Capítulo 22

Buenas, buenas!!!! Cómo las trata el día?! Ojalá que bien y que lo sigan mejorando ;) Besos y mil gracias por estar ahí y sus comentarios!!!! SON LO MÁS! :D

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—Entonces, ¿de qué se trata? Dímelo rápido, porque ya vieron y es tarde para salir corriendo.

—Es tu mamá, Peter —dijo Lali, luchando por soltarse—. La conozco. Y no puedo verla cara a cara. Tienes que confiar en lo que te estoy diciendo.

Capítulo 22:

—¿Conoces a mi mamá? —preguntó él, sorprendido—. ¿Cómo así?

—¿De verdad quieres perder el tiempo hablando sobre esto? Tengo que irme antes de que lleguen. Te lo explicaré después.

—No, quiero saber que es.

—La conozco de Ce’Bella, en Pilar. Le hice un tratamiento una vez.

—¿Y eso te da vergüenza? No entiendo…

—No me da vergüenza —declaró indignada—. Demandó a Bella porque dijo que casi le destrozo la piel. Esa demanda podría haberme costado mi trabajo y mi reputación. Lo único que me salvó fue que Isabella, la dueña, había escuchado que tu madre había hecho lo mismo en otro centro de belleza. Es alérgica a algún producto. Su dermatólogo se lo había explicado, pero ella no quiso entender que no podía recibir el mismo tratamiento que sus amigas, así que fue pasando de centro en centro y armando un circo a su paso. ¿Y ahora puedes dejar que me vaya, por favor?

Peter seguía mirándola con incredulidad.

—¿Mi mamá te demandó?

—A mí no, al centro. Seguramente ni siquiera se acuerde de mí, pero yo sí de ella. ¡Suéltame!

Volvió a tirar de su brazo y esa vez Peter la soltó. Lali no esperó a ver si su madre la reconocía o no. Lo único que le importaba era alejarse de allí antes de que pudiera arrancarle a esa mujer esos pelos teñidos que tenía.

—¿Quién era esa chica y por qué se fue corriendo? —preguntó Claudia a penas lo vio—. Su cara se me hacía conocida.

Peter no estaba dispuesto a recordar el incidente que habían tenido, al menos hasta que hubiera escuchado la versión completa de Lali. Sabía que su mamá era capaz de plantear una demanda por algo tan superficial como una piel irritada, aunque la responsable fuera ella misma por ignorar sus alergias. Tenía la costumbre de negar todo lo que no encajara con ella.

Pero ¿por qué Lali no le había dicho nada hasta ahora? Seguro que se había preguntado si su madre y la mujer que la había denunciado estaban relacionadas o si eran la misma persona. Por el momento tenía demasiadas preguntas y ninguna respuesta, así que se obligó a sonreír.

—No se fue corriendo. Trabaja conmigo en el comité navideño y estábamos conversando sobre algunos detalles. Sabe que no tenemos mucho tiempo y no quería molestarnos.

Su madre no pareció creerle ni una sola palabra, pero su padre no mostró el menor interés.

—¿Esto es Monte Grande? —preguntó en tono arrogante—. ¿Y qué vamos a hacer por aquí? No parece que haya mucho que ver.

—Esto es el centro —dijo Peter, intentando no mostrar una actitud defensiva—. Los grandes centros comerciales estuvieron a punto de destruir a los pequeños comercios, pero consiguieron salir adelante. La farmacia se ha mantenido a pesar de la crisis, la ferretería ha vuelto a abrirse y se han alquilado otros dos locales desde que estoy aquí. En uno de ellos se ha abierto una boutique y en el otro una florería. Una de mis prioridades es atraer más negocios a esta zona. Y el club de jardinería ha organizado un programa de ayuda. Se encargarán de colocar macetas en las puertas de todos los locales y de cuidar las flores. Dentro de un par de años este lugar será irreconocible.

—¡Qué pérdida de tiempo! —soltó su padre—. Los pequeños comercios no pueden competir en el mercado.

—Pueden, si las condiciones son las adecuadas —respondió Peter, y levantó una mano antes de que su padre pudiera contradecirlo—. Vamos a dar una vuelta. ¿Les gustaría ver la oficina? Se construyó a principios del siglo XIX, y está declarado lugar histórico. Alguien del pueblo tuvo el sentido común de luchar por su conservación, y los arreglos realizados a lo largo de los años han respetado el diseño original en la medida de lo posible.

—Me encantaría verlo —dijo su mamá con el rostro iluminado.

—No sé por qué te interesa tanto un montón de ladrillos viejos —susurró su padre, pero comenzó a caminar junto a su mujer y su hijo mientras Peter explicaba cómo la arquitectura de estilo colonial había inspirado la construcción del pequeño edificio con sus columnas blancas en la fachada. El jardín era impecable, y varios árboles daban sombra al edificio y a los bancos cuidadosamente situados. El club de jardinería cuidaba del paisaje que adornaban el perímetro, y acababan de cambiar las flores de verano por brillantes crisantemos.

Dentro del edificio, a la izquierda, había una zona abierta donde se podían pagar los impuestos, y a la derecha había una sala de reuniones donde se realizaban las sesiones mensuales. Una amplia escalera conducía a las oficinas administrativas, incluida la de Peter que abarcaba un gran espacio. No podía compararse al lujo que tenía su padre, pero sus muebles tenían más de un siglo de antigüedad y el escritorio cautivó al instante a su madre.

—Mira esta madera —murmuró, pasando la mano por la suave y oscura superficie—. Es increíble que se conserve tan bien después de tantos años. Seguro que te hace pensar en todos los que trabajaron aquí antes que tú, Peter.

—No es más que un trozo de madera vieja —dijo su padre—. ¿Cuándo vamos a comer? Me muero de hambre.

Peter intentó no alterarse por el continuo desprecio que mostraba su padre.

—Si no les importa hacer un poco de ejercicio, podemos ir caminando hasta el restaurante —les dijo—. No tiene mucho sentido mover el auto.

—Lo que tú digas —aceptó su madre, mirando por última vez la oficina—. ¿Sabes, hijo? Unas cortinas nuevas le darían mucha más luz… ¿Qué te parece? Me encantaría hacerlas para ti. Algo alegre pero con gusto, obviamente.

—No sé si puedo aceptarlo —dijo Peter.

—¿No puedes aceptar un regalo de tu madre? No digas tonterías. No voy a esperar nada a cambio. Ni siquiera vivo aquí.

—Está bien, tal vez esté siendo demasiado fiel a las normas —dijo Peter con una sonrisa—. Pero antes déjame ver si a alguien le importaría que hubiera cortinas nuevas en la oficina principal.

Al salir, su papá comenzó a caminar adelante de ellos, aunque no tenía ni idea del camino que debían tomar. En la esquina se detuvo y miró hacia atrás.

—¿Derecha, izquierda, o de frente?

—De frente. Dos cuadras más y a la izquierda —le dijo Peter.

Su padre asintió bruscamente y siguió caminando.

—No sé qué mosca le picó —comentó su madre—. Estaba ansioso por venir, pero es incapaz de aceptarlo.

—No espero que lo haga —contestó Peter. Todo lo que no fuera una oficina en el Congreso no se ganaba más que el desprecio de su padre.

Claudia guardó silencio e hizo una mueca de preocupación.

—Sigo pensando en esa chica… Estoy segura de haberla visto antes, pero no la llego a recordar.

Y ojalá siguiera sin recordarla, pensó Peter. Lo último que quería era que su mamá tuviera alguna impresión equivocada de Lali. Aunque, siendo honestos, Lali ya tenía una opinión de su madre, y no era la mejor precisamente.

Continuará…