Hola chicas!!!! ¿Cómo estuvo su día? Espero que bien!
Disculpen la hora, pero ya saben mi lema, tarde pero seguro, así que las dejo
porque me caigo de sueño ajajaja gracias por leer!!!! Un beso y hasta mañana! Fuerza
para la gente de chile!!!!!! Y ojo los países con alerta, a estar
tranquilos pero atentos!
P.D.: Respondo pregunta de Ari y Anónimo jajajaja Le
dice La porque cuando Lali se presentó con Santiago, se le chispoteó su apodo y
Peter estaba ahí ;) espero haber aclarado tu duda con eso :)
Twitter:
@Caparatodos
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—Te...
te voy a extrañar, Peter —dijo Lali suavemente.
No
había palabras para expresar lo que sentía.
—Sí
—dijo, y se marchó.
Capítulo 59:
El
archivo que había sustraído contenía tres nombres, todos con un código de tres
dígitos. Dos de los testigos habían sido recolocados en Catamarca, y era
posible que Mariana Espósito también. El profesional accedió a la base de datos
de una empresa de estudios geológicos, de donde sacó mapas de Catamarca.
Había
unas doscientas personas en el Programa de Protección de Testigos, lo cual
generaba la posibilidad de que Mariana Espósito no se encuentre en dicha
provincia. Deberían estar todo lo dispersas que se pudiera, de manera que las
personas que huían no se encontraran una y otra vez. Pero tenía sentido que los
archivos se guardaran de manera geográfica, de forma que un mismo oficial
pudiera hacerse cargo de dos o tres casos en la misma zona. El profesional
consultó el mapa. Mariana Espósito y los dos millones de dólares debían de
estar en algún lugar de Catamarca.
El
profesional tomó el auricular y reservó un pasaje de ida a San Fernando del
Valle de Catamarca.
Sangre
y sesos, una cabeza destrozada. Un cuerpo pequeño y pálido echo un ovillo sobre
la grasienta vereda. El olor a cordita. El hombre grande de mirada feroz que
alzaba la pistola. Giraba la cabeza despacio, mecánicamente, como un robot,
hacia ella.
Vio
por el rabillo del ojo que algo se removía: una figura alta y oscura, que le
prometía seguridad y refugio. ¡Peter! Trató de levantarse, de moverse hacia él,
pero estaba rodeada de sangre pegajosa. Sus pies escarbaban en vano para salir
de allí.
Peter
se la quedó mirando varios minutos, con sus ojos verdes e indescifrables, y
luego se movió a cámara lenta, girando sus anchos hombros. ¡Se estaba yendo!
Podía verle la espalda, las piernas que se lo llevaban de allí a grandes
zancadas, moviéndose tan rápido que apenas tuvo tiempo de gritarle: «¡Peter!
Vuelve, ¡ayúdame!».
Gritó
hasta que le dolieron los pulmones, pero no salió ningún sonido. Peter siguió
avanzando y, en el tiempo que tardó en estirar la mano hacia él, se había ido.
Se quedó mirando el frío y vacío espacio donde había estado.
Oyó
una risa baja y cruel desde su espalda y se giró, muerta de miedo. La sonrisa
de Fadul se había alargado de manera poco natural y su boca entera se volvió de
un rojo sangre al tiempo que ensalzaba la enorme pistola, negra. Rojo y negro.
El mundo se había vuelto de los colores de la sangre y de la muerte.
Levantó
la pistola y Lali se abrazó. «Muere, puta» le gruñó, y apretó el gatillo.
Lali
dio un bote en la cama, sudorosa y temblando. Esta vez el sueño había sido
diferente. No sabía decir por qué, pero había sentido algo raro, cierta
urgencia, como si algo se estuviera cerrando alrededor de ella.
Un
relámpago iluminó la habitación y un trueno atravesó el cielo. Sonaba como si
estuviera justo encima del techo y Lali se dio cuenta de que lo que la había
despertado había sido el sonido del trueno, y no una bala en su cerebro. Algo
húmedo le tocó la mano y gritó; se llevó una mano al cuello mientras con la
otra buscaba frenéticamente algo que utilizar como arma.
Frodo
estaba sentado sobre sus patas traseras, mirándola con recelo con sus enormes
ojos marrones. Gimió suavemente sin abrir el hocico y Lali recordó que lo
habían maltratado. La agonía de la pesadilla debía de haberle hecho patalear en
la cama y debía de haberlo asustado.
No
era de extrañar, ella también se había asustado. Lali dio una palmadita en la
cama y Frodo saltó inmediatamente junto a ella, acurrucándose en una cálida bola
de pelo y haciendo que el colchón se inclinara con su peso. Al menos ya no
olía.
Lali
apoyó la cabeza con cuidado sobre la cabecera de la cama y trató de luchar
contra la desesperación. Pero hasta la desesperación era mejor que lo que había
detrás: el miedo.
Una
persona, posiblemente varias, la buscaba para matarla y cada día que pasaba
allí estaba (o estaban) más cerca de encontrar su escondite.
Lavalle
tampoco era de demasiada ayuda a la hora de tranquilizarla. Las últimas veces
que había llamado había parecido impaciente. Las llamadas la deprimían tanto
que había empezado a llamar con menos frecuencia. Total, siempre tenían las
mismas conversaciones:
—¿Alguna
novedad?
—No.
—¿Sabe
qué va a pasar?
—No.
—¿Cuánto
tiempo tendré que seguir así?
—No
lo sé.
Las
variaciones eran mínimas y Lavalle se ponía pesado cuando trataba de prolongar
la conversación. A Lali ni siquiera le caía bien Lavalle, pero era todo lo que
había entre ella y el abismo. O Fadul, que para el caso era lo mismo.
Frodo
le apoyó el hocico en la rodilla y ella le acarició la cabeza con mano
temblorosa. Encontró el punto ese que tenía detrás de la oreja y que le hacía
entrecerrar los ojos de placer, y se preguntó por qué sería tan fácil con los
perros. Por mucho que le acariciaran detrás de la oreja, el miedo y la soledad
no se irían a ninguna parte.
Lali
tiró de la manta para taparse las rodillas. Como la mayoría de lo que había en
la casa, era barata y estaba desgastada, y había perdido los colores tras los
muchos lavados. No tenía nada que ver con el edredón de seda pura del color de
las gemas que su madre le había encargado de París para su cumpleaños número
veinticuatro.
Había llegado después del funeral de sus
padres.
Lali
hundió la cabeza en las rodillas y se esforzó por que las lágrimas no brotaran.
Las lágrimas no solucionarían nada y, de todas formas, tampoco debían de
quedarle lágrimas ya. Aunque, al parecer, no debía de ser así cuando un par de
gotas renegadas rodaron por sus mejillas. Lali se pasó una mano por las frías
mejillas y se estremeció al oír la ráfaga de lluvia que daba contra las
ventanas. ¿Se había ido la calefacción? Estaba demasiado cansada, y demasiado
deprimida (y muerta de miedo) como para levantarse a revisar.
A
lo mejor Peter... Lali se detuvo. No debería acostumbrarse a depender de Peter.
Peter se había ido.
Esa
era la otra parte de la pesadilla. Peter marchándose. Le daba la espalda y se
iba. Tanto en la vida real como en su pesadilla.
Tampoco
le extrañaba que se hubiera ido.
Era
un hombre de negocios y tenía un negocio del que ocuparse. Tenía asuntos que
atender y no podía responsabilizarse de una desolada señorita que había tenía
la mala suerte de estar en el sitio equivocado, en el momento equivocado.
Peter
y ella eran amantes, eso estaba claro. ¿Pero quién sabía qué pensaba o sentía
Peter? Lo que significaba para él. Se lo había demostrado; habían estado
disfrutándose como locos durante horas y luego se había vuelto a ir.
El
ciclo se repetía.
Una
amiga suya de Nueva York tenía un amante casado y solía llamarlo el Murciélago.
A Peter parecía importarle, pero no se lo decía. Y ahora la había abandonado
durante toda una semana.
Lali
se mordió el labio. Le parecía casi imposible imaginarse una semana entera sin
Peter en la cama. Cuando estaba cerca no tenía miedo. Pero ahora, todo ese
miedo atrasado aparecía de repente. Quería llamarlo para que regresara, decirle
que necesitaba que se quedara con ella.
Claro
que eso era estúpido. ¿Qué era ella para él, aparte de un cuerpo?
¿Qué
era ella para nadie?
Por
primera vez en su vida, Lali contempló las opciones que tenía. Había viajado
por todo el mundo con sus padres y había sido maravilloso, pero nunca se había
detenido a mirar por encima del hombro, a ver qué estaba dejando atrás. Sólo se
había fijado en lo que había adelante, en el futuro. Había sido tan
excitante... cada vez que se mudaban a un nuevo país, a una nueva ciudad, toda
la nueva gente que conocía.
Por
primera vez en su vida, Lali deseó haber pertenecido a una comunidad. Tener a
gente a la que pudiera pedir ayuda. Un grupo de personas que vivieran en un
sitio, y que llevaran generaciones enteras haciéndolo, y no expatriados que
vivían en lugares remotos.
Allí
también había hechos nuevos amigos, claro está. Euge, Beatriz. Pero creían que
la mujer a la que había conocido era Daniela Rinaldi, una profesora de primaria
perfectamente normal.
Y
no Mariana Espósito, testigo en fuga.
pobre Lali yo me volveria loca...
ResponderEliminarmaaas.. me encanta
besos @x_ferreyra07
Más!!
ResponderEliminarYa quiero que regrese peter jaja
ResponderEliminarPobre lali subí más me encanta
Quiero más!
ResponderEliminarLore
gracias por responder a mi duda
ResponderEliminarla verdad estaba perdida jajaja
pobre lali, me da lastima
beso
Me habia asustado con lo de Peter!!
ResponderEliminarQue regrese Peter!!
Y pobre Lali debe ser dificil su situacion!!
Pobre lali! Esperemos que peter llegue pronto
ResponderEliminarMas novee
Aaah vale, ya entendí, apodo de Lali que con Daniela también sirve no? Perfecto jajaja. Gracias! @Happiness_TA
ResponderEliminarEs una situación demasiado dificil para poder soportar
ResponderEliminarLali se esta planteando su dependencia de Peter.... quizas el la ve asi, se plantee el decirle lo que siente
espero mas noveee
No quisiera estar en los zapatos de ella! ojala hablara con Peter es la unica persona q puede protegerla realmente!
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