Capítulo 49

Holillas!!! ¿Cómo pasaron el domingo? Ya listas para arrancar la semana??? Muchos éxitos a quienes, como yo, empiezan exámenes mañana!!! Besos y nos leemos mañana!Que tengan buena semana!!!

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Miró a su alrededor, a sus jóvenes y ricos invitados que comían su comida, bebían su bebida y disfrutaban de su casa. Había llenado su hogar de pinturas maravillosas y delicadas antigüedades. Tenía una de las mejores vistas de la ciudad, pero nada de eso había sido barato. Lo había trabajado, aunque sólo mirar a alguien como Peter hacía que volviera a tener hambre y que en su cabeza volviera a resonar la vieja frase de que nada era suficiente, nunca era suficiente. Suficiente dinero o ropa, suficientes casas espectaculares o veloces autos. Suficientes mujeres guapas para no sentirse en desventaja ante cualquier otro hombre del planeta. Para no sentirse invisible. Su hambre interior era insaciable y algunas veces temía que nada fuera suficiente.

Capítulo 49:

—Espérame aquí —ordenó Peter en cuanto estuvieron fuera de la vista de Ignacio y sus amigos—. Si viene alguien, habla alto y no dejes que entre a la habitación.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó Lali mientras lo miraba entrar en el interior de una de las habitaciones. El cerró la puerta sigilosamente sin contestar, dejándola sola en el pasillo.

Ella permaneció inmóvil, esperando que él se apurara, tratando de escuchar por encima del latido de su corazón. Se sintió como una espía, aunque no demasiado buena. Le temblaban las manos y tenía los pelos de punta. En alguna parte de la casa una puerta se cerró de golpe, y Lali dio un salto como si hubiera metido los dedos en un enchufe. Se pasó la mano por la cabeza e inspiró profundamente para tranquilizarse. No hubo forma. No tenía los nervios de acero. Miró el reloj y esperó durante los que fueron los cinco minutos más largos de su vida.

Cuando Peter apareció otra vez, con gesto fruncido. Como no parecía feliz, ni pedía refuerzos ni sacaba las esposas, Lali supuso que no había encontrado nada. Se relajó un poco. Ya podían irse.

Peter le dio su cartera bruscamente, luego atravesó el pasillo y se metió en otra habitación. Apenas se había cerrado la puerta cuando oyó su exclamación.

—¡Dios!

Lali se quedó helada. Había encontrado algo. Entró con sigilo dentro de la habitación y cerró la puerta tras ella medio esperando ver el Monet del señor Arredondo colgado en la pared. Lo que vio fue de lo más chocante. Espejos. Por todas partes. En las paredes, dentro del cambiador y en el techo. Había una cama redonda en el centro de la habitación cubierta con una colcha blanquinegra que tenía un gran símbolo oriental en el medio. No había cómodas ni mesas de noche que impidieran la vista de los espejos. Al lado de la puerta en arco que llevaba al baño había una pequeña mesita con un juego de ajedrez de marfil encima. Incluso a distancia, Lali observó que el juego era antiguo, oriental y, como era propio de ese estilo, las figuras desnudas estaban anatómicamente desproporcionadas. Lali se sintió como si hubiera entrado en una habitación de la Playboy Mansion.

—Mira este lugar. Hace que te preguntes cuánta acción hay aquí adentro —dijo Peter en un susurro.

Lali lo miró y luego dirigió la mirada hacia arriba.

—Y cuánto limpia vidrios gasta.

Su mirada encontró la suya a través de los espejos del techo.

—Bueno, eso fue lo segundo que pensé.

Ella se colgó la cartera en el hombro y lo vio atravesar silenciosamente la habitación, la gruesa alfombra blanca amortiguaba el sonido de sus zapatos. Dondequiera que mirara, lo veía a él. Estaba atrapada por su mirada oscura y las sensuales líneas de su boca. El perfil de su nariz, y la línea marcada y terca de su mandíbula. Los pelos de su nuca y sus anchos hombros perfectamente marcados por el polo. Su mirada se deslizó a lo largo de su espalda hasta la pretina de su pantalón, luego él desapareció dentro del vestidor y se encontró sola con su propia imagen. Miró ceñudamente su reflejo y se enderezó un poco más.

Tal vez Ignacio era un poco pervertido, pensó poniéndose el pelo detrás de la oreja. Pero no era su tema. Cubrir el dormitorio con espejos no iba contra la ley. Bajó la mano por el vestido sin mangas, inclinó la cabeza hacia un lado y se miró con ojo crítico. No se parecía a Marcela. No era alta, ni rubia, ni coqueta, y de nuevo se preguntó que veía Peter en ella cuando la miraba.

Vio cada uno de sus pequeños defectos multiplicado por mil alrededor de la habitación y no quería ni imaginarse cómo sería observarse haciendo el amor. Completamente desnuda. Obviamente Ignacio no tenía el mismo problema y eso ya era más de lo que ella quería saber de él.

Fue hacia el baño pasando junto al juego de ajedrez con esas filas de peones tan bien dotados y completamente preparados. No se detuvo a mirar el resto de las piezas; no necesitaba saber cómo eran.

En el baño había más espejos, una ducha y un enorme jacuzzi rodeado de mármol. Una puerta corrediza daba hacia una pequeña terraza donde había otro jacuzzi. Salvo por los espejos, podía imaginarse dándose un baño largo y relajante quizás agregando un poco de sus esencias, definitivamente algo de romero y un toque de lavanda.

Lali se sentó en el borde del jacuzzi y volvió a mirar el reloj. Si Peter no se apuraba, no sabía cómo explicarían porqué se habían demorado tanto en buscar la cartera. Agarró el dobladillo de la falda y la levantó por encima de los muslos, luego la deslizó un poco más hacia arriba para ver si realmente tenía una marca de nacimiento. Se inclinó un poco hacia delante y vio una mancha perfectamente redonda, de unos dos centímetros, justo debajo del borde de su ropa interior. No era demasiado visible y se preguntó cómo era posible que Peter supiera que estaba allí.

—¿Qué haces?

Sobresaltada, miró a Peter y bajó bruscamente la falda. Él bajó las cejas hasta que formaron una sola línea.

—Me miro la marca. ¿Cómo sabías que la tenía?

Continuará…