Capítulo 24

Hola, hola, hola!!!!! ¿Cómo les va, chicas pericas? Ayyyy yo las extrañé estos días, pero está bueno relajarse y salir de la rutina de vez en cuando!!!! Ya leí todos sus comentarios :D gracias, gracias por estar ahí! Son lo más!!!! Un beso enorme a todas y ahora sí, de vuelta a la normalidad jijijiji hasta mañana!!!!

Capítulo dedicado a ti, Rita, para que este momento que te toca pasar sea más llevadero… Toda la fuerza desde el otro lado del mundo! Te mando un beso enorme!!!

Twitter: @Caparatodos

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Lali rozó con los dedos la superficie del agua, agitando las flores silvestres y los pétalos rosados. Se preguntó si eran los tratamientos los que fallaban o la poca paciencia de su amiga. Eugenia buscaba siempre remedios rápidos, el camino más fácil. Nunca se molestaba en buscar en su alma para encontrar la paz interior y la felicidad personal. Como consecuencia, su vida era un caos. Era un imán para los buenos para nada, y tenía más problemas que un revistero. Pero Eugenia también tenía virtudes que Lali admiraba. Era muy divertida y brillante, siempre iba detrás de lo que quería y tenía un corazón de oro.

Capítulo 24:

—Hace tiempo que no hablo contigo. Desde la semana pasada cuando pensabas que te seguía un tipo grande y morocho.

Por primera vez en una hora, Lali pensó en el detective Juan Pedro Lanzani. En cómo se había metido en su vida y el mal karma que había acumulado gracias a él. Era dominante y maleducado, y emanaba tanta testosterona que la sombra de la barba se le oscurecía con el pasar de las horas. Pero cuando la besó su aura se había vuelto de un rojo intenso, más profundo que con cualquier otro hombre que hubiera conocido.

Pensó en contarle a Eugenia sobre la mañana en que le había apuntado con el arma a un policía encubierto y había terminado siendo su colaboradora. Pero era un secreto demasiado grande para contarlo.

Lali hizo sombra en los ojos con una mano y miró a su amiga. Bueno, en realidad nunca había sido demasiado buena guardando secretos.

—Te cuento algo, pero si me prometes que no saldrá de aquí —comenzó, y luego procedió a soltarle todo como la chismosa que era. O casi todo, porque omitió adrede los detalles más inquietantes, como el hecho de que él tuviera los músculos tan duros y marcados como los de un modelo de ropa interior o que besaba de tal manera que podría seducir incluso a la mujer más fría—. Juan Pedro Lanzani es arrogante y grosero, y estoy forzosamente comprometida con él hasta que Ignacio quede absuelto de todos cargos —concluyó, sintiéndose liberada. Por una vez, los problemas de Lali eran más graves que los de su amiga.

Eugenia guardó silencio por un momento.

—Hummm... —Se puso los lentes de sol—. Y bien, ¿qué te parece ese hombre?

Lali giró la cara hacia el sol. Cerró los ojos y vio el rostro de Peter, los ojos penetrantes y las largas pestañas negras, las sensuales líneas de la boca y el lunar que adornaba su mejilla. El pelo castaño cayéndole por la frente, suavizándole los rasgos. Olía maravillosamente bien.

—Nada del otro mundo.

—¡Una pena! Si tuviera que trabajar con un policía, querría que fuera como uno de esos modelos de revista.

Lo cual, supuso Lali, describía bastante bien a Peter.

—Le haría llevar cajas pesadas para que estuviera todo sudoroso —continuó Eugenia con la fantasía—. Y contemplaría sus músculos cuando las estuviera cargando.

Lali frunció el ceño.

—Bueno, considero más importante el interior de un hombre. No su apariencia.

—¿Sabes? Te escuché decir eso antes, pero si piensas así, ¿por qué no te acostaste con Bernardo cuando eran novios?

¡Punto para Eugenia!, pero de ninguna manera pensaba admitir que el aspecto de un hombre fuera más importante que su alma. No lo era. Un hombre inteligente era mucho más sexy que un cavernícola. El problema era que eso del atractivo interfería algunas veces.

—Tuve mis razones.

—Sí, como que era aburrido, tenía cola y todo el mundo lo confundía con tu papá.

—No era viejo.

—Lo que tú digas.

Lali también podía hacer algunos comentarios sobre el gusto de su amiga con los hombres y maridos, pero guardó silencio.

—No me sorprende del todo que Ignacio sea sospechoso —dijo Eugenia—. Puede llegar a ser una sabandija.

Lali miró a su amiga y frunció el ceño. Eugenia e Ignacio habían salido algunas veces y ahora mantenían una relación amor-odio. Lali nunca había preguntado qué había pasado entre ellos; no quería saberlo.

—Sólo lo dices porque no te cae bien.

—De repente, pero prométeme que de todas maneras mantendrás los ojos abiertos. Tienes una confianza ciega en los amigos. —Eugenia se levantó y se alisó el vestido.

Lali no opinaba igual, pero creía que la confianza debía darse a manos llenas si uno quería que fuera recíproca.

—¿Te vas?

—Sí, tengo una cita con el entrenador. Deberías probar algo así. Tiene un cuerpo impresionante, pero eso no significa nada. Si no es demasiado aburrido, dejaré que me lleve a casa y me muestre como hacer ejercicios.

Lali ignoró a propósito el último comentario.

—¿Puedes poner la música? —preguntó, apuntando hacia el viejo reproductor que estaba encima de una mesa de mimbre.

—No sé cómo puedes escuchar ese mamarracho.

—Deberías probarlo. Tal vez llegues a encontrarle sentido a la vida.

—Sí, bueno, prefiero escuchar al más actual. Otro tipo de cosas que sí dan sentido a mi vida.

—Si tú lo dices.

—Ja, ja —rió Eugenia, mientras cerraba la puerta trasera de un golpe al salir. Lali comprobó de nuevo la línea del biquini por si había señales de enrojecimiento, luego cerró los ojos y buscó su conexión con el universo. Quería respuestas. Respuestas a las preguntas que no entendía. Como ¿por qué el destino había querido que Peter entrara en su vida con la fuerza de un tornado cósmico?

Peter lanzó el cigarro en el macetero, luego levantó la mano hasta la pesada puerta de madera. Se abrió apenas la tocó, y una mujer de pelo rubio y brillantes labios rosados clavó los ojos en él desde detrás de sus lentes de sol rosadas. Aunque había vigilado esa dirección durante semanas, dio un paso atrás y miró los números clavados en el lateral de la casa para asegurarse.

—Estoy buscando a Mariana Espósito —dijo.

—Tú debes ser Peter.

Sorprendido volvió a mirar a la mujer que tenía delante.

Detrás de los lentes, los ojos verdes se deslizaron hacia abajo por su pecho.

—Me dijo que eres su novio, pero obviamente omitió algunos detalles. —Lo miró a la cara y sonrió—. Me pregunto por qué se olvidó de la parte más interesante.

Y Peter se preguntaba qué habría contado exactamente su colaboradora de él. Tenía varias preguntas que hacerle, pero esa no era la única razón por la que necesitaba verla. Nunca había trabajado con alguien tan tenso y terco como Lali y temía que acabara perdiendo la cordura, y pusiera al descubierto todo el plan. La necesitaba relajada y cooperativa. Sin más escenitas. Sin que volviera a interponerse entre él y su nuevo amigo Ignacio.

—¿Dónde está Lali?

—En la piscina. —Salió y cerró la puerta detrás de ella—. Ven. Te llevo. —Lo guió por un lateral de la casa y apuntó hacia una reja alta cubierta de rosas trepadoras. Un arco con una puerta entreabierta la dividía en dos.

—Por ahí —señaló la mujer antes de retirarse.

Continuará…