Capítulo 44

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Además, también se dijo que no se sentía tentada por su oferta, sabía que no podía creérsela. Palabras bonitas y una vida agradable, pero en realidad, se encontraría viviendo el tipo de vida que se había jurado que nunca viviría. Su papás se amaban profundamente, pero su vida diaria había sido un infierno a veces. Para ella, ni siquiera el amor podía conquistarlo todo.

Capítulo 44:

La habitación del hotel parecía más pequeña después de que Lali se marchara, como si se hubiera llevado la alegría y la esperanza con ella. No era una mala descripción, pensó Peter. En un día normal, anotaría esas palabras, para luego incluirlas en alguno de sus libros.

Pero aquel día no era normal.

La conciencia de que la había herido le revolvía el estómago.

Tampoco había tenido elección. Deseaba demasiado a Lali como para poder continuar con la fantasía. Y, aunque no lamentaba lo que había hecho, lo que sí lamentaba era el resultado. Maldijo contra Lali y contra sus traumas relacionados al dinero.

Sin embargo, al mismo tiempo debía admitir que tal vez ella tenía razón. Tal vez lo que él había propuesto requería que sólo cambiara ella, mientras él seguía con su vida como siempre.

Era una idiotez, porque él podía resolver su vida, laboral y económicamente, sin problemas. Excepto que a ella le importaba, y mucho, cómo la resolvía.

Y ella le importaba a él.

Así que, necesitaba tomar algunas decisiones difíciles. Por ejemplo, qué era más importante, si dedicar su tiempo libre a escribir y viajar por el mundo cuando le provocaba, o a la mujer a la que amaba.

Respiró hondo.

En realidad, no era una decisión tan difícil. Porque, al final, Lali siempre ganaba.

La pregunta era, ¿qué hacer a continuación?

Estaba dispuesto a hacer algunos sacrificios, por supuesto. Pero un horario de nueve a cinco no era una opción. Le gustaba tener tiempo para trabajar en su libro, y hasta que lo vendiera o Lore le dijera que se olvidara del tema, era un sueño que iba a perseguir.

En cuanto a los viajes, los reduciría, pero no renunciaría a ellos completamente. Por una razón: se había hecho un lugar como escritor de viajes, y la idea de enfocar su carrera de free lance a otra área le daba escalofríos. En el fondo, claro, le encantaba explorar nuevos lugares y revisitar otros ya conocidos.

Y disfrutaría aún más con Lali a su lado.

Ella también podía hacerlo, tan sólo tenía que pensar de manera creativa y ceder un poco. Pero él la conocía y, a pesar de sus suaves curvas, podía ser bastante inflexible. Y respecto a aquello, temía que iba a ser dura como el acero.

Pero así no funcionarían las cosas. Ambos tendrían que ceder un poco si querían algo juntos.

Por tanto, a pesar de que ella se había ido, todavía mantenía la esperanza. Ella había dicho que lo amaba, y él sabía que era verdad. Estaba tan seguro, que saldría a buscarla. Y, cuando la encontrara, esperaba que ella estuviera dispuesta a negociar su propia vida igual que lo hacía para sus clientes, buscando un terreno común con el que todo el mundo estuviera satisfecho. Esperaba que ella lo amara tanto como para hacer el esfuerzo.

—¿Lali?

Ella miró la cara de preocupación de Pablo.

—¿Estás bien?

Estaba sentada en un banco cerca de la puerta del hotel, acurrucada en su abrigo. El valet le había pedido el ticket de su auto, y luego la había mirado de arriba abajo cuando ella había dicho que no tenía ticket, y se había sentado. Según parecía, el hombre había llamado para avisar sobre la mujer trastornada en la puerta.

—Estoy bien. Es sólo que… Peter y yo nos peleamos.

Él asintió y le ofreció su brazo.

—Deja que te invite una copa.

Ella dudó y aceptó, siguiéndolo al ascensor antes de plantearse adonde se dirigían.

—Vamos a mi oficina —anunció él—. Pareces necesitar un amigo, y resulta que estoy disponible. Y también resulta que tengo un bar completo en mi oficina.

—¿Qué tal manejas las relaciones amorosas? —preguntó ella.

—Teniendo en cuenta que empiezo una nueva cada seis semanas, yo diría que no muy bien.

Ella rió. Eso no podía discutirlo.

—Pero soy muy bueno dando consejos —añadió él, haciéndola entrar—. Lo da este trabajo. Tengo opinión sobre casi todo.

Ella casi le abrió su corazón, pero se contuvo. No quería consejos en sobre el tema. Necesitaba mirar en su interior y decidir qué quería hacer. Así se lo dijo a Pablo.

—Y luego necesito sentarme con Peter y ver dónde estamos.

—Sería lo justo —dijo Pablo, entregándole un vodka con tónica—. ¿Y qué vas a hacer ahora? ¿Regresar a tu suite?

Ella frotó la pulsera de cuero y plata que tenía desde el domingo.

—No. Antes necesito pensar, decidir qué quiero. Qué partes no pienso negociar. Y, con suerte, encontrar muchos lugares donde podemos coincidir —respondió ella y lo miró—. No tendrás alguna habitación libre, ¿no?

Él sacó una llave de su escritorio.

—La mía. Es tuya todo el día.

—No puedo aceptarla…

—Sí que puedes —le cortó él—. Y vas a hacerlo. Está vacía. Yo voy a estar aquí, organizando la fiesta de esta noche. ¿Vas a ir?

Ella asintió.

—Y espero que no sola.

—Buena suerte. Si Peter viene a buscarte, ¿lo mando a buscarte?

Durante un segundo, ella pensó decirle que sí. Pero negó con la cabeza. Necesitaba un tiempo a solas.

—Dile que no sabes dónde estoy —respondió ella, y se detuvo en la puerta—. ¿Puedo hacerte una pregunta, Pablo?

—Por supuesto.

—¿Estás contratando a Ugarte & Asociados, o a mí?

Pablo sonrió cómplice.

—Tú eres quien me impresionó, Lali. Te contrato a ti.

Continuará…