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—Es gas de pimienta —mintió—. No te muevas... un
solo movimiento y te lo echo.
No quería volver a lavarse los dientes, así que se
quedó quieto.
Capítulo 10:
¿Y
ahora qué?
Lali mantuvo el dedo en el spray, confiando en que
no se le resbalara de las manos. Una gota de sudor le caía por los ojos, pero
no se atrevía a limpiarla. Apenas podía respirar, y la falta de oxígeno le
estaba haciendo ver destellos de colores. El tratar de derribar a ese
terrorífico hombre era la cosa más valiente que había hecho nunca, pero no
tenía sentido que hiciera el papel de Xena, la princesa guerrera, cuando en
realidad se sentía al borde del desmayo.
Se oyeron pasos en el pasillo y, sin perder de vista
al aterrador tipo que tenía sentado contra la pared, se dirigió a la puerta.
—¡Jorge! —gritó—. ¡Llama a la policía! Dile que
tengo a un peligroso delincuente aquí. ¡Dile que venga ya mismo! —Lali levantó la mirada lo justo para
ver que Jorge tiraba el trapeador al piso y se alejaba arrastrando los pies.
Volvió a fijarse en el hombre que había contra la pared.
Era aterrador, pese a que estaba sentado. Lo había
golpeado en la cabeza con Don Grande, pero no había logrado derribarlo. Era
alto y fuerte, de espalda ancha, e iba vestido con una chompa negra de cuello
alto, una casaca negra y jean; tenía facciones intensas y delicadas a la vez,
ojos verdes y despiertos... pero a la vez la las mejillas estaban decoradas por
lunares que suavizaban sus facciones. De cualquier manera, todo en él delataba
que era un asesino. Le tembló la mano. ¡Menos mal que se había acordado del
spray contra el mal aliento que tenía en la cartera!
—No te muevas —repitió Lali, jadeando. Estaba tan
asustada que tenía el corazón en la boca. El terror de los meses previos volvió
multiplicado por mil, envuelto en un paquete alto, delgado y de espalda amplia.
La miraba fijamente con sus oscuros verdes y supo que el tipo estaba calculando
su próximo movimiento. Aquel hombre era un asesino profesional. ¿Cuánto tiempo
podría mantenerlo quieto con el spray?
La puerta del colegio se abrió y oyó a alguien
correr por el pasillo. Abrieron la puerta de la clase de par en par y el
oficial Santiago Prado apareció con una pistola en la mano.
Se detuvo al ver al asesino en el suelo y a Lali.
—Oficial —dijo Lali con un hilo de voz. Carraspeó
para aclararse la garganta y comenzó de nuevo—: ¡Oficial, arreste a este
hombre! ¡Es un delincuente peligroso!
El oficial Prado volvió a guardar la pistola y se
apoyó contra el marco de la puerta.
—Hola, Peter.
—Santiago.
Lali sacudió las rodillas, pues sentía que estaban a
punto de fallarle. Miró al sheriff y aspiró con fuerza.
—¿Conoce a este hombre?
El oficial Prado cambió de pie su considerable peso
y se pasó el chicle de un lado a otro de la boca.
—¿Que si lo conozco? —preguntó con tono filosófico—.
Depende de qué implique «conocer» a una persona. Puedes pasar años junto a una
persona y no percibir nunca…
—Santiago —repitió el tipo del suelo, esta vez con
un gruñido.
Prado se encogió de hombros.
—Sí —dijo mirando a Lali—. Conozco a Juan Pedro
Lanzani. Lo conozco de toda la vida y conocí a su padre. ¡Dios, pero si hasta
conocía a su abuelito!
—Ay, Dios mío —se quejó Lali. El estómago le daba
vueltas a mil por hora y no lograba detenerlo. La adrenalina aún corría por sus
venas y era incapaz de pensar nada coherente.
Le habría gustado morirse allí mismo; se había
defendido con valentía contra un asesino a sueldo y ahora resultaba que había
noqueado a un respetable ciudadano de Fiambalá.
El tipo seguía sentado en el piso, observándola.
Lali trató de pensar en algo razonable que decir.
¿Cómo iba a disculparse? «Siento muchísimo haberlo atacado, pero pensé que era
un asesino a sueldo». Era de locos.
Claro que su imaginación tampoco andaba tan mal
encaminada. El hombre este, el tal Juan Pedro Lanzani, parecía de verdad
peligroso. Parecía un asesino a sueldo cualquiera. Todo en él era aterrador:
una espiral de poder oscuro emanaba de él y, aun desde el suelo, parecía un
tigre a punto de saltar sobre su presa. Su rostro parecía tallado a mano. Todo
en él era oscuro, por eso había asumido instintivamente que no era de Fiambalá.
Tenía el pelo castaño y los ojos verdes, y el
principio de una barba cubría sus mejillas. Además, el puré de calabaza cubría
su cuerpo.
Lali tragó con fuerza, sintiéndose culpable, y
volvió a guardar el spray en su cartera.
—Mmm... ¿qué tal? Me llamo Ma... Daniela Rinaldi.
—Trató en vano de que no le temblara la voz.
—Juan Pedro Lanzani —dijo. Apoyó la mano en el suelo
y se levantó con un único y ágil movimiento tan repentino que hizo que
retrocediera con miedo. Empezó a sacudirse las semillas y Lali volvió a
sentirse culpable.
—Casi todos lo llaman Peter —comentó Santiago.
Lali se preguntó qué habría pensado su madre acerca
del protocolo de la situación. ¿Podías llamar a alguien a quien habías tratado
de dejar inconsciente por su apodo?
Seguro que no.
—Señor Lanzani.
—Señorita Rinaldi. —Dudó por uno segundo. Su voz era
como la de un asesino... profunda, baja y ronca. Lo miró de reojo una vez más.
Seguía pareciéndole peligroso.
—¿Está seguro de que conoce a este hombre, oficial?
—Sí, señorita —replicó el oficial Prado con una
sonrisa—. Cría y entrena caballos en un terreno que hay entre Fiambalá y El
Puesto. Todo tipo de caballos, pero especialmente purasangres y árabes.
—Creo... mmm... creo que le debo una disculpa, señor
Lanzani. —Lali trató de pensar en algo lógico que decir—. Lo... lo confundí con
otra persona.
La clase se sumió en un silencio embarazoso.
—No puedo creer que te hayan tomado desprevenido,
Peter —dijo el sheriff riéndose—. En especial una chica.
—Mujer —murmuró Lali, conteniéndose para no poner
los ojos en blanco.
—¿Qué? Ah, sí, ya no se puede llamar chicas a las chicas. —El oficial sacudió
la cabeza con pesar ante la forma de pensar del mundo actual. Observó a Lali de
arriba a abajo y se rió de Lanzani—. Te estás volviendo un debilucho. —Se giró
hacia Lali—: Peter era miembro de la brigada especial de las fuerzas armadas,
¿sabes?
¿Miembro de qué?
Por unos instantes, Lali se preguntó si el mes de
terror habría acabado con sus neuronas. ¿Qué había dicho el oficial?
Ah. Se refería a que había sido un soldado.
Entrenados para matar.
Al fin y al cabo, no había estado tan mal
encaminada.
Más me encanta!!
ResponderEliminarMe encanto!!! quiero más!!
ResponderEliminarOtrooo, sera Peter el qe la esta buscando??
ResponderEliminarArii
ahhhh se encontró un guardaespalda ! jeje . Me gusta
ResponderEliminarQuiero más!
Lore
Y Lali dijo "tragame tierra" JAJA
ResponderEliminarJAJAJJApobre lali :D descarto totalmente q peter sea el q le quiera hacer algo
ResponderEliminarmadre mía... de las fuerzas armadas? =O eso es mucho jajajjaaja
ResponderEliminarMaaas novelllla
ResponderEliminarJajajaja,pensé como Lore ,ahora tendrá su guardaespaldas personal.
ResponderEliminarmasssssssssssss
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