamente, pero recordó las advertencias de Candela y se esforzó por ser educada—. ¿Y el tuyo?

—Mucho trabajo —repitió él—. María vino a verme.

Lali no pudo evitar enojarse.

—¿Qué quería?

—Según Teresa, quería mi cuerpo. ¿Tú qué piensas?

—No estaba allí. No puedo opinar —dijo, mucho más irritada de lo que le hubiese gustado. No debería importarle lo que hicieran María y Peter. ¿Acaso no había pensado que hacían una buena pareja?

—Creí que iba a verme para intentar venderme una casa —admitió él.

—¡Hombres! —murmuró Lali.

Él comenzó a reír.

—Lo mismo que dijo Teresa.

—¿Por qué me estás contando esto?

—Me preguntaste por mi día.

—¿Intentas darme celos?

—Si tan segura estás de que no quieres salir conmigo, ¿cómo podría darte celos? —se lo preguntó con una expresión totalmente inocente.

—No puedes —le dijo ella—. Pero eso no significa que no vayas a seguir intentándolo.

—Mi ego es demasiado frágil para arriesgarse al rechazo continuo.

—¡Ja!

—Te estoy hablando en serio —insistió él.

—Me dijiste que querías hablar de negocios —le recordó ella—. Habla entonces.

—No sé si podré hablar con el estómago vacío. ¿No es hora de comer?

—Acabo de darte una factura. Eso debería de ser suficiente para los quince minutos que vas a estar aquí.

—¿Tenemos que cumplir un horario?

—Yo sí.

—Eres muy dura, ¿sabías?

—Estoy muy orgullos de serlo.

—En ese caso, comencemos —abrió un maletín de cuero y puso una lista en la mesa.

Lali se fijó en que su mano era grande y ligeramente callosa. No era la mano de alguien que se pasara todo el día sentado tras un escritorio. Se imaginó aquella mano tocándola y sintió cómo le hervía la sangre en las venas.

—He encontrado esto en un archivo —siguió él, ajeno a su reacción—. Son los nombres de los vendedores de los últimos diez años. ¿Tienes algún motivo para no volver a llamarlos?

—No se me ocurre ninguno —admitió ella, un poco sorprendida de que Peter empezara a hablar de negocios—. ¿Deberíamos poner un anuncio en los periódicos o emitir un comunicado solicitando nuevos vendedores? De esa manera parecerá que todo pueden participar. Además, siempre es bueno tener caras nuevas. Cuantos más vendedores, mejor. Así la gente tiene más razones para volver año tras año a gastar su dinero.

Ella no, claramente. No había ido a ninguna celebración navideña en los tres años que llevaba viviendo en Monte Grande. Aun así, por mucho que lo intentara, no podía alejarse por completo del espíritu navideño que inundaba el lugar.

—Me parece buena idea traer caras nuevas —dijo él—. Seguramente tengamos que hacer ese comunicado, pero no creo que tengamos dinero para los anuncios. Tenemos que regirnos al presupuesto para promocionar el evento.

Catorce minutos después, cerró su maletín y se levantó.

—Bueno, mi tiempo se ha terminado. Muchas gracias por tu recibirme.

Lali se quedó absolutamente aturdida por el brusco final que Peter le ponía a la conversación, aunque no supo por qué se sentía así. Era ella quien le había puesto un límite de tiempo a la reunión.

—¿Hemos tratado todos los temas que querías tocar? —le preguntó.

—Todos. Te mantendré informada de las respuestas que nos den los vendedores. Supongo que en algún momento tendremos que empezar a pensar en las localizaciones de los puestos y kioscos, pero no hay apuro. A Osvaldo le gustaría tenerlo todo listo para mañana mismo, pero aún falta más de un mes. Creo que para fines de noviembre deberíamos de tener el tema resuelto.

—Muy bien. Que tengas buenas noches.

—Tú también —respondió él, sosteniéndole la mirada—.Ah, ¡qué importa! —murmuró, y se inclinó para besarla. No en la mejilla, como ella pensó, sino en los labios.

Antes de que Lali pudiera reaccionar y cachetearlo por su atrevimiento, Peter se había alejado. Ella dejó escapar un profundo suspiro. Mejor así. Un segundo más y seguramente le habría devuelto el beso sin pensar en las consecuencias.

Al parecer, no era tan inmune a los hombres como había creído. Y mucho menos a aquel hombre en particular.

Continuará…