Capítulo 59

Hola, hola! ¿Qué tal todo? ¿Cómo arrancaron la semana? Espero que todo bien y con pilas para remarla ;) gracias, gracias y más gracias!!! Las quiero! Besos y hasta mañana, chicuelas!

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

Se preguntó si a Sam le caería bien o si por el contrario trataría de sacarla de casa. Tal vez era el momento de invitarla y averiguarlo. Y no había ninguna razón para sentirse culpable, no había absolutamente nada por lo que sentirse así. Nada. Y punto.

Capítulo 59:

Lali había pensado pasar la mañana tranquilamente en casa preparando aceites esenciales. Pero en vez de eso pintó como un enloquecido Van Gogh. Colocó el retrato en el que había trabajado contra la pared y empezó otro. Su madre llamó y la interrumpió dos veces, así que desconectó el teléfono. Al mediodía había terminado la última pintura de Peter a excepción, por supuesto, de las manos y los pies. Como en todas las demás, Peter estaba dentro de un aura, pero esta vez se había tomado otra pequeña licencia creativa con una parte en especial. No creía haber exagerado. Era lo que suponía, basándose en la dura longitud que había sentido contra el interior del muslo la noche anterior.

Simplemente pensar en lo que había sucedido en la sala hacía sonrojar sus mejillas. La mujer que, a propósito, había convertido un masaje inocente en algo erótico no era ella. Ella no hacía ese tipo de cosas. Tenía que haber alguna explicación, como que tal vez se había podrido algo en el cosmos. O que la luna llena afectaba al flujo sanguíneo del cerebelo, y sin equilibrio en el cerebelo todo se sumía en el caos.

Lali suspiró y sumergió el pincel en pintura roja. Realmente no podía convencerse a sí misma de la teoría de la luna y ya no estaba segura de la teoría del ying y el yang. De hecho, ahora sabía que Peter no era su yang. No era la otra mitad de su alma.

Sólo estaba en su vida para encontrar las piezas robadas del Sr. Arredondo y fingía preocuparse por ella para poder arrestar a Ignacio. Era un policía que vivía al límite y que pensaba que sus creencias eran locuras. Se reía de ella y le tomaba el pelo, luego la hacía arder con la caricia de sus manos y su boca. Ciertamente no la había besado como un hombre que fingiera pasión. La noche anterior, él había compartido una parte de su pasado con ella, un pedazo de su vida, y ella había pensado que habían conectado.

La había mareado de deseo hasta dejarla aturdida. La había hecho arder para después preguntarle si se comunicaba con el más allá, ¿y él le decía loca?

Lali enjuagó los pinceles, luego se cambió la camisa, que usaba como mandil, por un short y un polo con letras en el pecho. No se puso zapatos.

A las doce y media, apareció Ignacio con un paquete de correo que contenía algunos pósteres antiguos de películas que había comprado en una subasta por Internet. Quería saber su opinión sobre qué valor tenían y durante todo el tiempo que estuvieron hablando en la cocina, esperó que hiciera algún comentario de Peter y ella saltando desde la terraza. Pero no lo hizo y pensó que debía sentirse agradecida de que hubiera estado ocupado con la mejor amiga de su novia. Debió de parecer culpable, porque Ignacio le preguntó varias veces si algo iba mal.

Después de que su socio se fuera, Lali sacó finalmente los aceites y los colocó al lado de los recipientes de cristal y frascos sobre la mesa de la cocina. Quería probar con limpiadores faciales, cremas hidratantes y diversas mezclas de tónicos y cremas para el acné y las varices. Cuando estaba a punto de ponerse una mascarilla de yogur, Eugenia tocó el timbre.

Su amiga llegó con un conjunto de ropa interior azul. Lali se lo agradeció y luego la reclutó para un masaje facial. Envolvió el pelo de Eugenia en una toalla de baño y la hizo sentar sobre una silla del comedor con la cabeza hacia atrás.

—Avísame si empiezas a tener la piel demasiado tensa —dijo, esparciendo una mascarilla de arcilla por la cara de su amiga.

—Huele a raro —se quejó Eugenia.

—Eso es porque le eché aceite de hinojo. —Lali esparció la arcilla por la frente de Eugenia, cuidando de no manchar la toalla. Eugenia tenía mucha experiencia con los hombres, no siempre buena, pero no tan mala como la de Lali. Tal vez su amiga pudiera ayudarla a entender lo que había pasado con Peter—. Dime una cosa: ¿conociste alguna vez un hombre que crees que no te gusta, pero con el que no puedes dejar de fantasear y soñar?

—Sí.

—¿Quién?

—Matt Bomer.

—¿¡Quién!?

—El de White Collar.

Lali miró los grandes ojos azules de Eugenia.

—¿Sueñas con el estafador?

—Bueno, creo que tiene un gran corazón y sé que probablemente no se interese en mí, pero me encanta su acento. Está buenísimo. Me imagino atrapándolo.

—Patea para el otro lado. Además está casado y tiene hijos.

—¿Y qué me importa? Pensaba que hablábamos de fantasías. —Eugenia hizo una pausa para rascarse la oreja—. ¿Tienes fantasías con tu detective?

Lali cogió otro poco de arcilla y la esparció por la nariz de su amiga.

—¿Es tan obvio?

—No, pero si no fuera tuyo, las fantasías con él las tendría yo.

—Peter no es mío. Trabaja en mi tienda y lo encuentro algo lindo.

—Es Virgo.

—Está bien, es apasionado, pero no es mi tipo. Cree que Ignacio está metido en ese tema de vender arte robado y probablemente siga pensando que yo también lo estoy. —Esparció el barro por las mejillas de Eugenia antes de añadir—: Y bueno, cree que soy rara, aunque es él quien me pregunta si puedo comunicarme con el más allá.

Eugenia sonrió y arrugó la arcilla de alrededor de la boca.

—¿Puedes?

—No seas tonta. No soy psíquica.

—No es de tonta. Crees en otras cosas como el karma, así que no veo nada raro en que te lo preguntara.

Lali se limpió las manos con una toallita húmeda, luego se dobló por la cintura y envolvió una toalla alrededor de la cabeza.

—Bueno, estábamos haciéndolo en ese momento —explicó, mientras se enderezaba.

—¿Haciéndolo?

—Besándonos. —Ella y Eugenia intercambiaron miradas, y Lali miró hacia arriba, a la cara de su amiga que estaba cubierta, con excepción de los ojos y los labios, de pasta blanca—. Y otras cosas.

—Ah, eso sí que es extraño. —La arcilla suave se sentía maravillosamente fresca sobre la frente de Lali, que cerró los ojos tratando de relajarse—. ¿Quería consejos de alguien, o sólo quería preguntarte para sacarse la duda?

—¿Qué importa eso? La cosa se estaba poniendo bastante buena y se detuvo para preguntarme si podía comunicarme con el más allá.

—Hay una gran diferencia. Si sólo quería hacer unas preguntas, obtener alguna información, entonces es simplemente un poco raro. Pero si quería que te convirtieras en alguien más, entonces deberías buscarte a otro hombre.

Lali suspiró y abrió los ojos.

—Peter no es mío. —El borde de la mascarilla de Eugenia y la punta de su nariz comenzaban a secarse—. Ahora te toca a ti —dijo cambiando de tema a propósito—. ¿Por qué no me dices qué hiciste anoche? —Estaba más confundida que nunca y no sabía cómo se le había ocurrido la idea de que Eugenia podía ayudarla a aclarar sus sentimientos.

Después de la mascarilla, probaron el tónico de Lali y la crema hidratante. Cuando Eugenia se fue, ambas mujeres tenían los poros limpios y un brillo saludable en la piel. Lali preparó una pizza vegetal para cenar y se sentó delante de la tele para comérsela. Con control en  mano, hizo zapping buscando algo donde pudiera ver al hombre de las fantasías de su amiga. Quería ver qué encontraba Eugenia tan fascinante en un hombre que ni siquiera se fijaría en ella, pero el timbre sonó antes de que hubiera tenido la posibilidad de revisar cada canal. Colocó el plato en la mesita de café y fue a la puerta. Con solo abrir la puerta, Peter entró en la casa como un tornado. Tenía un pantalón corto negro con letras en el trasero. Las mangas de su polo habían sido cortadas y los agujeros de las sisas le llegaban casi hasta la cintura. Sus medias blancas estaban ligeramente sucias, los zapatos eran viejos. Parecía un macho arrogante, igual que la primera vez que lo había visto apoyado contra un árbol en el parque fumando como chino en quiebra.

—Ok, dime, ¿dónde está?

Continuará…