Capítulo 12

Hola, hola!!!! ¿Qué tal empezaron la semana? Espero que bien y con todas las pilas para darle y sobrellevarla de la mejor manera posible :D Gracias por leer!!! Besos y hasta mañana!

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Se llevó una mano a la frente, confiando en que su visión se aclarara y se aliviara el golpeteo que había en su cabeza. Sabía que Peter le estaba diciendo algo, pero su voz se debilitaba por momentos. Cuando empezó a ver las estrellas, entendió que iba a desmayarse.

Capítulo 12:

Peter le estaba diciendo a Lali de forma terminante que, arquitecta o no, debía someterse a las mismas normas de seguridad que el último de los trabajadores, cuando vio que se deslizaba de la silla al suelo sin el más leve gemido. Rápidamente detuvo su caída.

Se puso de pie con ella en brazos sintiendo cómo el corazón le golpeaba las costillas. Miró a su alrededor, pero nadie en la obra sabía qué hacer con una mujer inconsciente. Se acercó al sillón, despejó los periódicos y las anotaciones y la recostó con cuidado.

—Sangre al cerebro —murmuró—. Los pies en alto.

Recordando retazos de primeros auxilios, se sintió preso del pánico. Se sintió un idiota por haberla regañarla antes de darle tiempo a sobreponerse del todo. Lali acababa de salir ilesa de un accidente que podía haber sido fatal y él la estaba sermoneando, no porque estuviera furioso, sino porque se había asustado horrores al verla en peligro. ¿Desde cuándo era tan importante para él?

Corrió al minúsculo baño, empapó varias toallas de papel y volvió a su lado. Se sentó sobre el sillón y le humedeció las mejillas, la frente y el cuello, pero Lali siguió sin reaccionar.

—Lali, Lali, despierta, por favor —tomó su muñeca e intentó encontrar su pulso, pero estaba tan nervioso que no sintió nada, así que empezó a desabrocharle la blusa para palpar la vena del cuello. Sintió cómo latía con fuerza y oyó cómo Lali emitía un leve gemido. Débil de alivio, la incorporó y la abrazó contra su pecho.

Imágenes fugaces de otro momento y de otra mujer fláccida y sin vida pasaron por su cabeza, pero con un sonido de furia las despachó de su mente.

—¡Lali! ¿Estás bien? —Lali volvió a gemir.

Lali intentó traspasar la nebulosa que la separaba de la conciencia. Oyó la voz de Peter y supo que estaba a salvo en sus brazos. Ya no parecía enojado, sólo preocupado, pero no tenía fuerzas para contestarle.

Peter agarró su rostro con una mano, urgiéndola frenéticamente a que se despertara. Debía despertarse, pensó Lali, pero era agradable sentirse abrazada de aquella manera. Durante unos segundos más, se abandonó al lujo de sentirse protegida y cuidada.

Entonces Peter empezó a forcejear con la pretina de sus pantalones. Después de aflojarla, le desabrochó el jean y le sacó la blusa. La estaba desnudando. Ya lo había hecho en una ocasión, pensó, pero entonces llevaba seda y encaje y no un jean y una camisa de hombre.

—Lali, por favor, di algo —le suplicó.

—Creo que ya me está pasando —dijo con voz nerviosa —. Pero tengo que incorporarme.

—Tienes que seguir recostada.

—Sólo un minuto.

Lali se incorporó, apoyó la cabeza en el respaldo del sillón y vio cómo Peter sacaba una manta de un closet empotrado. Como en el tráiler, la temperatura era más bien baja, Lali no dijo nada cuando la cubrió con la manta. Ni cuando se sentó a su lado. Ni cuando la sometió a un intenso examen.

—¿Mejor?

—Creo que sí.

Peter bajó la mirada a su abdomen.

—¿El bebé está bien?

—Sí —se llevó la mano al vientre—. Creo que me afectó bastante el accidente.

Peter exhaló un suspiro.

—Y yo no debería haberte sermoneado antes de que te hubieras repuesto.

—¿Pero me habrías sermoneado después?  —Lali lo miró a los ojos y consiguió sonreír.

—Bueno... —tuvo el detalle de mirarla con pesar.

—Lo pensaré dos veces antes de volver a poner el pie en una tabla.

—Bien. Por dos razones. Una, ha habido un par de accidentes en esta obra. Tal vez esté embrujada, no lo sé. Dos, una experiencia así ha hecho temblar incluso a obreros expertos.

Lali empezaba a sentirse de nuevo ella misma.

—¿También se desmayaron?

—No, pero no estaban embarazados.

—Supongo que he descubierto algo cuando vi todos esos montantes cayendo sobre mí. Lo primero que pensé fue en el bebé. Sentí verdadero temor, una emoción casi primitiva que me heló el corazón, Peter. Entonces entendí que, aunque no había planeado tener este hijo y al principio me costó trabajo aceptarlo... aun así, no quiero que le pase nada malo.

—Yo también me asusté —dijo Peter, otra vez de pie. Se había levantado bruscamente mientras ella hablaba, y parecía no poder mirarla a los ojos—. Entonces, ¿seguro que estás bien? ¿No necesitas que ninguno de mis hombres te lleve a tu oficina?

—No, gracias —contestó después de mirarlo con curiosidad. Sabía que la estaba despachando, así que dejó a un lado la manta y se levantó del asiento—. Tengo que volver a casa a cambiarme. Estoy empapada.

—Sí, lo siento —Peter observó cómo se abrochaba la camisa, dejándosela por fuera de los pantalones.

—No te preocupes. ¿Te agradecí ya lo que hiciste?

—No hace falta.

Lali habría dado cualquier cosa por saber en qué estaba pensando Peter en aquellos momentos, pero su rostro era una máscara inescrutable. Aunque habían compartido la mayor de las intimidades, en aquellos instantes le parecía un completo extraño.

—Si no te importa, hablaremos en otro momento de los cambios —dijo, buscando con la mirada los planos que había llevado consigo—. Revísalos, ¿quieres? Ya ha habido un número sustancial de cambios en esta obra. Les he dicho a nuestros clientes que con tantas órdenes sólo conseguirán encarecer el proyecto y prolongar los plazos, pero nada de lo que digo parece entrarles en la cabeza. No pasa un día sin que el sobrino, que es copropietario de este proyecto, no se presente con otra idea. Raras veces puedo disuadirlo. Al parecer, sólo están contentos si pueden idear algo nuevo.

—Hablando del sobrino, tuve que pedirle que dejara de hacer visitas sorpresa a la obra. Sus preguntas alteraban a la cuadrilla —dijo Peter, siguiéndola hasta la puerta de la caravana.

—Qué suerte tienes. Ojalá pudiera impedirle la entrada a mi oficina —dijo Lali con ironía.

Peter le abrió la puerta.

—¿Has pensado en trabajar menos horas?

—La verdad es que no —Lali bajó los peldaños con la clara sensación de que la estaban echando.

—Te llamaré —dijo Peter.

—Genial.

Estaba subiendo al auto cuando de repente entendió lo que le resultaba extraño de Peter aquel día. Se había preocupado por ella y por el bebé y su conmoción cuando se había desmayado había sido genuina. Pero en el trato personal, daba la impresión de estar distanciándose de ella. Y no había vuelto a hablar de matrimonio.

Continuará…