Capítulo 15

Hola!!!!! ¿Cómo les va? ¿Qué tal empezaron la semana? Espero que todo bien!!! Felices fiestas patrias a mi país y las peruanitas que me leen :D Gracias por sus comentarios!!! Besos y hasta mañana!

Twitter: @Caparatodos

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—No —dijo con paciencia—. Empieza a subir, yo iré detrás de ti.

«Detrás de ella». ¿Treinta y dos escalones mirándole el culo?

—¡Ni hablar!

Capítulo 15:

—Mira es tarde y estoy cansado. ¿Por qué no...?

—No vas a seguirme por esas escaleras ni aunque se hiele el infierno. Si quieres subir, anda tú primero.

—¿Por qué? —preguntó desconcertado.

—No vas a ir mirándome el trasero hasta allí arriba.

—¿Sabes, Espósito? —dijo meneando la cabeza—. Pareces una persona sensata, pero abres la boca y...

—Empieza a subir o te vas a tu casa.

Peter suspiró y subió el primer escalón.

—Ah, pero un ratito... Ahora tú me lo vas a mirar a mí.

—Sí, pero seguramente el tuyo está bastante fuerte. Es completamente diferente.

—Ni siquiera puedo vértelo. Está oscuro y llevas un saco lo suficientemente larga.

—Sube o ándate —lo amenazó Lali y Peter empezó a ascender.

Cuando llegaron arriba, dudó y ella se quedó mirando la antigua casa de piedra, oscura, desvencijada y cubierta por rosales trepadores tan viejos que se habían convertido en espinos.

—Es bonita —dijo a la defensiva.

—Seguramente lo es más a la luz del día —aventuró Peter educadamente.

—Sí —Lali pasó a su lado para subir las escaleras de la entrada y abrir la puerta—. Bueno, ya puedes irte.

—Ésa no es tu casa, dijiste que vivías veintiséis escalones más arriba.

—Muy bien, si quieres subir hasta el altillo... —dijo haciéndole una seña para que entrara en el vestíbulo de la casa. Una vez dentro, el desteñido papel pintado de color azul y los oscurecidos paneles de madera le parecieron fríos en lugar de acogedores y aquello le molestó—. Arriba —dijo señalando la estrecha escalera que había a un lado y que le pareció incluso más angosta, pues tenía lo que parecían varios metros de espalda bloqueándole el paso. Peter subió dos escalones hasta el primer descanso y ella lo siguió.

Tenía una retaguardia de infarto.

«Es lo único bonito en él —se dijo— Sé sensata y mantén la calma. No vas a volver a verlo nunca.»

—Bueno, al menos esto te sirve para saber que cualquiera que te acompañe a casa dos veces tiene intenciones serias —dijo Peter cuando llegaron arriba. Al darse la vuelta, le golpeó el ojo con el codo. Lali perdió el equilibrio, se agarró del pasamano y se sentó en un escalón—. ¡Ay, no! Perdóname —Peter se inclinó hacia ella, pero Lali lo rechazó.

—No te preocupes, ha sido por mi culpa, iba demasiado cerca.

«Ya ves lo que se consigue cuando se es superficial y objetiva con este hombre», pensó mientras se tocaba con cuidado la zona en la que había recibido el golpe.

—Déjame ver —le pidió intentando mirarla a los ojos y le puso la mano suavemente a un lado de la cara para levantarle la barbilla.

—Deja —le pidió apartándole la mano, porque empezaba a sentir un hormigueo en la piel —Estoy bien, a pesar de pertenecer al setenta y ocho por ciento de las mujeres atacadas por...

—Bueno, bueno, no te pases. ¿Estás bien?

—Sí —aseguró levantándose y pasando a su lado para abrir la puerta—. Ya puedes irte.

—Ok —dijo ofreciéndole la mano—. Encantado de conocerte Espósito. Siento lo del codazo. Que seas feliz.

—Es lo que pienso hacer. Voy a olvidarme completamente de los hombres y a comprarme un gato —dijo entrando y cerrando la puerta antes de que pudiera decir nada más. «Que seas feliz». ¿A quién pretende tomarle el pelo?

Encendió la lámpara que había al lado de la puerta, y que había sido de su abuela, y el cuarto de estar despertó ante sus ojos, destartalado, pero reconfortante. La luz del contestador automático parpadeaba, apretó un botón y se masajeó las sienes mientras escuchaba.

«Lali —decía la voz de su hermana—. Sólo quería asegurarme de que no te has olvidado de que mañana me pruebo el vestido. Tengo ganas de verte». Le pareció un poco angustiada, lo que no iba para nada con la personalidad de su hermana, y rebobinó para volver a escuchar el mensaje. Algo no andaba bien.

«Las Espósito siempre salen perdiendo», dijo acordándose de Peter Lanzani. Se acercó a la maltratada repisa de la chimenea y miró por encima de su colección de bolas de nieve para ver su imagen en el espejo sin brillo que en sus días colgaba en el recibidor de la casa de su abuela. Una cara redonda y pelo castaño liso, eso era lo que Peter Lanzani había estado viendo toda la noche. Y ahora tenía un buen moretón. Suspiró y cogió la bola de nieve que le había regalado Candela para navidad, Cenicienta y el príncipe en las escaleras de su castillo, con palomas por encima de sus cabezas. Peter Lanzani no desentonaría en esas escaleras. Sin embargo, a ella le pedirían que utilizara la puerta de servicio. «No soy de las que salen en los cuentos de hadas», pensó dejando la bola para ir a poner música. Apretó un botón y empezó a sonar Elvis.

«Y no te olvides de que eso es lo que es Juan Pedro Lanzani, Lali, un diablo disfrazado», se dijo antes de aplicarse un poco de crema y darse un baño para borrar el recuerdo de aquella noche. Al menos, la parte en la que aparecía Benjamín. Recordó algunos momentos, después de que éste desapareciera, que no habían estado tan mal, aunque seguía convencida de que no volvería a ver a Juan Pedro Lanzani.

Continuará…