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Alargó la mano automáticamente hacia la alarma del
reloj, pero se detuvo; mañana era sábado, así que no necesitaba poner la alarma.
Y, además, ya había tenido suficientes sobresaltos.
Capítulo 22:
—¿Quieres
otro café?
Lali
levantó la vista del periódico para ver el rostro sonriente y expectante de la
joven y hermosa camarera de la edad de Lali que sostenía una jarra de café.
¿Debería
tomar más café? A lo mejor no, teniendo en cuenta que el hospital más cercano
probablemente estuviera a miles de kilómetros de distancia. El líquido ese era
mortal.
—No,
gracias. Con una taza es suficiente —dijo sonriendo.
Lali
intentaba seguir con su rutina normal en la medida de lo posible, lo que la
hacía sentir que tenía algún tipo de control sobre su vida. Una de sus
costumbres más queridas era tomarse su tiempo después del trabajo delante de
una buena taza de café en su cafetería preferida, de ser posible con una o dos
amigas. Y ningún sábado lo sería sin su taza de café por la mañana fuera de
casa mientras leía el periódico.
Normalmente,
ahora mismo estaría tomándose un café en Starbucks, con una nueva ruma de
libros a sus pies y chismeando cómodamente sobre sus compañeros de oficina con
Jerónimo y Candela, mientras se tomaba un mochaccino. En lugar de eso, estaba leyendo el periódico y tomando una taza de barro tibio.
Pero,
le gustara o no, su vida estaba ahí ahora, y se vio inmersa en la vida de
Fiambalá casi contra su voluntad. Se había leído el diario de cabo a rabo, incluyendo el relato sin aliento y con puntos y
comas del partido de fútbol de la semana pasada del equipo local —que habían
perdido—, y los obituarios de personas sobre las que no había oído hablar en su
vida. «Una verdadera Espósito», pensó Lali con ironía.
Llevaba
en la sangre la cualidad de hacer, de los sitios más insospechados, su hogar.
Su madre había sido hija de un diplomático y su padre parte del gobierno. El
trabajo de su padre los había obligado a mudado cada dos o tres años a un país
distinto, y Lali había aprendido la lección: te acomodas y te las arreglas con
lo que haya.
Estaba
allí, en Fiambalá, en contra de su voluntad y amenazada de muerte pero, le
gustara o no, aquél era su hogar ahora.
—¿Seguro
que no quieres más? —volvió a preguntar la joven camarera con entusiasmo. Lali
veía por qué la joven parecía querer agradarle; era la única clienta del local.
—No,
de verdad. De todas maneras, muchas gracias.
La
joven hizo una mueca, dejó la jarra en la mesa y se sentó frente a Lali.
—No
te culpo, la verdad —dijo suspirando—. Es espantoso, ¿no?
La
sonrisa de Lali desapareció. Era imposible decir algo bueno del café sin mentir
descaradamente.
—Mmm,
bueno... —dijo, tratando de no contestar.
—No
pasa nada —dijo alegremente la joven—. Sé que es espantoso. Debe de ser una
tradición familiar; el café de mi mamá también era espantoso. Mi madre era Mecha.
La del Lugar de Mecha. —Su expresión
era abierta y sus ojos azul pálido, brillaban con interés. Apoyó la barbilla en
el dorso de la mano y se hizo para delante—. ¿Eres Daniela Rinaldi? ¿La nueva
profesora de primaria?
—Sí
—dijo Lali suspirando. Odiaba mentir a una mujer de cara tan dulce—. Me mudé
aquí hace un mes.
—Ya
lo sé —respondió, apartando un mechón de pelo color rubio—. Te he visto por acá
un par de veces. Me hubiese gustado presentarme antes pero... no sé. —Se
encogió de hombros, avergonzada—. Supongo que hace tanto tiempo que no conozco
a nadie que no haya conocido de toda la vida que no sé cómo empezar una
conversación. Como la mayoría de gente por aquí. A veces pienso que somos
dinosaurios, extinguidos, pero no nos hemos dado cuenta porque vivimos perdidos
del mundo.
Se
parecía tanto a la idea que tenía Lali de Fiambalá que se sintió avergonzada.
—Bueno...
—empezó Lali. Se había mentido tantas veces al respecto que ya casi le parecía
real—. Supongo que Fiambalá no está tan mal, quiero decir en comparación con
otros sitios, eehh...
—Euge
—dijo la mujer con alegría y alargó una mano con tanta rapidez que a punto
estuvo de tirar el café. Lali agarró la taza de café con la mano izquierda
mientras con la derecha apretaba la de Eugenia—. Eugenia Prado. Encantada de
conocerte. No suelo tener oportunidad de conocer a gente nueva, especialmente a
nadie de mi edad. Esto es genial, es genial. Me alegro mucho de que hayas
venido. ¿Estás casada?
Lali
estaba haciendo un esfuerzo por darle otro sorbo al café y casi se atraganta.
—¿Perdón?
—No
debí de preguntarlo tan directamente, ¿no? —dijo Euge desanimada—. Se me
olvidó. Como te dije, no estoy acostumbrada a tratar con gente que no sea la
lugareña y, además, últimamente he pasado demasiado tiempo con mi hermano
pequeño. Tiene diecisiete años y da bastante trabajo, la verdad. Lo quiero, y
lo ha pasado muy mal desde la muerte de mamá, por eso le perdono que sea tan
pesado, pero no es la mejor de las compañías, créeme. ¿Has estado casada alguna
vez?
El
rostro de Eugenia era como un libro abierto y Lali pudo ver en sus verdes ojos
que no la movía más que la curiosidad amistosa. Ahogó un suspiro.
—No,
Euge. No estoy ni estuve nunca casada. Ni siquiera comprometida. —«Y un romance
no entra dentro de mis planes», pensó. Una imagen de Juan Pedro Lanzani le
atravesó la cabeza. «Aunque la lujuria puede que sí», se corrigió.
—Qué
raro. —Euge parpadeó—. ¿Cómo es posible? Eres hermosa. Y pareces... no sé...
una chica de ciudad.
Lali
dejó la taza en la mesa.
—Mmm...
gracias. Creo. —Trató de cambiar de tema—: Euge Prado. Prado. ¿No tendrás algo
que ver con el oficial?
—Sí.
Es mi papá. Supe que tú y Peter armaron un buen numerito ayer. Seguía riéndose
cuando llegó a casa. Te debo una por eso, de verdad, hacía mucho tiempo que no
le escuchaba reír.
Lali
apretó los dientes.
—Bueno,
me alegra saber que se divirtió; aunque la verdad es que me asusté bastante.
—¿Por
Peter? —Los ojos verdes de Euge se
agrandaron—. Pero si Peter es el hombre más simpático del mundo. Lo conozco de
toda la vida y no mataría a una mosca. —Se quedó pensando unos minutos—. Bueno,
al menos a nadie de por acá y menos aún a una mujer. Ni siquiera cuando Melissa... —Euge se interrumpió y levantó la mirada, sonriendo—: Hola, Peter —dijo.
Ah no! dejarla ahi sí fue una maldad !JAJA no vale,justo cuando iba a largar una bomba!
ResponderEliminarMe esta pasando q estos cap me estan dejando con las ganas,JAJA me gusta la historia y quiero o mejor dicho necesito avance!JAJA
ResponderEliminarMasss me encataaa
ResponderEliminarMaratoncita por favooorr?!
Ya encontro una amiga lali! mas novee
ResponderEliminarUna amiga en ese pueblito.
ResponderEliminarLo poco k hay ,y todo le lleva a Peter.
Pobre Euge, la emoción de conocer a alguien de su edad! jajaja
ResponderEliminarQuiero más!
Lore
almenos ya tiene con quien hablar :D
ResponderEliminarmas porfa
Más me encanta!
ResponderEliminarque bueno que se haya hecho una amiga!!! no podes cortarme el capítulo ahí!! espero el proximo!!!
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