Capítulo 1

Hola, hola!!!! ¿Cómo les va, chicuelas? ¿Qué tal empezaron la semana? Espero que con las pilas al 100% y listas para afrontar nuevas vivencias, que por más mínimas que sean, día a día nos suceden ;) Gracias por sus comentarios y me pone feliz que les haya gustado la nove… arrancamos con una nueva y espero también las enganche! Que disfruten y ya me contarán!!!! Besos y hasta mañana!!! Buen lunes :D

P.D.: No hay epílogo de la anterior... :( Les dije que era cortita y nada, eso fue todo!!! 

Twitter: @Caparatodos

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Capítulo 1:

«Había una vez… un mundo lleno de hombres buenos», pensó Mariana Espósito en un ruidoso bar, pero cuando miró la cara del hombre que había pensado llevar al casamiento de su hermana, llegó a la conclusión de que «ese cuento se había terminado».

—Esta relación no da para más —dijo Benjamín.

«Le voy a clavar un mondadientes en el corazón», pensó Lali, aunque, por supuesto, no lo hizo. Era de plástico y no creía que pudiera hacerle mucho daño. Además, la gente no suele hacer ese tipo de cosas, ¿o sí?. Lo que necesitaba era salir de ahí.

—Y los dos sabemos por qué —continuó Benjamín.

Con toda seguridad ni siquiera se daba cuenta de que estaba enojado, probablemente creía que estaba demostrando madurez y entereza. «Por lo menos, yo sé que estoy furiosa», pensó Lali. Dejó que su enojo disminuyera y aquello le dió una sensación de bienestar, algo que Benjamín jamás había conseguido.

Al otro lado del local, junto a la barra curvada con forma de ruleta, creyó reconocer a alguien. Otro punto en contra de Benjamín: estaba terminando con ella en un bar temático, Azaroso. El nombre debía haberle dado una pista.

—Lo siento, Lali —se excusó Benjamín sin sentirlo en lo más mínimo.

Lali cruzó los brazos sobre su saco gris de cuadros para evitar darle una cachetada.

—¿Es porque no voy a tu casa esta noche? Es miércoles, tengo que trabajar mañana. Tú también. Y la copa la he pagado yo.

—No, no es por eso —Benjamín adoptó una postura caballerosa y herida que sólo los altos, rubios y creídos pueden tener—. No haces ningún esfuerzo porque nuestra relación funcione. Lo que quiere decir que...

«Lo que quiere decir que hemos estado saliendo dos meses y todavía no me he acostado contigo —Lali desconectó y miró a su alrededor, a la gente que no paraba de hablar—. Si tuviera un veneno que no dejara ras-tro, se lo pondría en el trago y nadie se enteraría», pensó.

—... y creo que, si esto hubiera tenido algún futuro, deberías haber puesto de tu parte también —concluyó Benjamín.

«Así que no lo he hecho», pensó Lali; Benjamín podía tener algo de razón. Pero, aunque así fuera, la falta de sexo no era excusa por dejarla plantada tres semanas antes de ponerse el vestido para la boda de su hermana, con el que parecía una campesina fuera de sus cabales.

—Por supuesto que tenemos futuro, Benjamín —respondió intentando enfriar su cólera—. Tenemos planes. Ana se casa dentro de tres semanas. Estás invitado a la boda. A la despedida de soltero. Te vas a perder a la stripper.

—¿Eso es lo que soy para ti? —preguntó levantando la voz—. ¿Un acompañante para el matrimonio de tu hermana?

—Claro que no. Al igual que, seguro tú, no crees que yo sea alguien con quien acostarse por que sí.

Benjamín abrió la boca, pero volvió a cerrarla.

—Evidentemente. No quiero que pienses que esto es un reproche. Eres inteligente, madura, una triunfadora...

Lali escuchaba, a sabiendas de que no iba a decir «Guapa y sexy». ¿Por qué no le daba un infarto? Sólo hay un cuatro por ciento de hombres que los tienen antes de los cuarenta, pero podía estar entre ellos. Y si moría, ni siquiera su madre podría sacarle en cara que no lo llevara a la boda.

—... y serías una madre maravillosa —finalizó Benjamín.

—Gracias —dijo Lali—. Eso no es nada romántico.

—Pensaba que llegaríamos muy lejos.

—Sí, hasta aquí —respondió Lali estudiando aquel local de mal gusto.

Benjamín suspiró y le agarró la mano.

—Te deseo lo mejor, Lali. Intentemos no perder el contacto.

—No sientes ningún dolor en el brazo izquierdo, ¿no? —preguntó alejando la mano.

—No —contestó Benjamín frunciendo el ceño.

—Es una pena —dijo Lali antes de volver con sus amigas, que la observaban desde el fondo del bar.

—Parecía más nervioso que de costumbre —comentó María, que, apoyada en la máquina de discos y con el pelo iluminado por las luces, parecía incluso más alta y provocativa.

Benjamín no la habría tratado a ella con tanta crueldad. No se habría atrevido, María lo habría descuartizado.

«Tengo que parecerme más a ella», pensó Lali, y empezó a hojear la lista de canciones.

—¿Estás enojada con él? —preguntó Candela, con la cabeza ladeada por la preocupación. Benjamín tampoco la habría plantado a ella. Nadie trataba mal a Candela.

—Sí, terminamos —aseguró Lali dejando de pasar páginas. Como era de esperar, habían hasta las canciones menos pensadas. De repente, el bar le pareció mejor. Buscó unas monedas y apretó las teclas de la rocola. Qué pena que nadie hubiera grabado una canción llamada Idiota.

—No me caía nada bien —comentó Candela.

Lali volvió a la barra en forma de ruleta y le dedicó una tensa sonrisa a la camarera vestida de jugadora. Tenía un largo pelo castaño, sedoso y ondulado. «Esta es otra de las razones por la que no podía acostarme con Benjamín», pensó Lali. Su pelo siempre se ondulaba cuando lo soltaba y él se habría dado cuenta.

—Un ron con Coca-Cola —pidió.

Puede que ésa fuera la razón por la que María y Candela no tenían nunca problemas con los hombres: tenían un pelo perfecto. Miró a María, flaca y alta vestida con un vestido de cuero morado y cierres, moviendo la cabeza hacia Benjamín con evidente desprecio. Bueno, puede que no fuera simplemente por el pelo. Si ella se pusiera la ropa de María, estaría más cerca de parecer la prima de Barney que de verse bien.

—Light, por favor —especificó.

—No era para ti —aseguró Candela con las manos sobre las caderas.

—Que el ron también sea light —pidió Lali, y la camarera sonrió y se fue a preparar la bebida.

—¿Por qué salías con él? —preguntó María.

—Porque creí que sí podría ser él —contestó Lali fastidiada—. Era inteligente, lindo, y muy agradable al principio. Parecía una elección sensata. Y de repente, va y se vuelve de lo más tarado.

—Me alegro de que hayan terminado, ahora estás libre para que el hombre adecuado pueda encontrarte. Tu príncipe está en camino —aseguró Candela dándole una palmadita en el brazo.

—Sí. Estoy segura de que está en camino, pero debe de haberlo atropellado un camión —respondió Lali.

—Las cosas no son así —continuó Cande apoyada en la barra con una imagen parecida a la de un duendecito—. Si tiene que llegar, lo hará. No importa cuanto se compliquen las cosas, aparecerá y estarán juntos para siempre.

—¿Qué son esos? ¿Sueños de Barbie? —preguntó María, que la miraba con incredulidad.

Continuará…