sábado, 8 de junio de 2013

Capítulo 27




Hola, hola!!!! ¿Cómo pasaron el sábado? Ojalá que bien y disfrutando del finde!!!! Un beso a todas y tengan un lindo domingo! ;)

Twitter: @Caparatodos
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—¿Eres vegetariana no practicante? —Él nunca había escuchado semejante cosa, pero ¿de qué se sorprendía?

Capítulo 27:

—Sí, trato de resistirme a mis deseos carnívoros, pero soy débil. Tengo problemas de autocontrol.
El autocontrol normalmente no era problema para él, por lo menos hasta ahora.

—Me encantan la mayoría de las cosas que son malas para mis arterias. A veces estoy a medio camino de algún restaurante de comida rápida antes de darme cuenta.

La vitrina que había sobre el rincón del desayuno lanzaba destellos de color sobre la habitación y la hilera de frascos de cristal que había sobre la pequeña mesa de madera. La habitación olía como Whim, a pachuli y aceite de rosas, pero a nada más, o por lo menos a nada que hiciera sospechar que allí había una buena cocinera. Ni ollas sobre la cocina. Ni olor a pan recién hecho en el horno. Sus sospechas se confirmaron cuando ella abrió la refrigeradora y cogió un pote de salsa, un paquete de pasta fresca y una barra de pan francés.

—Creí que habías dicho que eras una muy buena cocinera.

—Lo soy. —Ella cerró la refrigeradora y colocó todo sobre la encimera—. ¿Me haces el favor de coger dos ollas del mueble de abajo, a tu izquierda?
Cuando él se agachó y abrió la puerta, le cayó un colador sobre el pie. Los muebles de Lali estaban todavía peor que los suyos

—Buenísimo. Eso también lo vamos a necesitar.

Cogió las ollas y el colador y se levantó. Lali se recostó contra la puerta de la refrigeradora con un trozo de pan en la mano. Él observó cómo ella deslizaba la mirada desde el frente de su jean hasta su pecho. Masticó lentamente, luego tragó. Con la punta de la lengua se lamió una miga de la comisura de la boca y finalmente lo miró a los ojos.

—¿Quieres un poco?

Examinó su cara buscando un doble sentido, pero no vio ninguna provocación en aquellos ojos. Si hubiera sido cualquier otra mujer, le habría gustado mostrarle exactamente lo que quería, comenzando por su boca y abriéndose camino lentamente hacia la pequeña marca del interior del muslo. Le hubiera gustado llenarse las manos con sus senos que se apretaban contra la parte superior del bikini. Pero ella no era cualquier otra mujer y él tenía que comportarse como un Boy Scout.

—No, gracias.

—Bien. Voy a cambiarme de ropa. Mientras lo hago, pon la salsa en la olla pequeña, luego llena la otra de agua. Cuando el agua comience a hervir, agrega la pasta. Déjalas cocinar durante cinco minutos. —Se alejó de la refrigerador y mientras pasaba de largo se detuvo un segundo e inspiró profundamente por la nariz. Como antes, arrugó la frente y sacudió la cabeza—. De todas maneras, estaré de vuelta para entonces.

Peter la observó salir con rapidez de la habitación, partió un poco de pan y se preguntó cómo había pasado de ser un invitado a cenar por una mujer en bikini que decía ser una muy buena cocinera, a cocinar mientras ella se cambiaba de ropa. Y ¿qué era esa cosa del olor? Lo había hecho dos veces ya y empezaba a sentirse un poco paranoico.
Lali volvió a asomar la cabeza por la puerta de la cocina.

—No te pondrás a buscar alguna evidencia mientras me arreglo, ¿no?

—No, esperaré hasta que regreses.

—Genial —dijo con una amplia sonrisa y se fue de nuevo.

Peter fue al lavadero y llenó la olla más grande de agua. Un gato negro y gordo se frotó contra sus piernas y le enrolló la cola en la pantorrilla. A Peter no le gustaban los gatos, creía que eran bastante inútiles. No como los perros que podían adiestrarse para olfatear droga o a las aves que se les podía enseñar para hablar y colgar cabeza abajo por un pie. Empujó al gato a un lado con la punta del zapato y se giró a la hornilla nuevamente.

Desvió la mirada a la puerta y se preguntó cuánto tardaría en regresar. Aunque no tenía ningún problema en registrar los muebles mientras ella estaba fuera de la habitación, tenía dos razones muy buenas para no hacerlo. Primero, creía que no encontraría nada. Si Lali hubiera estado involucrada en el robo de la pintura del señor Arredondo, dudaba que lo hubiera invitado a su casa. Estaría demasiado nerviosa para conversar sobre la comida si tuviera un Monet dentro del ropero. Y en segundo lugar, necesitaba su confianza y eso nunca sucedería si lo cazaba registrando la casa de arriba abajo. Necesitaba demostrarle que no era un mal tipo y estaba convencido de que no le resultaría demasiado difícil. No era el tipo de hombre que presumía sobre sus conquistas cuando tomaba una cerveza, y a las mujeres generalmente les gustaba. Sabía que era un buen amante. A pesar de lo que muchas dijeran, sabía perfectamente cuándo una mujer estaba fingiendo. Siempre se aseguraba de que las mujeres que pasaban por su cama disfrutaran tanto como él. No caía redondo justo después de hacer el amor para comenzar a roncar y no se desplomaba, aplastando a la mujer bajo su peso.

Echó la salsa en la olla, la puso a fuego medio y revolvió. Aunque no fuera uno de esos idiotas sensibles que lloraban delante de las mujeres, estaba bastante seguro de que lo consideraban un buen tipo.
Algo se sentó sobre su pie y miró hacia abajo, al gato situado en lo alto de su zapato.

—Sal de acá, bola de pelo —dijo y empujó al gato con el pie lejos de él. ***


Lali se abrochó el sostén, luego se pasó una blusa de color azul por la cabeza. Aunque Peter le había dicho que no registraría la cocina, no le había creído.

No confiaba en él cuando estaba fuera de su vista. Bueno, ni siquiera confiaba en él cuando no le quitaba los ojos de encima. Pero Peter tenía razón en algo, debía reconciliarse consigo misma para soportarlo en su tienda y en su vida. Tenía un negocio que dirigir y no podía hacerlo si tenía que vigilar cada movimiento que él hacía o escabullirse antes de la hora.

Se puso un jean descolorido y se lo abrochó justo por debajo del ombligo. Además de no ser bueno para el negocio, tampoco era bueno para ella. No sabía cuánto tiempo más podría soportar el estrés que provocaba aquellos dolores de cabeza o los tics faciales sin que derivara en problemas más serios de salud, como un desequilibrio hormonal o una glándula pituitaria hiperactiva.

Agarró una escobilla del tocador y se lo pasó por el pelo húmedo. Mientras estaba sentada sobre la colcha, se recordó a sí misma que todo el mundo entraba en su vida por una razón. Si abría la mente, podría descubrir la razón de por qué había conocido a alguien como Peter. La imagen de él cuando se había agachado para coger las ollas del mueble le cruzó por la mente y miró frunciendo el ceño a su reflejo en el espejo del otro lado de la habitación. La forma en que él llenaba su pantalón no tenía absolutamente nada de espiritual.

Dejando la escobilla a un lado, se hizo una trenza floja, luego aseguró la punta con una cinta azul. Peter era un policía que además de sacarla de quicio, había conseguido poner su vida patas arriba y desequilibrado su cuerpo, mente y espíritu. Era la guerra por la superioridad. La anarquía total. Realmente no veía ningún propósito superior en todo eso.
Excepto que olía bien.

Cuando entró en la cocina varios minutos después, Peter estaba parado delante del lavadero escurriendo la pasta con el colador. Una nube de vapor le rodeaba la cabeza mientras el gato de su madre hacía un ocho entre sus pies, envolviendo la cola alrededor de sus pantorrillas y maullando con fuerza.

—¿Micho? —Levantó en brazos al gato y lo sujetó contra su pecho—. No molestes al detective o te aplastará contra el suelo y te arrestará. Lo sé por experiencia.

—Nunca te aplasté contra el suelo —dijo Peter mientras desaparecía el vapor—. Si alguien sufrió, fui yo.

—Ah, eso es cierto. —Sonrió ante el recuerdo de él tirado en el suelo con las pestañas pegoteadas—. Te gané un asalto.
Él la miró sobre el hombro y sacudió el colador. Una leve sonrisa curvó sus labios; la humedad le había rizado el pelo de la frente.

—¿Pero quién terminó encima, señorita mala suerte? —Deslizó la mirada desde su trenza a sus pies desnudos, luego volvió a subir—. La pasta ya está.

—Ahora sigue y mézclala con la salsa.

—¿Qué vas a hacer tú?

—Darle de comer a Micho o nunca te dejará tranquilo. Sabe que estás haciendo la comida y está obsesionado con todo lo que sea comer. —Lali fue hacia el mueble que había tras la puerta y cogió una bolsa de comida para gatos—. Cuando termine, haré la ensalada —dijo, rompiendo la parte superior de la bolsa. Echó la comida en un platito de porcelana y una vez que Micho comenzó a comer, abrió la refrigeradora y cogió una bolsa de lechuga picada.

—Ya veo.
Lali miró a Peter, que estaba delante del fogón mezclando la pasta y la salsa con una cuchara de palo. La sombra de la barba le oscurecía las mejillas y resaltaba las líneas sensuales de su boca.

—¿Qué?

—Esa lechuga ya está preparada. ¿Sabes? Esta es la primera vez que me invitan a cenar y preparo yo la cena.
En realidad no había pensado en él como un invitado, sino más bien como una compañía inevitable.

—Qué raro.

—Sí, rarísimo. —Él señaló con la cuchara el rincón del desayuno—. ¿Qué es todo eso?

Continuará…

11 comentarios:

  1. Me encantan y me encanta la novela!! Más!

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  2. jajajajajajajaja buenisimo me e encanta

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  3. Lina (@Lina_AR12)9 de junio de 2013, 0:03

    Lo hizo trabajar a Peter,JAJAMas q ayudar hizo todo!JAJA

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    1. Jajaja muy cierto.Encima soporto al gatito.

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  4. Jajaja Peter cocino todito!!!! Así esta padre invitar a comer!!!! Y Lali ya esta viendo a Peter de otra manera jajajaj me gusta la novelilla
    Saludos besos y abrazos de oso .


    Titel :)

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  5. jajajaja me encanta la nove te juro! los dos estan empezando a sentir maiposillas es el estomago. Eso es bueno!!

    ya espero mas, beso enorme Cami

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  6. una compañia inevitable de la que nunca se va a querer separar =)

    espero el proximo con ganas!

    MUACKS! <3

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  7. jajajajaja si gracias a dios nunca me invitaron a una casa y tuve que cocinar yo bueno a menos que sea la casa de mis amigas jajaja @LuciaVega14

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