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Su casa comenzaba a parecer la sala de reuniones. En
el mes que tenía viviendo ahí nadie había ido a verla. Pero aquella noche
parecía un circo: primero el perro, luego Lanzani y ahora alguien más.
Lali abrió la puerta y su peor pesadilla apareció de
la oscuridad
Una pistola. Y le apuntaba directamente a la cabeza.
Capítulo 18:
Lali gritó y el corazón casi se le sale por la boca.
Movió desesperadamente la mano en un intento por buscar algo que pudiera usar
como arma, aunque sabía que ya era demasiado tarde. Atolondradamente, trató de
protegerse del disparo.
—Truco o trato. —La vocecita infantil le llegó de
algún punto cerca de las rodillas y se quedó helada. Una bruja, un Harry Potter
rubio con lentes redondos de plástico y un vaquero la miraban asustados por el
grito que había pegado. El pequeño vaquero soltó la pistola y la brujita se
echó a llorar.
No eran asesinos, sino niños en busca de caramelos.
La puerta de la entrada se cerró. Sutilmente, como si estuviera a miles de
kilómetros de distancia, Lali oyó una profunda voz masculina y los gritos
entusiastas de los niños en la entrada. Luego, medio minuto después, la puerta
de entrada volvió a abrirse y entró una gélida ráfaga de viento. Se tambaleó
hacia la sala y clavó con fuerza las uñas en el respaldo del sillón tapizado
con flores chillonas. Hizo caso omiso de los fuertes golpes que le daba el
corazón en el pecho y trató de controlar el temblor de las manos. Durante unos
segundos se le aparecieron unas luces de colores frente a los ojos y vio
borroso, como en una fotografía amarillenta. Vio cómo le caía un lagrimón sobre
los nudillos blancos.
El terror, la soledad y la desesperación se
arremolinaron con fuerza y dolor en el corazón de Lali, como cuchillos que
luchaban por salir al exterior y, por el camino, le hicieran trizas el corazón.
Sintió aparecer otra lágrima de entre las pestañas y se dejó llevar por otro
sollozo. La sacudió un escalofrío. Justo antes de que las rodillas le fallaran,
sintió que la obligaban a darse la vuelta y se encontró abrazada contra un
fuerte torso.
Para horror de Lali, se vio sacudida por sollozos
cortos y entrecortados. Se balanceó y notó que la sostenían con fuerza; unos
brazos fuertes la abrazaban con fuerza y se dejó llevar.
Hacía siglos que nadie la abrazaba y consolaba. De
hecho, desde la muerte de sus padres nadie lo había hecho. Y ahora Lali se
encontró llorando sus miedos, la rabia y la soledad con grandes e
incontrolables sollozos que no habría logrado reprimir aunque su vida
dependiera de ello. Lloró y lloró y lloró, plenamente consciente de que
acabaría arrepintiéndose. Después. Pero ahora no. Ahora necesitaba desahogarse
tanto como necesitaba respirar.
Al final, los sollozos dieron paso al hipo y se
apoyó, agotada, contra el pecho de Peter. Su chompa estaba húmeda de las
tuberías oxidadas y las lágrimas de ella.
Respiró profundamente, consciente de repente de
sobre quién estaba apoyada, de quién la abrazaba. Una mano le cubría la cabeza,
y un brazo fuerte la sujetaba de la cintura firmemente contra él donde podía
sentir su masculinidad. Una muy grande y, por sorprendente que pareciera,
seguía creciendo, latiendo y alargándose contra su estómago. Podía sentir el
calor de su miembro a través de los pantalones y de su vestido, y se preguntó
si él podría sentir el repentino calor que la abrumaba por dentro.
Lali pasó inmediatamente de la fría desesperación a
una cálida oleada de deseo. En un instante había pasado de ser una mujer en
apuros a la que un perfecto desconocido consolaba, a ser una mujer firmemente
abrazada a un hombre excitado. Era suficiente para volver loca a cualquiera.
Debería alejarse. Aquello era completamente
inadecuado. No sabía nada sobre aquel hombre, aparte de que no era demasiado
hablador y sabía arreglar tuberías.
Bueno, eso no era del todo cierto.
Sabía que estaba bien dotado.
Lali se separó inmediatamente y se tambaleó hacia el
espantoso sillón, donde cayó cerrando los ojos con fuerza.
«No
puedo con esto», pensó. Con nada de todo eso.
Ser el premio de una cacería, estar exiliada en
Fiambalá, que unos niños la aterrorizaran al pedir dulces y deseara a un hombre
poco hablador, bien dotado y con unos muslos de infarto. Era demasiado.
Las lágrimas se le habían secado, pero aún sentía la
punzada de ardiente dolor en el pecho.
Notaba la presencia de Peter a su lado.
—Tome. —Puso un vaso medio lleno de algún líquido en
las manos de Lali que, agradecida, se lo tomó de un trago y gruñó al sentir que
le quemaba por dentro.
—¿Qué era eso? —jadeó, levantado la cabeza para
mirarlo. Los ojos se le volvieron a llenar de lágrimas, pero de otra clase, una
mucha mejor.
—Whisky —dijo Lanzani, retirándole el vaso de la
mano insensible. Todo su cuerpo se había quedado insensible, salvo las partes
que estaban calientes.
—¿De dónde sacó el whisky? —Lali tosió una vez más y
se llevó una mano al estómago, donde se había asentado una bola de calor—. Yo
no tengo.
—Pero yo sí.
—¿En la caja de herramientas? —Lali lo miró alucinada.
—No. —Peter torció la boca, gesto que Lali
interpretó como diversión en lenguaje local—. De la camioneta. Para
emergencias.
Lali tuvo la tentación de preguntarle a qué tipo de
emergencias se refería, pero una mirada de ese hombre le bastó para no decir
nada.
Claro... en las películas los héroes siempre
recibían disparos y se echaban whisky en la herida. Justo antes de sacar la
bala con una navaja, a la luz de una fogata.
Se le estaba subiendo el whisky a la cabeza; o eso,
o la adrenalina había desaparecido de golpe de su cuerpo. Fuera lo que fuera,
Lali estaba completamente agotada. Peter se sentó en la silla a juego que había
junto al sillón, apoyó las manos sobre las rodillas y la observó detenidamente.
Quienquiera que hubiera decorado la casa sabía de
tapicería lo mismo que de tuberías: nada. Las sillas estaban cubiertas de
gigantescas rosas con sombras rojas y rosas muy poco reales. Cuando Peter se
sentó, con su chompa negra y el pelo castaño, pareció absorber toda la luz como
un eclipse de sol. Su silla tenía un agujero negro con la forma de un hombre y
rodeado de un montón de flores de colores vivos.
Más!! me encanta!!
ResponderEliminarmassss
ResponderEliminarmasss
ResponderEliminarMe causa gracia lo impresionada q esta Lali con cierto atributo de Peter,JAJA
ResponderEliminarEs obvio que para esta altura Peter ya dedujo algo de ella.
ResponderEliminarQuiero más!
Lore
Lali tienen una mezcla de sentimientos importante: se siente sola y esta aterrorizada por lo que le pueda pasar, pero cuando está junto a Peter se siente acompañada, protegida... a salvo. Y obviamente, deseosa por el al igual que el por ella.
ResponderEliminarEsperando el cap de mañana.... Se te echa de menos amigaaa
otro ,otro
ResponderEliminarMe encanto el capítulo!! lali quedo impresionada con la masculinidad de Peter jajaja! Espero el proximo!!
ResponderEliminarMe encnataaa masss
ResponderEliminarQe geniaaal, maas :)))
ResponderEliminarArii
Jajajjaja,no podía sentir nada más k los atributos d Peter creciendo.
ResponderEliminarComo me reí con los niños .D nuevo no me lo esperaba ,y eso k sabíamos k habían estado preparando la calabaza.