Capítulo 66

Holillas!!!! ¿Qué tal estuvo su día? Ojalá que todo bien y dándole, dándoles para que sea lo mejor que se pueda!!!! :D Gracias por leer y ser lectoras tan increíbles!!! Las leo mañana, besos!

Rosario: Espero que nadie salga herido jjajajaja

Twitter: @Caparatodos

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—¡Es genial! —Los ojos de Euge brillaban. Sólo le faltó ponerse a aplaudir como loca—. Ay, Lali, eres una genia. ¿Cómo se te ocurren esas cosas?

—Práctica —dijo Lali.

Capítulo 66:

La pistola no era importante, pero la cámara sí.

No se necesitaba una Magnum para hacer salir a Mariana Espósito. Cualquier especial del sábado por la noche era más que suficiente. Dos horas después de aterrizar en el aeropuerto de Buenos Aires, el profesional había comprado, con total legalidad, un arma. Era pequeña, tenía un cañón de cinco centímetros y sólo llevaba cinco balas, pero no estaba mal. Con dos disparos bastaría.

Había comprado la pistola con una de sus identidades falsas. Las balas acabarían en el laboratorio de balística, localizarían el arma y lo asociarían a esa identidad. El profesional había creado un personaje imposible de rastrear, con un historial de crédito entrecruzado, una educación excepcional e incluso un par de premios por servicios públicos concedidos por las Cámaras de Comercio de dos estados diferentes. El profesional se lo había pasado en grande con las citaciones.

La policía se volvería loca buscándolo.

Y para cuando el primer funcionario mal pagado del laboratorio examinara las balas, el profesional estaría tomándose una piña colada bien helada en la terraza de su casa de playa.

No, la pistola no tenía ninguna importancia. Lo importante era la cámara. Tras pensarlo detenidamente, el profesional había puesto una filmadora que estampaba automáticamente la fecha y la hora a lo que grababa. Eso sí que era importante.

Fadul era un animal, y cuando dijo específicamente que quería la cabeza de Mariana Espósito, eso era exactamente lo que quería. El profesional podía imaginarse a Fadul en algún garaje, recién salido de prisión y regodeándose con la cabeza de Mariana Espósito. Probablemente haría que se la enmarcaran.

Pero no había forma de que el profesional viajara por el mundo transportando una cabeza humana. Así que necesitaba algo más para convencer a Fadul de que había hecho el trabajo.

El profesional lo había planeado todo, hasta el más mínimo detalle. Primero le dispararía al hombro para incapacitarla, le haría unas fotografías con fecha. Luego, pondría la cámara en automático mientras ponía la pistola junto a la cabeza de Mariana Espósito y apretaba el gatillo. Y la fotografía final.

«Un primer plano de la cabeza, —pensó el profesional con satisfacción—. Me gusta».

Peter estaba verdaderamente molesto cuando, el domingo por la tarde, llegó a El Lugar de Mecha. Había sido una semana espantosa.

Sí, había hecho un montón de negocios y había comprado quince potros muy prometedores, pero no había estado ni un sólo minuto solo. Se había levantado al amanecer cada mañana para ver las sesiones de entrenamiento, había estado todo el día ocupado con la conferencia anual y todas las noches había salido a cenar, hablando de negocios hasta muy tarde. El único momento que tenía libre, para llamar a Lali, era a primera hora de la mañana, que para ella todavía era de madrugada.

Después, una espantosa tormenta había obligado a retrasar el vuelo hasta el domingo por la mañana. Peter se pasó el día con gesto sombrío, pasando de un aeropuerto a otro y con una sola idea en la cabeza: volver a casa y ver a Lali.

La extrañaba muchísimo. Las noches habían sido la peor parte; se había pasado las noches pensando en ella, deseando con toda su alma estar a su lado.

Pablo lo había mantenido al tanto por e-mail de lo que pasaba en el pueblo. Le había contado que Lali estaba ayudando a Euge a redecorar la cafetería y que Lali, Euge, Santiago, Stefano, Leonardo y Nadia llevaban todo el fin de semana trabajando en ello. Peter había contestado al e-mail indicándole a Pablo que mandara a a todos los hombres de los que pudiera prescindir para ayudarlas, y que quitaran los viejos recipientes de caballos, los limpiaran, los llenaran de tierra y se los llevaran.

Pero se había reprochado una y otra vez por no estar allí ayudando. Por no estar allí con Lali.

Por fin, a las cinco de la tarde, Peter llegó a su casa. Se dio una ducha rápida y se cambió de ropa antes de salir corriendo hacia Fiambalá, sobrepasando todos los límites de velocidad. Claro que tampoco importaba, porque nadie podía arrestarlo; Santiago estaba en el local, ayudando.

Para cuando llegó al restaurante ya eran más de las seis.

Y ahí estaba.

La mirada de Peter se fue directa a la alta escalera que había en una esquina. Lali estaba subida en el último escalón y levantaba las manos para llegar a la esquina superior. Estaba haciendo algo complicado con un rodillo; Peter no estaba seguro de qué era, pero el efecto era maravilloso. Las paredes estaban pintadas con motas de color azul claro y blanco. Alrededor de la pared, cerca del techo, habían estampado unas hojas muy bonitas de color verde. Si se lo hubieran tratado de describir con palabras, probablemente no lo habría imaginado, pero quedaba muy bien.

Lali había llenado su mente y sus sueños durante su viaje a Texas, y no se trataba sólo de una obsesión sexual. Fuera lo que fuera, era real porque el corazón se le aceleró en cuanto la vio. Iba vestida para trabajar: jeans desteñidos y un polo viejo, pero nada de eso podía ocultar las esbeltas y elegantes líneas de su cuerpo. La deseaba con una intensidad feroz, pero no se trataba sólo de eso.

Criaba caballos, y lo sabía todo acerca de la atracción sexual que las hembras tienen en el macho de cualquier especie, ya sea animal o humano. Hacía más de dos años que no se sentía atraído de esa forma, pero era algo tan fuerte como lo que había visto en los sementales. Así que sí, era sexo, pero también había algo más. Mucho más.

Quería poseerla, pero no se quedaba ahí la cosa. Quería tenerla siempre a su lado; quería contarle cómo le había ido la semana. Quería que le redecorara la casa; Dios, quería que le redecorara la vida entera, como estaba haciendo con la cafetería de Eugenia. Había algo diferente en el ambiente de la cafetería ya. La tristeza que había reinado en el lugar había desaparecido. Era un milagro. La polvorienta y vieja cafetería que había conocido desde siempre había desaparecido.

Y menos mal. Ya no recordaba la cantidad de ardores de estómago que había tenido gracias a Mecha y a Euge. Si Nadia Castillo iba a hacerse cargo por fin de la cocina, todos ganarían y nadie correría el riesgo de envenenarse.

Eugenia se movía por ahí como un colibrí, contenta y feliz; Santiago estaba ocupado clavando clavos en un tablero de madera que sujetaba Stefano; Gustavo y Beatriz estaban secando platos; y Peter se alegró de ver que Pablo y sus hombres estaban ayudando. Rafael y Frodo revoloteaban con cara de felicidad, estorbando a todo el mundo.

Y todo gracias a Lali.

Peter la observó, subida en la escalera, y se le removió el alma entera porque sabía que Lali también lo estaba transformando a él. Estaba haciendo con él lo mismo que con la cafetería: convirtiéndolo en alguien mejor y más alegre.

Peter se quedó un momento allí, de pie, tratando de controlar todas las emociones, desconocidas para él, que lo inundaban. Eran claras, fuertes y completamente nuevas. Todo él era completamente nuevo.

Lali lo había cambiado.

Continuará…