Capítulo 45

Hola, hola!!!! ¿Cómo les va? ¿Qué tal pasaron el domingo y el día del padre? Espero que aprovechando el día y los momentos con la gente que uno quiere!!!! Gracias por comentar, leer y disfrutar la historia!!!! Mañana nos leemos, besos y empiecen bien la semana!!!!!!!!!!

Twitter: @Caparatodos

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Una hora después estaba pensando con una claridad con la que nunca había pensado. Dejó a un lado la botella vacía y agarró su celular.

Capítulo 45:

Cuando Peter se despertó, no podía abrir los ojos, y tenía la certeza de que en algún momento de  la  noche  había  terminado  a  bordo  de  un  barco,  porque  todo  a  su  alrededor  parecía  estar bamboleándose.

Solo que de repente notó que el colchón se hundía por el movimiento de alguien que no era él. No estaba solo... Un sentimiento de júbilo lo inundó, pero cuando trató de abrir los ojos la luz fue como una puñalada y volvió a cerrarlos de nuevo.

Le daba igual. No estaba solo, y de alguna forma había conseguido que Lali regresara a su cama, pensó bendiciendo lo que fuera que había estado bebiendo la noche anterior.

Tanteando a ciegas por las sábanas cerró la mano sobre la primera cosa cálida que encontró y tiró de ella. O lo intentó, porque...

—No sé si lo sabes —dijo una voz grave que no podía ser la de Lali—, pero no soy de esa clase de chicas.

¡Agustín! Esa vez Peter abrió los ojos de golpe, obligándolos a soportar el penetrante dolor que le causaba la luz del día, y vio aturdido que lo que había agarrado su mano era el muslo de Agustín, que estaba echado a su lado sobre la colcha.

De repente le dieron unas arcadas tremendas. ¡Dios!

—A tu derecha en el suelo tienes un tacho, campeón —le dijo Agustín, empujándolo con el pie en esa dirección—. Bota todo lo que tengas que botar.

Veinte minutos después, Peter estaba duchado y vestido. ¿En qué había estado pensando para emborracharse así la noche anterior?

Se arrastró hasta la cocina, se dejó caer en una silla y le lanzó una mirada a Agustín, que estaba preparando huevos revueltos con una sonrisa divertida en los labios.

—No es que no me alegrara de encontrarte en mi cama esta mañana —le dijo—, pero... ¿qué estás haciendo aquí?

Para molestia de Peter, Agustín siguió revolviendo un buen rato los huevos con esa sonrisita burlona en los labios.

—Anoche vi que tenía un mensaje de voz tuyo en mi celular, pero eso solo fue el comienzo —le explicó por fin—. Luego empezaron a llegarme mensajes de texto en los que me decías que tenía que ir a Mendoza contigo. Te contesté diciendo que estaba ocupado y que me dieras una hora, pero me contestaste  de  inmediato  diciendo  que  tenía  que  venir  ya,  que  querías  recuperar  a  tu  esposa.  Me escribiste que creías que podrías convencerla de que volviera contigo ofreciéndole tu esperma.

Peter enarcó una ceja.

—Me estás bromeando, ¿no?

Agustín se rio.

—Si no me crees, mira tu celular y compruébalo; está ahí, a tu lado, encima de la mesa.

Peter miró su celular como si fuera un bicho raro y miró de nuevo a Agustín.

—Es en serio, ¿no?

—Me temo que sí —dijo su amigo, que parecía estar disfrutando de lo lindo con la situación—. Te pregunté si estabas tomando porque en los mensajes te habías comido varias letras, pero me ignoraste por completo y me contestaste que tenías lo que ella quería, un plan concreto que era mejor que el suyo, y que la ibas a llamar.

¡Oh, oh...!, pensó Peter contrayendo el rostro. Por favor que no la hubiera llamado, que no la hubiera llamado...

—¿Y qué pasó? —inquirió temiendo la respuesta.

—Pasó que dejé lo que tenía entre manos y me vine para acá —dijo Agustín apagando la cocina—. Cuando llegué, estabas borracho a más no poder.

—¿Y  te  quedaste  conmigo,  en  mi  cama,  para  asegurarte  de  que  no  me  ahogaba  en  mi  propio vómito?

—Por eso, y para evitar que llamaras a Lali en ese estado —Agustín le puso delante un plato con huevos revueltos y tocino antes de sentarse frente a él con otro—. Bueno, y ahora cuéntame.

—Está planeando hacerse una inseminación artificial.

—Aaah... Y tú pensaste que podías ayudarla con ese tema. Ok. Aunque no sé, no lo veo muy claro, porque si no quiere nada contigo, ¿por qué creías anoche que tus espermatozoides iban a llevarte más lejos?

—Supongo que pensé que podría convencerla para que lo reconsiderara, para que viera lo que yo puedo ofrecerle, lo que está rechazado.

—Sí... Y eso sería... ¿comodidades?, ¿una seguridad?

—Al fin, alguien se da cuenta.

—Bueno, algo veo, pero no estoy seguro de que sea lo mismo que tú.

Peter no estaba de humor para descifrar adivinanzas, ni para sutilezas.

—A ver, ¿qué tienes que decir?

Agustín sacudió la cabeza.

—Pregúntate esto, Peter: ¿qué es lo que te tiene tan alterado? Quiero decir que, en realidad, ¿qué tiene Lali que no quieres perder?

Peter abrió la boca para contestar, dispuesto a explicarle que estaban hechos el uno para el otro, lo bien que se compenetraban, pero en ese momento, cuando se detuvo a pensarlo, se dio cuenta de que su matrimonio había sido un desastre desde el primer momento.

Lali se había despertado a la mañana siguiente de su boda incapaz de recordar su nombre, y mucho menos de por qué había accedido a casarse con él.

Y desde el principio había sido un fastidio, con todas las dudas que tenía y poniéndolo a prueba para que saliera huyendo de ella.

Había tenido que darle tiempo, había tenido que conquistarla. Lo había tenido todo el tiempo en jaque, todo el tiempo preguntándose si estaría cayéndole bien o no. Muchas veces lo había irritado y lo había confundido.

Pero a pesar de todo había disfrutado con cada momento de esos dos meses. Aquello no tenía sentido.

Echando la vista atrás, Lali había supuesto todas las complicaciones y frustraciones que se daban en las relaciones con amor de por medio que él había querido evitar a toda costa.

Tenía sobre él un efecto que ninguna otra mujer había tenido. Y, a pesar del caos en que había sumido su vida, la idea de no tenerla estaba matándolo.

Miró a Agustín y asintió.

—Está bien, creo que ya lo entendí.

Continuará…