Capítulo 16

Buenas, buenas chicas pericas!!! Cómo las trató marzo y su primer día?! Espero que bien y este mes les traiga cosas buenas!!!! Buen viernes, buen fin de semana! Que disfruten y nada, nos leemos mañana!!! ;) besos y gracias por sus comentarios!

Twitter: @Caparatodos

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Lali no esperó a que se lo dijera dos veces y salió de la habitación de Claudia que se convertía en lugar agobiante. Estaba enojada consigo misma por haber aceptado la invitación. Se despidió sin mirar hacia atrás y sin detenerse en su camino hacia la puerta.

Capítulo 16:

—Te acompaño a tu casa —dijo Peter.

—No es necesario. Voy sola.

Peter estaba tranquilo, como si ya hubiera olvidado el beso de la habitación. Hizo un gesto negativo con la cabeza.

—Quiero acostumbrarme a vivir otra vez en Arcadia. Aquí, los caballeros siempre acompañan a las damas a su casa. De manera que no hay lugar a reclamos.

La temperatura de la noche era fresca pero no incómoda, ideal para dar un paseo. Lali levantó la mirada para ver la multitud de estrellas que adornaban el cielo. Una de las ventajas de vivir en una ciudad pequeña era que las luces no impedían la contemplación del firmamento.

Comenzaron a caminar separados pero a paso sincronizado. Un auto pasó junto a ellos rompiendo el silencio de la noche. Los dos saludaron al ver que se trataba de Daniel Martínez sentado al volante. El conductor les devolvió el saludo y estacionó enfrente de la casa de Peter.

—Pobre Daniel —murmuró Peter.

—¿A qué te refieres?

—¿No te diste cuenta de cómo te miró? Todavía está enamorado de ti después de tantos años.

Lali dejó escapar una risa suave. Le parecía mucho más seguro hablar sobre Daniel Martínez que sobre ellos mismos.

—Son imaginaciones tuyas, Peter. Daniel siempre… Bueno, siempre ha sentido cierta atracción por mí, pero sabe perfectamente qué terreno pisa. Sólo es un viejo amigo que cree saber lo que me conviene.

—¿Quieres decir que no le parece bien que camine contigo?

—No me importa lo que pueda pensar —aseguró Lali un tanto sorprendida al darse cuenta que lo decía muy en serio.

La madurez le había proporcionado la suficiente confianza en sí misma como para no prestar atención a lo que la gente pensara de sus actos.

—¡Eso sí que es algo nuevo! —exclamó él que nunca podría olvidar que la esencia de vivir en Arcadia era estar pendiente de lo que los demás pensaran.

—Te equivocas. Hace mucho tiempo que vivo en mi propia casa. ¿Te acuerdas de la casa de la señora Ledesma? La compré cuando murió, hace cinco años.

—Pero esa vieja casona es enorme.

—Por eso me gusta. Tengo todo el espacio que quiero y siempre hay sitio cuando vienen a visitarme mis amigos. Habría lugar de sobra aunque viniera a verme un regimiento.

Lali sonrió de su propio chiste, pero no estaba segura de si Peter había sonreído. Pasaban bajo una hilera de magnolias grandes que ocultaban la luz de la luna. El amarillo pálido de la casa se destacaba entre las sombras. A Lali se le había olvidado dejar encendida la luz de la entrada. El interior también estaba sumido en la oscuridad.

Peter la sujetó del brazo cuando tropezó. El contacto encendió en ella la llama de un deseo que la intimidaba porque había estado construyendo defensas contra él desde que se habían besado, unas defensas que él había traspasado con sólo tocarla.

Lali se soltó de su agarre y buscó en el bolsillo las llaves de la casa. Cuando ellos eran jóvenes nadie en todo Arcadia cerraba las puertas con llave. La delincuencia y el miedo habían llegado incluso hasta un pueblo pequeño.

—Gracias por la comida y por el mantel de tu madre. Es verdad que significa mucho para mí.

—No me des las gracias. Ella quería que tú lo tuvieras.

Peter metió las manos en los bolsillos. Quería irse, pero no terminaba de decidirse. ¿Cómo era posible odiarla y desear besarla al mismo tiempo?

La luz de la luna le iluminaba la cara. Lali vio un brillo en sus ojos que podía ser de deseo. Tragó saliva y se volteó para abrir la puerta. Entró en la casa y se giró para despedirse. La luz resaltaba sus pómulos y su mandíbula.

—Ya nos vemos, Lali.

—¿Cuándo vuelves a Buenos Aires?

Lali necesitaba saber cuándo volvería a desaparecer de su vida para poder enfrentarse a ese momento. Sin embargo, ni el mismo Peter había tomado esa decisión aún.

—No creo que por ahora me vaya. Me parece que me quedaré por aquí una temporada. Buenas noches, Lali.

—Buenas noches —pudo decir ella, antes de ceder al impulso de cerrar la puerta.

Se quedó con la espalda apoyada contra ella sintiéndose presa de una debilidad terrible. El corazón le latía rápidamente. Peter pretendía quedarse en Arcadia y ella no estaba segura de poder soportarlo después de lo que había sucedido aquella noche.

Peter regresó a la casa de su niñez sin disfrutar de la paz de la noche. Aún no eran las diez de la noche y no había ni un alma por las calles. En Buenos Aires las calles estaban llenas de actividad tanto a las diez como a las doce. Ni siquiera había pasado otro auto desde que Daniel los había saludado. Un gato negro cruzó la calle unos cuantos metros por delante de él. Peter suspiró resignado. No esperaba tener buena suerte durante su estadía en Arcadia.

Creyó que había dejado la ciudad y a Lali definitivamente atrás, pero no era cierto. Su regreso había despertado las dudas e inseguridades que había guardado durante años. No podía negar que se había sentido desilusionado cuando Lali no se había presentado puntual para la cena. ¿Cómo podía esperar todavía algo de ella, de Arcadia? La ciudad y Lali nunca habían sido buenas para él.

Tal vez se hubiera equivocado, tal vez debería haberse quedado para luchar y limpiar su nombre hacía doce años. No se merecía haber sido tratado como un asesino cuando su único delito había sido enamorarse de Lali. Tampoco se merecía que lo trataran como un estúpido ahora.

Pateó una piedra. Había decidido quedarse, pero no sabía cómo sobrellevar lo que sentía por Lali, por Arcadia. Sólo había sido un beso y su cuerpo había reaccionado con el mismo fuego del pasado. El ulular melancólico de un búho contagió su corazón de tristeza.

Continuará…