Capítulo 63

Hola, hola! ¿Qué tal su día? Ya listas para el finde?? Espero que estén pasando un buen día! Besos a todas y mil gracias ;) Hasta mañana y que empiecen con todo el finde!

Twitter: @Caparatodos

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—¿Qué pasa?

Capítulo 63:

—Primero come. Hablaremos después.

—¿Primero? ¿Cómo es posible que pueda comer ahora?

Él deslizó la mirada por sus mejillas y su boca, luego volvió a mirarla a los ojos.

—Ayer por la noche un comerciante de arte se puso en contacto con Ignacio. Su nombre es Gerónimo Salazar.

—Conozco a Gerónimo. Ignacio trabajó para él.

—Aún lo hace. Hoy a las tres, Gerónimo Salazar llegará en un vuelo sin escalas. Ignacio y él planean encontrarse en una sala del aeroparque, intercambiar lo de Arredondo por dinero y luego el señor Salazar piensa alquilar un auto y manejar de regreso a Montevideo. Nunca llegará al mostrador de la empresa. Los arrestaremos en cuanto hagan el intercambio.

Lali parpadeó.

—Me estás bromeando, ¿no?

—Ojalá fuera así, pero no. Desde la noche del robo Ignacio tuvo la pintura en su poder.

Ella lo oyó. Sus palabras eran contundentes, pero no tenían sentido. No podía conocer a Ignacio desde hacía tantos años y estar tan equivocada con respecto a él.

—Tiene que haber un error.

—No hay error.

Él parecía tan seguro, sonaba tan inflexible que la primera sombra de duda pasó por su mente.

—¿Estás absolutamente seguro?

—Interceptamos el teléfono de su casa y tenemos grabado cómo coordina la cita con Salazar para la transacción.

Miró a Peter, el cansancio y la tensión asomaban por sus ojos.

—Entonces ¿todo es verdad?

—Me temo que sí.

Y por primera vez desde que la esposó y la llevó a la comisaría, lo creyó.

—¿Ignacio fue quien robó al señor Arredondo?

—Contrató a alguien para que lo hiciera.

—¿A quién?

—No lo sabemos aún.

Se aferró a esa respuesta.

—¿Y no es posible que quien realizara el robo sea el único ladrón?

—No. El robo de una obra de arte tan valiosa como un Monet requiere planificación y una trama clandestina de contactos. Comienza con un coleccionista rico y avanza desde ahí. Creemos que han planeado el robo desde hace por lo menos seis meses y que ésta no es la primera vez que Ignacio y Salazar trabajan juntos. Creemos que han realizado operaciones de este tipo desde que Ignacio conoció a Salazar.

Todo lo que Peter decía era posible, pero increíble de aplicar al Ignacio que ella conocía.

—¿Cómo puede haberse involucrado en algo tan horrible?

—Por dinero. Mucho dinero.

Lali miró la media luna y el café que tenía en las manos. Durante un momento estuvo tan confundida que olvidó cómo habían llegado hasta allí.

—Voy a dejarlos aquí —dijo ella, colocando todo sobre la mesa—. No tengo hambre. —Peter intentó abrazarla, pero ella se alejó y se hundió en el sillón lentamente. Se sentó con las manos sobre sus piernas y la mirada clavada en la habitación.

A simple vista todo parecía igual que hasta hace un momento. El reloj sobre la chimenea marcaba silenciosamente los minutos y la refrigeradora sonaba en la cocina. Una camioneta vieja pasó por delante de la casa y un perro ladró. Sonaba a la rutina de un día normal, pero todo era diferente. Su vida ahora, era diferente.

—Te dejé trabajar en Whim porque no te creí —dijo ella—. Pensaba que estabas equivocado y durante todo este tiempo estuve aferrándome a la idea de que un día vendrías a decirme lo mucho que lamentabas todo e... esto. —Se le quebró la voz y se aclaró la garganta. No quería llorar. No quería sufrir una crisis nerviosa y montar una escena, pero fue incapaz de evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas. Se le empañó la vista, el dibujo de las tazas de café pareció desdibujarse y difuminarse—. Que tendrías que disculparte por arrestarme ese día en el parque y por hacerme traicionar a Ignacio. Pero al final no te equivocabas sobre él.

—Lo siento. —Peter se sentó a su lado con las piernas separadas y cerró su cálida mano sobre la de ella—. Siento que te sucediera algo así. No mereces pasar por esto.

—No soy perfecta, pero nunca he hecho nada para tener tan mal karma. —Sacudió la cabeza y una lágrima se le deslizó por la mejilla hasta una de las comisuras de los labios—. ¿Cómo pude estar tan ciega? ¿Por qué no vi ninguna señal? ¿Cómo pude ser tan estúpida? ¿Cómo no me di cuenta de que me había asociado con un ladrón?

Él le apretó la mano.

—Porque eres como el ochenta por ciento de la gente. No crees conocer a ningún criminal. No sospechas de nadie.

—Tú lo haces.

—Porque es mi trabajo y tengo que estar con el otro veinte por ciento de tarados. —Rozó los nudillos de Lali con el pulgar—. Sé que ahora no eres capaz de ver nada bueno en todo esto, pero todo irá bien. Tienes un buen abogado. Seguro que consigue que te quedes con la tienda.

—No creo que la tienda pueda sobrevivir a este desastre. —Una segunda lágrima se le escapó de los ojos y luego una tercera—. El robo de esa pintura todavía es noticia. Cuando arresten a Ignacio, la tienda se convertirá en un hervidero de periodistas... Nunca podré recuperarme de algo así. —Con la mano libre se secó las lágrimas que le corrían por las mejillas—. Whim se acabó.

—Puede que no —dijo él, su voz profunda sonaba tan confiada que casi le creyó.

Pero ambos sabían que la tienda nunca sería la misma. Siempre estaría marcada por el robo de Arredondo. Ignacio lo había hecho. Él le había hecho eso, y era imposible para ella asociar a Ignacio ladrón de arte con el hombre que siempre le había llevado té cuando no se había sentido bien. ¿Cómo podía existir tal dualidad en una persona? ¿Cómo pudo pensar que conocía a Ignacio tan bien cuando no lo conocía en absoluto?

Continuará…