Capítulo 43

 

Hola!!!!!!! Cómo empezaron el día?! Espero que con el pie derecho, pero sobre todo espero que pasen un lindo domingo ;) Descansen y recarguen para la semana que viene! Besos y les parece si ARRANCAMOS la maratón?! Ya saben, 35 y subo! Nos leemos en un rato!!!

Twitter: @Caparatodos

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Las lágrimas que vio en los ojos de María la tomaron desprevenida, y le dijeron que había hecho lo correcto al incluirla aquella noche en el grupo. Lali nunca se lo hubiera imaginado, pero bajo aquella fachada agresiva y sofisticada, María tenía tantas inseguridades como el resto de ellas.

Capítulo 43:

El teléfono de Lali no dejó de sonar durante todo el domingo, pero ella hizo lo posible por ignorarlo. Incluso salió a dar un largo paseo para evitar la tentación de contestar. Casi todas las llamadas eran de Peter, pero había algunas de Candela, Rocío y Eugenia, quienes no podían entender por qué no se había ido con Peter la noche anterior.

No fue hasta el domingo por la noche cuando finalmente concluyeron las llamadas y Lali se dio cuenta de que sólo estaba retrasando lo inevitable. A la mañana siguiente tendría que ver a Peter en el comité, y ni siquiera ella podía ser tan cobarde como para volver a evitarlo.

Antes de irse a la cama sacó uno de sus conjuntos preferidos del closet. El polo rojo parecía apropiado, combinado con un pantalón gris y unos zapatos rojos que Rocío la había convencido para que se comprara. No eran tan caros como los zapatos de taco que solía usar Rochi, pero habían costado más de lo que Lali solía gastar en un atuendo completo. La compra de la cartera a juego le había provocado dolor de estómago.

Al entrar en la sala de juntas para la reunión semanal se sentía muy sexy y segura de sí misma, pero cuando vio el brillo en los ojos de Peter se lamentó de no haber elegido algo más feo y discreto. Tragó saliva y se obligó a sonreír mientras se sentaba al lado de Nicolás.

—No puedes esconderte toda la vida de él, enana —le susurró Nicolás al oído—. Está loco por ti.

—No, no lo está —respondió ella—. Para él no soy más que un desafío, nada más.

—¿Tienes algo en contra de los hombres guapos y ricos? —preguntó Nicolás, riendo.

—Claro que no.

—Entonces, ¿por qué te empeñas en evitarlo?

—No lo evito.

—La cantidad de llamadas que hizo ayer a mi casa dicen lo contrario…

—¿Llamó a tu casa? —preguntó ella, horrorizada—. Lo siento mucho.

—Estaba muy preocupado porque no podía comunicarse contigo. Y se preocupó aún más cuando Eugenia tampoco logró hablarte. Hizo falta mucha persuasión por mi parte para que no salieran a buscarte. Y si hoy no hubieras aparecido, la policía habría empezado a investigar por todas partes.

—Lo siento —volvió a decir ella—. No quería meter a nadie más en mis asuntos.

—No te preocupes —le dijo Nicolás—. Les dije que seguramente necesitabas un poco de tiempo y espacio para asimilar el paso que has dado. La compra de tu primera casa es algo muy importante… es tu primera casa, ¿no?

Lali asintió.

—Y todo ha pasado tan rápido que tengo miedo de que haya sido un error. Esta mañana llamé al banco para pedir una cita y colgué antes de que me contestaran.

—Es normal, pero ya lo vas a superar —la tranquilizó Nicolás—. Y sabes que puedes contar con nosotros para lo que necesites.

—Gracias.

Nicolás la miró atentamente.

—¿Hay algo más aparte del miedo lógico por endeudarte los próximos treinta años?

—No, nada más —le respondió ella con una sonrisa radiante.

—Buenísimo, pero… no creo que ni a Peter ni a Euge los convenzas con tu palabra.

Lali miró a Peter, quien no les quitaba los ojos de encima.

—Sí, ya me doy cuenta.

Peter comenzó a la reunión y repasó el orden del día en un tiempo récord. Era obvio que quería acabar lo antes posible, lo cual no le hizo mucha gracia a Osvaldo.

—¿Tienes que apagar algún incendio? —le preguntó Osvaldo cuando Peter finalizó su informe—. Tenemos que decidir de dónde vamos a sacar el árbol de Navidad este año.

Peter apenas reprimió un suspiro lleno de fastidio.

—¿De dónde lo sacan normalmente?

—Hasta hace poco los traíamos del bosque que queda a unos kilómetros, pero ahora con las justas quedan árboles —le lanzó una dura mirada a Nicolás, como si él tuviera la culpa del boom inmobiliario—. Tendremos que buscar en otra parte. Hay una casa a las afueras que se dedica a la venta de árboles de Navidad. Creo que deberíamos de ir a verlos, aunque seguramente nos costará un poco más.

—Muy bien, quedas elegido para esa tarea —dijo Peter.

—Es una decisión del comité —protestó Osvaldo cuando Peter se disponía a dar por terminada la reunión—. Propongo que vayamos todos el próximo fin de semana. Puede que todavía sea pronto, pero podemos escuchar villancicos en el auto y tomar chocolate caliente para ir entrando en ambiente —les sonrió a todos con entusiasmo—. Va a ser muy divertido.

Lali y Peter suspiraron al mismo tiempo.

—No puedo ir el sábado —dijo Lali—. Es uno de los días con más trabajo en el spa.

—Yo tampoco el sábado —dijo María—. Ni el domingo. Los fines de semana tengo que enseñar muchas casas.

Osvaldo miró a Nicolás con el ceño fruncido.

—Y supongo que el sábado es el día de mayor facturación en la ferretería, ¿no es así?

—Mmm… sí —admitió Nicolás.

Osvaldo sacudió la cabeza.

—Bueno, entonces iremos un día entre semana. ¿El martes les viene bien a todos? Así tendrán tiempo de sobra para prepararse. ¿Qué dices, Lali?

Cualquier día era igualmente malo para hacer algo que detestaba, así que asintió.

—Los martes no hay mucho trabajo.

—Genial —dijo Osvaldo, y miró a Peter—. Los martes no hay ninguna reunión importante, ¿no?

—No —respondió Peter de mala gana.

Continuará…