Capítulo 13

Hola, hola!!!! Cómo arrancaron la semana?! Todo bien??? Espero que así sea! Gracias por todos sus comentarios, hipotesis, amenazas y más jajajaja Las quiero y día día agradezco el que me dedique un ratito! :D Besos y nos leemos mañana... Martes 13 ni te cases ni te embarques ni de tu casa te apartes! ajaajaj así que ya saben! :P BTW! quien será la visitante número 666,666 del blog?! uhhh #SupersticiosAl100%

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Al llegar a Monte Grande estaba completamente despeinada por el viento, pero su humor había mejorado considerablemente. Lo cual fue una suerte, porque la primera persona a la que vio cuando entró en Rosalina fue al sexy desconocido con el que había hablado a la entrada del spa… y estaba sentado con Candela.

Capítulo 13:

Peter estaba agarrando la muñeca que Jessica le había puesto en los brazos cuando levantó la mirada y vio a su mujer misteriosa de pie en la puerta. Estaba mirando directamente hacia él, y por un momento, Peter tuvo la sensación de que iba a salir huyendo. Pero entonces Candela se levantó de su asiento, al otro lado de la mesa, y corrió hacia ella con Jessica persiguiéndola, dejando a Peter a cargo del bebé que dormía en un coche junto a él. Peter tenía mucha experiencia con los hijos de su hermana, pero una vez que habían dejado los pañales. Nunca se había comido el cuento de que los niños no eran tan frágiles como parecían.

Cuando Candela volvió a la mesa, agarrando firmemente por la muñeca a la otra mujer, Peter se puso de pie.

—Lali, quiero presentarte a Peter Lanzani, el nuevo secretario local de Monte Grande —dijo Candela, prácticamente jalando la mano de Lali hacia la suya. Peter la tomó instintivamente—. Peter, ésta es Mariana Espósito, que se encarga de los tratamientos de belleza en el spa.

—Hola otra vez —dijo él, sujetándole la mano unos segundos más de lo necesario. Su piel, delicadamente suave, era la mejor publicidad para un centro de belleza.

Los ojos oscuros de Lali lo miraron con cautela, pero sonrió de todas formas.

—Me alegra saber que mi primera impresión no estaba muy lejos de la realidad.

—¿Ah, no?

—Le dije a Gustavo, nuestro entrenador, que no parecías peligroso —le explicó ella—. A pesar de estar espiando por las ventanas del gimnasio y asustando a las mujeres.

Candela lo miró, asustada.

—¿Eso es cierto?

—No es lo que parece —se apuró por aclarar Peter con una mueca—. Estaba buscando un lugar para poder entrenar un poco. Me dijeron que aquel gimnasio era sólo para mujeres, pero quería comprobar con mis propios ojos que fuera cierto. Lali me encontró en la puerta y me dejó muy claro que no podía entrar.

—Lo siento —dijo Lali, aunque no parecía del todo sincera—. Sólo estaba cumpliendo con las reglas.

—Tal vez tú y Agustín puedan poner su propio algo para hombres por acá—sugirió Candela—. Así no tendré que hacer la tonta cada vez que entra en el gimnasio por la noche.

—Supongo que no me vas a dejar colarme junto con él, ¿no? —preguntó Peter, esperanzado.

—No hay forma —dijo Lali, ganándose una mirada sorpresiva de Candela—. Lo quiero decir… Lo de Agustín es especial. Está casado con una de las dueñas. Pero si dejamos que entres, habrá más hombres que nos pidan lo mismo y al final dejará de ser un gimnasio solo para mujeres.

Peter sonrió por la precipitada explicación.

—Por un momento llegué a pensar que tenías algo personal contra mí.

—¿Perdón? —preguntó ella—. Ni siquiera te conozco.

—A eso le podemos dar una solución bastante rápida —sugirió él, y tuvo el placer de ver cómo se ponía colorada.

—Mmm… no me parece —dijo ella, ganándose otra mirada a modo de reto de su amiga—. Gracias de todas formas.

Él la miró por unos segundos, antes de retirar una silla junto a la suya. Pero antes de que Lali pudiera sentarse, Jessica se subió a la silla y tiró de su brazo.

—Tengo hambre —expresó—. ¿Dónde está mi muñeca?

—Aquí —dijo él, agarrando la muñeca de su propia silla para entregársela a la pequeña—. Yo también me muero de hambre —le confesó a Jessica, sentándose junto a ella.

—Y yo —afirmó Lali, sorprendiéndolo.

—Entonces vamos a pedir —dijo Candela—. Agustín no debe tardar en llegar con los chicos.

—¿Dónde está Laura? —preguntó Lali.

—En la casa de una amiga, supuestamente haciendo un trabajo. Aunque con una piscina en casa de los Navarrete… lo dudo.

Peter miró a Candela con curiosidad. Ya había notado que la diferencia de edad entre ella y su marido era bastante, diez años por lo menos, pero parecía que formaban una familia muy numerosa. Y Agustín sólo tenía treinta y pico de años, como él.

—¿Cuántos hijos tienes?

—Cinco —le respondió Cande. Señaló a Jessica y a Felipe—. Estos dos chiquitines son míos y de Agus, pero tengo otros tres de mi primer matrimonio. Gonzalo, que ya está en la universidad. Laura, como ya he dicho, está con una amiga esta noche, y Martín llegará en cualquier momento con Agustín.

—¿Y trabajas en el gimnasio a tiempo completo? —le preguntó Peter, impresionado.

—Y hace un trabajo extraordinario —añadió Lali—. Las mujeres somos muy hábiles.

Peter frunció el ceño al divisar un tono de reproche femenino en su voz.

—Por supuesto. Sólo intento aprender lo que hace cada uno en Monte Grande.

Candela le volvió a lanzar una mirada de advertencia a Lali.

—Entonces, te alegrará saber que Lali es la mejor organizadora de eventos que puedas encontrar en Monte Grande. Será la que represente a Beleco Spa en el comité navideño. ¿Tú vas a ser el presidente?

Continuará…