Capítulo 42

Hola chicuelas!!!!! ¿Cómo les va? ¿Qué tal llevan su domingo? Espero que todo bien y disfrutando del día de descanso! Gracias por leer y por estar siempre!!! Les cuento que el miércoles es el final de "Lo que siempre deseé" y, por ende, les dejé dos capítulos programados, el final y el epílogo pero en distintos horarios, les aviso por las dudas jajaja y ahí les dejo la canción que hubiera puesto en el blog para que lean ;) Después, como les comenté ayer, el sábado 8 esperen capítulo y sorpresa! No se olviden de comentar, que cuando pueda las leo!!!!! Sin más, les digo chau chau chau y, Dios mediante, nos leemos pronto!!!! Besos y suerte en los exámenes a quienes lo tienen y disfruten las vacaciones las que pueden!!!!!! 

P.D.: A partir de mañana no se olviden que la nove queda programada a las: 12 Perú; 14 Argentina; 18 España

Twitter: @Caparatodos

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Las páginas eran muy calientes. Eróticas. Y le dieron una idea maravillosa y decadente. Y con esta en mente, Lali cruzó la habitación y sonrió.

Capítulo 42:

Peter se quedó de pie bajo el agua caliente, dejando que lo golpeara. Que le quemara la piel. Que lo castigara por ser tan imbécil.

Lali tenía razón. Debía hablar con ella, poner fin a su aventura y volver a ser sólo amigos. Aunque era más fácil decirlo que hacerlo, porque sabía demasiado bien que nunca volverían a ser sólo amigos. No, después de aquello.

Peor aún, él no quería ser sólo su amigo. La quería entera, y le atormentaba saber que no podría tenerla.

«Eso no lo sabes del todo».

Sacudió la cabeza, porque técnicamente eso era verdad: no lo sabía. Pero en la práctica, sabía demasiado bien que ella se negaría si le sugería algo permanente entre los dos.

Aun así, tenía que intentarlo. Tenía que poner freno a su romance, hablar con ella y, con suerte, podrían volver a empezar de nuevo como una pareja sólida.

Tiró la cabeza hacia atrás para que el agua le cayera en la cara. Soñar era gratis, ¿no?

Decidido, cerró el caño y se secó. Se enrolló la toalla a la cintura, atravesó el vapor y abrió la puerta. Al salir a la habitación, ahogó un grito.

—Hola —saludó Lali, desnuda en la cama—. He pensado que tal vez querrías algo de ayuda con esa escena en la que te habías estancado.

Peter tragó saliva y notó todo su cuerpo duro como una piedra. Porque ella no sólo estaba en la cama, y desnuda. De alguna manera, había conseguido atarse las muñecas a las barras de la cabecera con los cinturones de las batas del hotel.

—¿Cómo lo has…?

—Nudos corredizos —explicó ella, con un brillo sensual en la mirada—. ¿No vas a venir a liberarme?

«No en esta vida», pensó él, llegando a los pies de la cama, olvidado su plan de terminar con el romance. Después de todo, era un hombre y no un santo. Y quería probar el cielo una última vez.

—Creo que voy a dejarte tal como estás.

—Bien —dijo ella y sonrió—. Tenemos tiempo para una investigación a fondo antes de cenar.

Él se quitó la toalla y se subió a la cama.

—Esto va a ser lento y tranquilo —anunció, porque su cuerpo ardía en deseos de poseerla.

De marcarla.

Ella sonrió.

—Demuéstralo.

Peter aceptó el desafío: le separó las piernas y deslizó los dedos por su zona más íntima, encendiéndose aún más cuando la descubrió húmeda y preparada para acogerlo.

—No esperes —dijo ella—. Te necesito dentro de mí.

Era una invitación que él ni soñaría con declinar. Se puso un preservativo y se colocó sobre ella. La penetró profundamente, perdiéndose en la gloriosa sensación de estar conectado con ella de nuevo, de llevar el mismo ritmo.

Ella se arqueó, acogiéndolo. Seguía atada, así que él tenía control total. Un control del cual se aprovechó sin piedad, jugueteando con embestidas lentas y tranquilas, y luego fuertes y rápidas, hasta que la tuvo rogando y a él deseando aliviarse.

Alcanzaron el orgasmo a la vez, y él se dejó caer, jadeante, a su lado, acariciándole el cuerpo con las manos y mirándola a los ojos. Aquello era exactamente lo que él necesitaba, se dijo Peter: un signo de que ella era suya. Y que, pasara lo que pasara, siempre lo sería.

Le acarició la mejilla, deseando poder quedarse así para siempre, y al mismo tiempo no queriendo estancarse. Para bien o para mal, necesitaba un cambio con Lali. Sólo esperaba que, al final, fuera para bien.

Le desató los brazos y la abrazó fuertemente. Ella se acurrucó contra él, suspiró satisfecha y cerró los ojos.

—¿Lali? —dijo él, pero no obtuvo respuesta.

Ella se había dormido profundamente y, momentos después, él la imitó, disfrutando de tenerla desnuda a su lado, y temiendo que aquella noche tal vez fuera la última que tocaba el cielo.

La mañana llegó a los pocos segundos de haberse dormido, o eso le pareció a Peter, que al despertarse se encontró con una Lali sonriente.

—Feliz Navidad —dijo él.

—Tengo buenas noticias. Quería habértelas contado anoche.

—Pablo —dijo él, sintiéndose un desastre—. Debería haberte preguntado.

—Teniendo en cuenta todo lo que me esforcé por distraerte, estás perdonado. Pero lo logré —anunció, abrazándolo fuertemente—. ¡No puedo creer que lo haya conseguido!

—¿Cómo no iba a querer contratarte? Eres brillante. Y Ugarte & Asociados estarían locos si no te ofrecieran convertirte en socia después de esto.

Él sabía que se dedicaría al trabajo aún más de lo que ya lo hacía, pero también sabía lo mucho que lo deseaba, así que se alegró por ella. Sinceramente.

Al mismo tiempo…

—Lali.

Ella estaba relatándole la mediación, pero se detuvo y lo miró inquisitiva.

—Lo siento —dijo él—. Sé que no soy muy oportuno, pero… no puedo seguir con esto.

Ella se separó de él y lo miró cautelosa.

—¿Seguir con qué?

—Con nuestra aventura —contestó él—. Lo siento, Lali. Tengo que terminar con nuestro acuerdo.

Continuará…