Capítulo 62

Hola! ¿Qué tal va el día por sus lares? Espero que todo bien!!! Ya llega el finde, hay que meterle jajaja GRACIAS por sus comentarios, me alegra que les guste y divierta la nove, es la idea! ;) Besos a todas y mañana nos leemos!!!!

Twitter: @Caparatodos

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—Entonces, déjame decirte... —dijo, cogiendo las llaves y la billetera de la mesita— que la próxima vez que sientas la necesidad de pintarme, no dudes en llamarme. Ponte alguna de esas prendas de ropa interior tan sensuales que tienes y te mostraré mi anatomía. En primer plano y de verdad.

Capítulo 62:

Alrededor de medianoche Lali tiró la lencería que Peter había tirado sobre la cama al piso y se acostó. Cerró los ojos e intentó no pensar en él dentro de su dormitorio con el polo sin mangas marcándole los hombros y la ropa interior de encaje colgando de un dedo. La había enojado más que cualquier hombre que hubiera conocido. Tendría que odiarlo a muerte. Realmente debería hacerlo. Primero se había burlado de sus creencias y ahora de su arte y, no importaba lo mucho que lo intentara, él seguía gustándole. Había algo en Peter, algo que la atraía como abeja al panal. No quería dejarse llevar, pero su corazón parecía no atender a razones.

Si había alguien que conociera a Lali por dentro y por fuera, era ella misma. Sabía qué era bueno para ella y qué no lo era. Algunas veces se equivocaba, como cuando aspiró a ser masajista para descubrir que necesitaba una salida más creativa. O cuando había tomado clases de Feng Shui con intención de aprender a diseñar la distribución de una habitación para lograr paz y armonía perfecta, pero en cambio sólo había conseguido un dolor de cabeza.

Como resultado de los distintos giros que había tomado su vida, sabía un poco de cada cosa. Algunas personas podrían considerar eso como algo frívolo e irresponsable, pero ella lo veía de otra manera, más como una disposición a correr riesgos. No temía cambiar de rumbo. Su mente estaba abierta a casi cualquier cosa. Salvo a la idea de dejar que su corazón se involucrara en una relación con Peter. Eso nunca podría funcionar. Eran demasiado diferentes. Como el día y la noche. Positivo y negativo. Ying y yang.

Él saldría pronto de su vida. Pensar en no volver a verlo nunca más debería hacerla feliz. Sin embargo, la hacía sentirse vacía e inquieta.

A la mañana siguiente corrió los habituales cuatro kilómetros antes de regresar a casa y prepararse para ir a trabajar. Después de la ducha se puso un culote blanco con corazoncitos rojos y un sostén a juego. Ese conjunto era uno de los pocos artículos de la tienda de Eugenia que Lali se ponía. Se peinó y mientras se secaba, se maquilló y se puso unos aretes largos de perlas.

Los lunes era el día que Ignacio descansaba y estaría sola con Peter hasta el mediodía, momento en que llegaría Mara. Pasar tiempo a solas con él la asustaba, pero también le provocaba pequeñas mariposas en el estómago. Se preguntó si se dedicaría a revisar los archivos de Ignacio con la puerta de la oficina cerrada igual que la semana pasada. O si tendrían que buscar algo para que él hiciera. Y se preguntó si llevaría el cinturón de herramientas un poco caído sobre las caderas.

Sonó el timbre seguido de un golpe en la puerta que ella reconoció de inmediato. Se puso rápidamente la bata blanca y se ató el cinturón mientras caminaba hacia la puerta. Se retiró el pelo de debajo de la prenda y abrió la puerta. En lugar del habitual jean y la camisa, Peter tenía un terno azul marino, camisa blanca y una corbata a juego. Los oscuros lentes de sol ocultaban sus pensamientos, En una mano tenía una bolsa del mismo bar donde había comprado los sándwiches el viernes, la otra la tenía metida en el bolsillo del pantalón.

—Te traje el desayuno —dijo.

—¿Por qué? ¿Te sientes mal por haberte burlado de mí anoche?

—Nunca me burlé de ti —dijo con la cara totalmente seria—. ¿Vas a invitarme a pasar?

—Nunca pediste permiso. —Se hizo a un lado para dejarlo pasar, luego cerró la puerta detrás de él—. Siempre entras como si estuvieras en tu casa.

—Tenías la puerta cerrada con llave. —Colocó la bolsa de papel en la mesita delante del sillón, y agarró dos medias lunas y dos tazas de café—. Espero que te guste —dijo, quitándose los lentes y guardándoselos en el bolsillo del saco. Luego la miró con ojos cansados y quitando la tapa de los vasos le ofreció uno—: toma.

A Lali no le gustaba el café, pero lo tomó de todas maneras. Él le tendió una media luna y también la aceptó. Por primera vez desde que abrió la puerta notó la tensión que le fruncía la boca.

—¿Qué pasa?

Continuará…