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Porque estaba claro que Daniela Rinaldi era una
dama. Una dama con todas las letras; muy bien educada y hermosa. Y los encantos
de Peter no iban a lograr convencerla de que se acostara con él, sencillamente
porque no los tenía. No era un hombre de palabras bonitas ni movimientos
suaves.
Aunque tal vez lo lograra si le arreglaba las
tuberías...
Capítulo 17:
Mientras Juan Pedro Lanzani trabajaba en silencio,
Lali fregaba todo aquel desastre.
En más de una ocasión tuvo que rodear las largas
piernas de él, que estaba tendido en el suelo. «Bonitas
piernas, —pensó—. Muy, muy bonitas». Aunque después se sintió avergonzada por comerse
con los ojos las piernas del tipo que la estaba ayudando. Claro que eran
perfectamente comestibles.
Lali se detuvo un segundo para examinarle bien las
piernas.
Eran largas y musculosas, de muslos bastante
fuertes. Los pantalones ajustados que tenía puestos le marcaban las líneas de
los músculos del muslo, que se hinchaban y agrandaban con cada uno de sus
movimientos de una manera que Lali encontraba verdaderamente fascinante. No
podía quitar los ojos de esos músculos; nunca había visto la fuerza masculina
tan de cerca. Tuvo que clavarse las uñas en la palma de la mano para evitar
acercarse a tocar toda esa fuerza masculina. Sólo un segundo. Para ver cómo
era.
Lali siempre había escogido a sus peor es nada en base a su conversación y
encanto. Y, cómo no, tenían que ser buenos lectores y amantes de las películas
antiguas; además de llevarse bien con Federico, algo que no era fácil pues el
gato era muy belicoso en cuanto a sus amigos.
La verdad era que los músculos de los muslos nunca
habían formado parte de la ecuación.
Nunca se le habría ocurrido que pudiera excitarse
sólo con observar la mitad inferior de un hombre de la forma en que a los
hombres se calentaban con la superior de las mujeres. Ella no era así;
normalmente tenía muy en cuenta las conversaciones y el encanto de las
personas. Le horrorizaba sentirse atraída por los atributos físicos de un
hombre. El estrés y el miedo la habían convertido en ese... ese hombre de pueblo.
Estaba completamente segura de que el hombre que le
estaba arreglando las tuberías en aquellos momentos no tenía encanto ni era buen
conversador pero, al parecer, allí los músculos de los muslos eran mejores que
el encanto, a juzgar por las oleadas de intenso placer que le recorrían la
piel.
El miedo y el estrés la estaban volviendo loca. Era
la única explicación posible.
Peter se pegó más contra la pared, sin dejar de
mover la llave inglesa y, al girarse medio segundo, Lali vio perfectamente bien
que Juan Pedro Lanzani tenía otra cosa enorme, aparte de los muslos.
O aquel tipo tenía una erección gigantesca, o estaba
en el Libro de los Records Guiness. La
temperatura interior de Lali se convirtió en un fuego abrasador que minaba la
fuerza de sus músculos.
Ay, Dios. ¿Qué le estaba pasando? Le temblaban las
piernas y no podía alejar los ojos de los pantalones de Juan Pedro Lanzani, viejos
y desgastados por la parte de delante y en la zona de la ingle, donde se
estiraban por el contacto con los músculos de sus muslos y la...
«Esto
no está bien».
Antes de que las rodillas le flaquearan, Lali se fue
a la cocina a frotarse las muñecas con hielo, ya que no tenía agua. Empezó a
calmarse. Cuando por fin logró controlarse, volvió a donde Peter estaba
trabajando.
Por fin salió de la pared y con un gigantesco «¡boom!»,
el subidón volvió. Al igual que en el colegio, cuando le dio con la calabaza en
la cabeza, Peter se levantó con un único y ágil movimiento. Bajó la vista para
mirarla. Su rostro, oscuro y duro, era completamente inexpresivo. Levantó las
manos, llenas de grasa, y vio con angustia que se había hecho una herida; dos
de los nudillos estaban cubiertos de sangre.
—¿Puedo lavarme las manos? —tenía una voz profunda y
ronca, como si no hablara normalmente.
—Claro. Muchísimas gracias. —La casa empezaba a
entrar en calor y Lali se sintió enormemente agradecida. De acuerdo, no hablaba
demasiado y no podía dejar de pensar
en sus muslos, y en lo que había entre ellos... pero le había arreglado la
calefacción y le estaba eternamente
agradecida—. El baño es la segunda puerta a la derecha. Hay toallas limpias.
Asintió con la cabeza y se giró. En un acto de
autocontrol que consideró heroico, Lali no le miró el trasero. Ya tenía
suficiente distracción con su parte delantera, así que volvió a la cocina.
Le haría una taza de té... no, a lo mejor le
prefería el café. Estaba llenando la cafetera cuando escuchó que tocaban la
puerta.
Su casa comenzaba a parecer la sala de reuniones. En
el mes que tenía viviendo ahí nadie había ido a verla. Pero aquella noche
parecía un circo: primero el perro, luego Lanzani y ahora alguien más.
Lali abrió la puerta y su peor pesadilla apareció de
la oscuridad
Una pistola. Y le apuntaba directamente a la cabeza.
No!!! pobre lali!! Más!!
ResponderEliminarAl fin me puse al dia con tu nove
ResponderEliminarPobre laliiii
Wachi quiero a un peter arreglando mis cañerias tmb
Maaaass
WTF?? y ese? quién era????
ResponderEliminarQuiero más!
Lore
que risa todos los pensamientos de lali jajajajaj, no nos puedes dejar asi! mas noveee
ResponderEliminarAy no gana para sustos,justo cuando se ponia bueno!
ResponderEliminarJajajaja,como huye la cobarde a la cocina,y luego no se permite verle el trasero.
ResponderEliminarEl d la pistolita se v a llevar un buen susto ,seguro k no espera k ella este con alguien,y ese alguien la va a proteger.
En serio la encontro? al menos esta acompañada por PEter
ResponderEliminarque y lo dejas ahi,pero tranquilidad peter esta ahi
ResponderEliminarY si es algun alumno disfrazado por halloween?
ResponderEliminarVOTEEN A LALI EN http://famavision.com/Famavision-de-oro-Cantante-femenina.html XFAVOOOR! VA GANANDO LA TARADA DE VIOLETTA!
ResponderEliminarhttp://t.co/IHqRx5peM9
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