Capítulo 7

Hola, hola!!!!! ¿Cómo pasaron el domingo? Ojalá que todo bien por sus lares!!! Y ya preparadas para empezar y afrontar una nueva semana ;) Gracias por leer!!!! Besos y hasta mañana! Buen lunes para todas!!!!

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Comenzó a caminar antes de que él pudiera decir nada más. La siguió y pasaron por delante de una confundida María y una alegre Candela para cruzar el local y subir a la tarima. Lo último que vio fue la indignada cara de Benjamín.

La noche se estaba poniendo mucho mejor de lo que había pensado.

Capítulo 7:

María miró furiosa hacia la puerta. Toda esa situación no le gustaba. Que Juan Pedro Lanzani volviera a entrar para hablar con Benjamín no mejoró las cosas.

—¿Crees que ha sido por el alcohol? —preguntó Candela.

—No sé lo que ha sido, pero no me gusta nada. ¿Por qué la ha escogido a ella?

—No es tu estilo estar celosa —contestó Candela frunciendo el ceño.

—No lo estoy —dijo María poniendo la misma cara que ella—. Piénsalo un segundo. Lali no se ha insinuado de ninguna forma y él no ha hablado con ella, con lo que no podía saber lo simpática que es. Además está vestida como una monja con máster en administración de empresas. Y sin embargo va y cruza todo el bar para hablar con ella.

—No me parece tan raro —dijo Candela.

—...después de haber hablado con Benjamín —acabó de decir María haciendo un gesto con la cabeza hacia donde éste, con la cara roja, se acercaba a la morena.

—¡Ay, no! —exclamó Candela al caer en la cuenta.

—Sólo podemos hacer una cosa —aseguró María sacando pecho—. Averiguar qué pretende Juan Pedro Lanzani.

—Pero, ¿cómo?

—Estaba con esos dos tipos. ¿Cuál quieres, el alto y morocho o el cachetón? —preguntó señalando hacia la tarima.

Candela miró hacia allí y suspiró.

—El alto y morocho, parece inofensivo. El otro es del tipo pulpo y esta noche no estoy para esas cosas.

—Pero yo sí —dijo María dejando el vaso en la barra. El cachetón la estaba mirando. Le mantuvo la mirada cinco segundos y se volteó para mirar a su amiga—. Dos minutos.

—Hay mucha gente. Dale tres —dijo Candela.

Benjamín vio cómo Peter le abría la puerta a Lali y sintió celos. No es que no quisiera pegarle a Peter, siempre deseaba hacerlo. Aquel tipo no perdía la compostura, nunca hacía un mal negocio, jamás perdía una apuesta y nunca intentaba conquistar a una mujer y fallaba. «Ya te lo advirtió el terapeuta», se recordó a sí mismo, pero no era solamente que necesitara ser el primero en todo. En esa ocasión sus celos tenían un doble motivo.

Peter se había llevado a Lali, que era buen material como esposa, excepto por esa terquedad que él habría doblegado, y finalmente habría vuelto con él. Pero en ese momento...

Cuando Peter volvió a entrar y le hizo un gesto, se puso tenso.

—Nos vamos a cenar —dijo poniendo la mano—. Cien pesos.

Parecía furioso, lo que hizo que Benjamín se sintiera mejor al sacar la billetera y pagarle la apuesta.

—Muy inteligente lo de no decirme que odia a los hombres —dijo antes de desaparecer. Benjamín volvió a la baranda.

—Creo que he cometido un error.

—¿Tú también? —preguntó Melisa con voz triste detrás de su copa de Martini.

—Así que no fue idea tuya lo de dejar a Peter —comentó mirando hacia la puerta.

—No —contestó mirando en la misma dirección—. Creí que había llegado el momento de casarnos y dije «Ahora o nunca» —explicó con sonrisa tensa—. Y él contestó «Lo siento» —exhaló con fuerza y Benjamín intentó no distraerse con el hecho de que no llevara ropa interior debajo del vestido rojo de punto.

—Eso es horrible. Debe de ser idiota —dijo apoyándose en la baranda para no demostrar mala educación y mirarle el escote, algo que Peter Lanzani habría hecho.

—Gracias —dijo dándose la vuelta para mirar hacia la barra en el momento en el que Agustín se levantaba de la mesa de al lado y bajaba las escaleras con Victorio detrás—. Me gustaría saber cómo ha conocido a esa mujer. Juraría que no estaba saliendo con nadie.

Benjamín pensó en confesarle que Peter había salido con ella por una apuesta, pero después decidió no hacerlo. No había apostado en su mejor momento. De hecho, por mucho que intentara, no entendía por qué lo había hecho, era como si una fuerza maligna le hubiera susurrado en el oído. No, era culpa de Peter, eso era, un desastre, porque si Lali se enteraba de que había hecho la apuesta...

—¿La conoces?—preguntó Melisa.

—Es mi ex—novia.

—¡Ah! —exclamó dejando la copa—. Bueno, espero que se arrepienta de haber salido con ella. Ojalá se dé cuenta de lo que ha perdido cuando la lleve a su casa.

—No van a ir. Ella no irá —como Melisa esperaba algo más, añadió—: No le gusta el sexo —Melisa sonrió—. Al menos no intentó nada en los dos meses que estuvimos juntos, así que la dejé.

—No les das suficiente tiempo a las relaciones —aseguró meneando la cabeza sin dejar de sonreír—. ¿A qué se dedica?

—Es asesora de seguros —contestó poniéndose tenso por la crítica—. Y me parece que dos meses...

—Benjamín, si querías terminar en la cama de alguien después cinco minutos, deberías haber salido con una stripper. Si tiene esa profesión es porque es una persona prudente, se pasa el día averiguando cómo minimizar riesgos, y en tu caso, acertó.

—¿En qué? —preguntó. Melisa empezaba a caerle mal.

Continuará…