Capítulo 79

Hola, hola!!!! ¿Cómo están? Espero que todo bien y su día haya sido bueno o al menos llevable!!! Gracias por leer y todas sus ocurrencias, es leerlas y sonreír, es que es inevitable!!!! Son geniales :D Gracias, gracias y gracias por ser así!!! Un beso y hasta mañana!!!

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

—¿Qué crees que estás haciendo? —El tono de voz era fuerte y enojado

«Oh, oh», pensó Lali.

Capítulo 79:

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Peter por enésima vez. La había sacado del restaurante sin dejar siquiera que se despidiera de nadie, y la había llevado a casa sin dejar de mirar a todos lados.

La última media hora no había parado de caminar por la alfombra haciendo círculos.

—Creí que te había dicho...

—Que no saliera de la tienda —concluyó Lali la frase—. Sí, me lo dijiste.

—Sabías que no debías ir a lo de Euge, ¿no?

—Sí, Peter. —Lali cerró los ojos.

—Sabías que era demasiado peligroso. Lo hemos discutido un millón de veces.

—Sí, Peter. Lo siento —dijo al fin, suspiró con fuerza y se pasó la mano por el pelo—. Sólo tratas de protegerme y yo me porté como una niña. Perdón, Peter.

A Peter se le pasó un poco el enojo de verla en Sortie. Aunque la irritación era mejor que el miedo que había sentido cuando entró en la tienda de los Valle y no vio a nadie. Un miedo atroz, como nunca antes había sentido, lo invadió cuando Gustavo salió de la trastienda secándose las manos en el delantal y le dijo:

—Lo siento, Peter. Me entretuve ahí atrás. ¿Dónde...? —Y entonces Gustavo había mirado a su alrededor, lívido de horror.

Lali no estaba y a Peter se le cayó el alma a los pies.

Vio a Gustavo girar la cabeza, buscándola pese a que sabía que ya era demasiado tarde.

—Por Dios, Peter —había susurrado Gustavo—. No está. Dios mío, qué he... —Pero Gustavo se había quedado hablando solo, porque Peter ya había salido como un torbellino a la calle, directo al único sitio en el que podía estar.

La reunión de Euge.

Daba igual que hubieran estado discutiendo hacía nada por qué no podía ir. Pese a que Lali sabía que alguien iba detrás de ella, estaba completamente fuera de su elemento. No la habían entrenado para eso, como a él, que había perseguido a hombres y sabía muy bien lo que era.

Había obligado a Héctor Lavalle a que le enviara toda la información relativa a Fadul, descubriendo así que Fadul no era un matón cualquiera, sino un mafioso de considerable poder. Peter sabía lo suficiente como para ser consciente de que una recompensa de dos millones de dólares significaría que todos los asesinos a sueldo del país estarían buscando cualquier pista que los llevara al escondite de Lali.

—Lo siento, Peter —repitió Lali con suavidad, mirándolo a los ojos—. No debería haber ido.

El enojo y el miedo de Peter empezaban a disminuir, aunque aún no se atrevía a tocarla, así que metió las manos en los bolsillos del pantalón y retrocedió un paso.

—No, no deberías haberlo hecho.

—No debería haberte desobedecido.

—No.

—Estabas preocupado.

Preocupado no abarcaba todo lo que había sentido. Aterrorizado se aproximaba más.

—Sí.

—De todas formas... —Lali luchaba por no alzar la voz—... De todas formas, me cuesta imaginar a una de las mujeres de la asociación confabulada con Fadul.

—No tienes ni idea de eso —respondió Peter. No se dio cuenta de lo áspera que había sonado su voz hasta que la vio hacer una mueca de dolor—. El peligro puede venir de cualquier frente, en cualquier momento, y si no estás preparada... eres historia en menos que canta un gallo. No voy a dejar que Fadul te atrape, puedes estar segura de ello.

—Ya lo ha hecho. —Su voz era suave y le llevó un minuto darse cuenta de lo que acababa de decirle.

—¿A qué te refieres con eso?

—Fadul ya ganó, Peter. Ya me quitó mi vida. Lo más seguro es que ya no tenga trabajo y hace casi dos meses que no veo mi casa. ¿Quién sabe cuándo volveré a verla? Para entonces todas mis plantas habrán muerto. Y mi gato. —Trató de soltar una carcajada y se frotó los ojos con disgusto, prometiéndose a sí misma que no lloraría—. Federico Fellini. —Su voz era desoladora y vacía—. Todo lo que tenía. Todo lo que era... ya me lo quitó. Ya no tengo vida; me arrebató.

Era verdad. Ya no tenía esa viveza que tanto contrastaba; parecía que alguien hubiera apagado la luz de su interior. Fadul le había quitado su vida, su centro, su propia esencia.

Peter no conocía a demasiadas personas que pudieran soportar la pérdida de su casa, de su trabajo y su vida, que se encontraran de repente en un lugar desconocido y, aun así, hacer amigos como Lali. Él nunca habría podido hacerlo. Si le hubiera sucedido lo mismo que a ella, no habría tenido el valor suficiente para meterse de lleno en el pueblo, hacer amigos, y cambiar la vida de la gente que lo rodeara.

—¿Peter? —Le miró con ansiedad—. ¿Sigues molesto conmigo?

—No. —Soltó el aire poco a poco y alargó una mano para acercarla a él, agradecido de tenerla a su lado. Viva y en sus brazos—. No estoy enojado, sólo asustado.

—Yo también —susurró.

Peter se alejó un poco.

—Entonces por qué... —empezó a decir, pero se detuvo. Sabía por qué. Había hecho toda la remodelación y el trabajo para decorar el local de Mecha y convertirlo en el de Euge. Se merecía unirse a la fiesta.

—Me... preocupo —dijo al fin.

—Lo sé, Peter. Y siento haber hecho que te preocuparas con mi egoísmo. ¿Me perdonas?

Eso habría movido hasta a una piedra. Y, dijera lo que dijera Melissa, Peter no estaba hecho de piedra.

—Sí —dijo con voz ronca—. Te perdono. De todas formas, ha sido mi culpa; no debería haber llegado tan tarde.

—No, Peter, no te culpes. Soy la única culpable, pero no pude evitarlo. No puedo vivir como te gustaría que hiciera; tendría que ser ciega y sorda y... no preocuparme por nadie, supongo. Quería ver qué tal le iba a Euge.

—¡Mentirosa! Querías probar el pie de manzana —dijo sonriendo.

—El mousse —sonrió—. Y sí, eso también. Aunque no probé bocado. De todas formas, Nadia llevará un poco a lo de Beatriz mañana, si se lo pido. ¿Peter?

—¿Sí?

—Acabamos de tener nuestra primera pelea.

Peter suspiró.

—Sí.

—Y hemos sobrevivido.

—Sí.

—Aunque, cómo no hacerlo, eres terco de pies a cabeza.

Peter apretó los labios.

—Y tú una imprudente sin perdón.

—Pero me has perdonado. —Le sonrió de oreja a oreja—. ¿No que sí?

—Sí. —Peter alargó la mano y abrazó, besándola.

—Supongo que eso significa que de verdad te importó —susurró Lali al cabo de un rato.

Peter sonrió con tristeza.

—Supongo que sí.

Continuará…