Capítulo 50

Holillas! buen día! gracias por todos sus cometarios, y no leemos mas tarde les parece?! besos

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

Tembló y Peter se apresuró a quitarse la casaca para abrigarla. Lali ni siquiera intentó decirle que nada podía aliviar su escalofrío interno. En vez de eso, dejó que su calor la envolviera y aspiró el olor a limón de su colonia. No era suficiente para borrar los recuerdos, pero al menos era una sensación muy agradable.

Capítulo 50:

Peter quería ir en busca de los padres de Lali y meterles un poco de sentido común en la cabeza. ¿Cómo podían ser tan egoístas y abandonar a una hija que los necesitaba desesperadamente? Sus propios padres podían ser insoportables, pero él siempre había sabido que lo querían.

Al menos ahora podía entender mejor a Lali, aunque no sabía cómo cambiar la primera impresión que le había dado sobre sus prioridades en la vida. Él se iría algún día. Había sido su plan desde el principio y estaba decidido a cumplirlo. No entraba en sus planes enamorarse ni casarse hasta haber alcanzado su objetivo. Sólo entonces tendría tiempo para su vida emocional.

Sin embargo, apareció Lali, una mujer salida de la nada que lo fascinaba por completo y que le despertaba un deseo incontenible de protegerla y de estar con ella. De hacerle ver que había alguien que valoraba su presencia y compañía.

En aquellos momentos estaba junto al árbol que Osvaldo había elegido, contemplando el gigantesco pino sumamente emocionada, como si fuera el primer árbol de navidad que veía en su vida.

—Es demasiado grande —dijo él, acercándose a ella y agarrándole la mano.

—No, es perfecto —respondió ella—. Osvaldo ha sabido elegir. Nunca había visto nada igual.

—Debe de costar una fortuna —dijo Peter.

—Por favor, consigue el dinero —insistió ella, mirándolo con el ceño fruncido—. Peter, necesitamos este árbol.

—¿Significa tanto para ti? —le preguntó él, mirándola fijamente.

Ella alargó un brazo y tocó las gruesas ramas.

—Sí.

—Entonces vamos a sacer la plata de donde sea, pero si alguien se queja del mal estado de las veredas los mandaré a que hablen contigo y con Osvaldo.

Justo en aquel momento volvió Osvaldo, seguido por Nicolás y María.

—Cuesta un ojo de la cara —dijo entristecido—. Vamos a tener que buscar otro más pequeño.

—No —protestó Lali—. ¿Le dijiste al hombre que es para decorar la plaza?

—Obviamente. Le hablé sobre los coros, los niños y Papa Noel. Pero es un hombre de negocios, terco como una mula. Me puedo poner en su lugar, pero sigue siendo muy decepcionante.

—Nos quedaremos con este árbol —declaró Peter.

—Fuiste tú quien fijó un tope en el precio, basado en el presupuesto —le recordó Osvaldo.

—Sacaré un poco más dinero de alguna parte.

—No es sólo un poco más —dijo Nicolás—. Son más bien unos cientos.

Peter miró al círculo de caras serias.

—¿Estamos todos de acuerdo en que éste es el árbol que queremos?

—Sí —respondió María—. Nunca hemos tenido un árbol tan increíble.

—Entonces doy mi autorización para comprarlo —dijo Peter—. ¿Estamos de acuerdo, señor intendente?

—¿Puedes sacar el dinero del presupuesto?

—Encontraré lo que falte —respondió Peter. De su propio bolsillo, si era necesario. Cualquier cosa que hiciera brillar los ojos de Lali… aunque tuviera que ayudar a decorarlo.

Lali le rodeó el cuello con sus brazos y le dio un beso en la mejilla.

Peter sonrió. Como incentivo, no estaba nada mal…

—¿Dónde está el vendedor? Tenemos que preparar el envío.

—Yo me encargo —dijo Osvaldo con una amplia sonrisa—. Sabía que no eras el Grinch que aparentabas ser.

—¡Sí lo soy! —gritó Peter mientras Osvaldo se alejaba.

—¡Ay, no le hagas caso! —le dijo Lali—. Has comprado el árbol perfecto.

—No es perfecto. Seguramente está torcido —gruñó él—. ¿Nadie se ha dado el trabajo de revisarlo?

—Demasiado tarde, Petercín —dijo Nicolás, riendo—. Hoy, te guste o no, eres el héroe de la navidad.

—Mi héroe —dijo Lali, mirándolo con ojos sorprendentemente brillantes.

Bueno, pensó Peter. Había confiado en los besos robados para llamar su atención, cuando todo lo que hacía falta era un árbol de Navidad.

Después de dos meses trabajando en Monte Grande, Peter había establecido una especie de rutina. Todas las mañanas pasaba por Café, Café de camino a la oficina para tomarse un café y escuchar los últimos chimentos. Almorzaba en su oficina y al final del día salía a correr para descargar la tensión acumulada. Se había inscrito en Hardy's, pero el gimnasio era tan deprimente que no iba más de una o dos veces por semana.

Su trabajo era un desafío constante. El incremento inmobiliario dentro y alrededor de Monte Grande obligaba a llevar muchos planes y proyectos a un minucioso estudio. No había nadie más en el personal que tuviera su experiencia para analizar los problemas que un desarrollo semejante tendría en los colegios e instituciones de la localidad.

También se había encargado en atraer nuevos negocios a las calles del centro. Confiaba en que una reducción inicial de impuestos animaría a los empresarios y comerciantes a instalarse en los locales disponibles. Hasta el momento dos personas se habían comprometido a abrir sus tiendas después de Año Nuevo, y otras tres estaban pensando en alquilar unos locales para otoño.

Continuará..