Capítulo 2

Hola!!!!! Qué tal?! Espero que estén bien y hayan tenido un buen día o al menos lo hayan intentado ;) Les dejo nuevo capi y me alegro de que, al menos lo poco que leyeron, les haya gustado! Besos y nos leemos mañana!!!! :D

Twitter: @Caparatodos

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—Cállate —le ordenó Candela con una mirada furiosa, y lo echó del despacho.

Lali miró a Candela con desconfianza mientras cerraba la puerta.

—¿Qué estás tramando?

Capítulo 2:

—¡Ay, Lali! no le hagas caso —dijo Candela, aunque seguía teniendo una expresión sonrojada—. No es nada importante.

Lo que significaba que sí era importante, decidió Lali. Conocía muy bien a Candela después de haber trabajado con ella para abrir el negocio. El spa funcionaba como una máquina bien calibrada gracias a la habilidad de Candela para restarle importancia a las tareas asignadas al personal. Pero Lali había aprendido a desconfiar de aquel tono tan engañador.

—Habla —le ordenó.

—Ahora que lo pienso, afuera hay un día demasiado lindo como para quedarse aquí adentro. ¿Qué tal si vamos al jardín a tomar algo? —sugirió Candela, y se encaminó hacia la cafetería sin esperar la respuesta de Lali.

Una vez sentadas en la sombra de un gran árbol, Candela tomó un largo trago de su té y suspiró con deleite.

—¿Cómo va el negocio? —preguntó con una sonrisa claramente forzada.

—Eso lo sabes mejor que yo —respondió Lali—. Dale, Cande. Desembucha de una vez. ¿Qué pasa?

Candela dejó su taza sobre la mesa y se inclinó hacia delante con expresión muy seria.

—Ya sabes que últimamente estoy hasta el cuello de trabajo…

—Sí, lo sé —confirmó Lali—. No estarás pensando en irte, ¿no?

—No, nada de eso. Este lugar es tan importante para mí como lo es para Rocío y Eugenia. Me siento muy orgullosa de lo que hemos logrado, y también de todo el trabajo que has hecho tú, Lali. No tengo ni la más mínima intención de abandonar el barco.

—Felizmente —dijo Lali con un suspiro de alivio.

Se había encargado del spa durante la licencia por maternidad de Candela y sabía que podía manejarlo sin problemas, pero no quería hacerlo. Ya era bastante responsabilidad estar a cargo de los servicios del centro de belleza. Masajes, pedicure, manicure, tratamientos faciales… Para eso se había preparado profesionalmente, no para estar a cargo del gimnasio que para ella era algo parecido a una tortura, ni para resolver todo el papeleo para la publicidad.

Además, le gustaba el trato a diario con las clientas, mientras que Candela rara vez salía de su oficina.

—Déjame explicarte —dijo Candela—. Jessica y Felipe requieren de toda mi atención en estos momentos, al igual que Martín y Laura. Y prácticamente soy una recién casada —sonrió—. O al menos así me hace sentir Agustín.

—Ajám… me doy cuenta de eso —murmuró Lali.

—La cuestión es que no tengo tiempo para nada.

—Entiendo.

—El Spa se ha convertido en uno de los centros más reconocidos de la localidad, y eso sobrelleva una gran responsabilidad. Tenemos que seguir destacando.

Lali asintió.

—Y para eso una de nosotras tiene que involucrarse en las actividades y eventos locales —miró fijamente a Lali—. No podemos limitarnos a firmar un cheque o asistir a una fiesta. Tenemos que asumir una posición de liderazgo, participar en los comités, ese tipo de cosas.

Los ojos de Lali se abrieron como platos cuando finalmente entendió lo que Candela estaba sugiriendo.

—Ah, no, no… No vas a insinuar lo que creo que estás pensando, ¿no?

Candela la miró con expresión de completa inocencia.

—No tengo ni la menor idea de lo que me estás hablando. ¿En qué estás pensando?

—Es sobre navidad —respondió Lali, sin poder contener su alteración al pronunciar la palabra.

Como todas las fiestas y vacaciones, la navidad en Monte Grande se celebraba con bombos y platillos. Toda la ciudad era decorada con luces y adornos para recibir a Papá Noel, con villancicos, chocolate y regalos para todos los niños. No había ningún habitante ahí que no viviera las fiestas con un entusiasmo infantil.

Excepto Lali. Para ella la navidad era una fecha de supervivencia, no de alegría ni mucho menos celebraciones. De hecho, casi siempre intentaba hacer coincidir sus vacaciones con navidad y pasar esos días en su casa viendo todas las películas que se había perdido durante el año.

—Ni hablar —dijo rotundamente—. No quiero saber nada sobre los festejos navideños.

—Dale, Lali. Por favor —le suplicó Candela—. No son más que unas cuantas reuniones y asegurarse de que todo esté listo: las luces, los árboles, el coro… Vives aquí el tiempo suficiente para saber cómo funciona. Y eres una de las personas más organizadas que conozco.

—Y la que menos quiere hacer esto —contestó Lali—. En serio, Candela. No quiero saber nada sobre la navidad. Si por mí fuera, ya la habría declarado ilegal.

Candela la miró horrorizada.

—¿Por qué? ¿Cómo es posible que no te guste celebrar navidad?

—No me gusta, ¿está bien? Y no puedo ayudarte con esto, Cande. De verdad que no puedo. Pídeme lo que sea, menos esto. Cuidaré a tus hijos, trabajaré horas extras, cualquier cosa que necesites, pero no voy a involucrarme con este festival.

—Pero…

—No lo haré, Candela. Es mi última palabra.

Por primera vez en los tres años que tenía trabajando en el Beleco Spa, Lali se puso de pie y se marchó, dejando boquiabierta a su jefa.

Continuará