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—¿Por Peter? —Los ojos verdes de Euge se agrandaron—. Pero si Peter es el
hombre más simpático del mundo. Lo conozco de toda la vida y no mataría a una
mosca. —Se quedó pensando unos minutos—. Bueno, al menos a nadie de por acá y
menos aún a una mujer. Ni siquiera
cuando Melissa... —Euge se interrumpió y levantó la mirada, sonriendo—: Hola,
Peter —dijo.
Capítulo 23:
Lali
giró la cabeza de golpe para encontrarse con que, efectivamente, ahí estaba
Juan Pedro Lanzani, alto y grande como la vida misma. Seguía vestido de negro,
y seguía pareciendo tan oscuro y amenazador. ¿Hace cuánto tiempo que estaba
ahí? Esperaba que no creyera que había ido preguntando por él, tratando de
recabar más información.
—Euge
—dijo, y luego asintió hacia Lali—: Lali.
Lali
se llevó una mano al estómago; la voz de Juan Pedro Lanzani era tan profunda
que parecía resonar en su diafragma.
O
eso, o iba a devolver el café.
Peter
alargó la mano y apretó con suavidad el hombro de Euge.
—¿Cómo
estás, Euge? —Lali se sorprendió de lo amable que parecía su voz—. ¿Qué tal va
la cafetería? —Peter se sentó junto a Lali, que se escabulló y se puso junto a
la ventana. La amplia espalda del hombre ocupada dos tercios del asiento.
Los
ojos de Euge brillaron por las lágrimas.
—No
lo sé, Peter. Es complicado. —Se levantó para llevarle una taza y le sirvió un
poco de café, frotándose los ojos clandestinamente. Lali vio que la taza de
Peter también estaba rota, sólo que la de él lo estaba a la derecha del asa y
la suya a la izquierda. «Awwnnn, qué tierno, —pensó—, nuestras tazas combinan».
Euge
volvió a sentarse y soltó un suspiro.
—Me
pregunto si estoy haciendo lo correcto. —Movió una mano por la cafetería,
rodeando las deterioradas paredes y el mostrador. Aparte de ellos tres, no
había nadie más en la cafetería—. Tal vez debería venderlo, aunque dudo que
alguien lo compre.
Peter
tomó un sorbo de café e hizo una mueca.
—Bueno,
al menos mantienes las tradiciones. Mecha hacía un café horrible y tú también.
Me alegra saber que hay cosas que no cambian; además, la compañía sigue siendo
buena... eso compensa lo del café. —Torció la boca en una sonrisa.
Lali
se quedó perpleja. ¿Juan Pedro Lanzani? ¿Haciendo bromas? ¿Y sonriendo? Y
además, pensó distraídamente, tenía una sonrisa encantadora. Menos mal que no
la mostraba con frecuencia. Le ablandaba los rasgos y lo hacía parecer mucho más
humano, mucho más cercano. A la luz del día vio que sus ojos no eran verdes
completamente, sino que tenían un marrón que los complementaba. Le sonrió a
ella también y Lali contuvo el aliento. «Oh-oh», pensó.
Peter
se giró hacia Euge y Lali pudo volver a respirar. Dentro. Fuera. Dentro. Fuera.
No era tan difícil cuando le agarrabas el truco.
—¿Cómo
está Matías? —preguntó.
Euge
miró por la ventana y se mordió el labio.
—No
tan bien, Peter —confesó—. No se centra en los estudios y le contesta de malas
maneras a papá constantemente. A mí también, pero no es lo mismo. Se pasa el
día en su cuarto, escuchando música y en la computadora. Está muy dolido.
—Dale
alguna responsabilidad.
—¿Qué?
—Giró la cabeza y lo miró fijamente.
Peter
rodeó la taza con las manos.
—Dale
un par de tareas aquí, en la cafetería. Págale si es necesario, pero mantenlo
ocupado y pídele algún consejo de vez en cuando. Involúcralo en lo que estás
haciendo.
—Ay,
Peter, ese es el problema —gimió Euge—. No sé qué estoy haciendo. ¿En qué
estaba pensando? Quiero decir que apenas era rentable cuando mamá vivía, y ya
sabes lo famosa que era mamá. La gente se pasaba a tomar una taza de café y a
comer un trozo de torta sólo para saludarla. Pero ahora ya nadie viene. Y no los
culpo; por favor, solo hay que mirar este lugar —Euge movió la mano y Lali y
Peter miraron a su alrededor obedientemente.
«No
me extraña que no haya un alma», pensó
Lali. Aunque fuera el único sitio en varios kilómetros en el que podías tomarte
una copa o algo de comer, tenías que estar muerto de hambre, o completamente
desesperado, para arriesgarte a comer algo ahí, debido al café que hacían.
Probablemente te iría mejor si te compras un chocolate y un par de manzanas en
el supermercado. Las paredes estaban sucias y la única decoración eran un par
de calendarios de años anteriores y un retrato familiar con una versión más
joven, feliz y delgada del oficial Prado, una adorable mujer de mediana edad y
con la sonrisa de Euge, una Euge adolescente y un chiquito desdentado y de cara
dulce.
En
el mostrador había un pie de manzana que se veía ya pasado, bajo un plato de
cristal salpicado de agua. La pizarra que había en la pared opuesta anunciaba
hamburguesas y un menú especial barra libre. Lali se estremeció sólo con
pensarlo.
La
cafetería entera pedía a gritos un decorador de interiores, aunque tampoco le
sorprendía. Fiambalá entero pedía a gritos un decorador de exteriores.
Había
que hacer algo al respecto. Así que Lali hizo lo que cualquier mujer madura y
compasiva habría hecho en su lugar: se encorvó y miró a su alrededor con gesto disimulado.
—Ah,
no lo sé —cacareó con su mejor imitación de Igor—. No está tan mal. Un poco de
pintura, unos cuantos cojines... —Volvió a cacarear y esperó a que se rieran,
pero no obtuvo más que un largo y embarazoso silencio.
Euge
la miraba como sí se hubiera vuelto completamente loca. Peter la miraba con la
misma seriedad de siempre.
—Eso
es de El joven Frankestein, ¿no?
—preguntó por fin y miró a Euge—: Eres demasiado joven para acordarte. Es una
película antigua. De hecho —volvió a girarse hacia Lali con gesto de
perplejidad—: eres demasiado joven para acordarte.
—No
—respondió, estirándose con un suspiro—. Por regla general sólo veo películas
que tengan por lo menos veinte años. Me ahorra un montón de problemas. Si
después de veinte años se sigue considerando buena, es que es verdaderamente
buena. Aunque la vestimenta y los peinados suelen ser un poco raros, y te encuentras
con gente hablando por celulares del tamaño de un ladrillo.
Peter
se había quedado mirando la taza, y ella hizo lo mismo, confiando en encontrar
ahí la respuesta a los problemas de Euge. Pero en la taza no había más que un
líquido turbio y dañino. Clavó los ojos en el fondo de la taza y, de pronto, se
le ocurrió.
Continuará…
Euge es la amiga q necesita lali,socias en la desgracia y Peter el salvador de ambas!
ResponderEliminarmas novee
ResponderEliminarmassss
ResponderEliminarMás!!!
ResponderEliminarYa las veo como socias!!! y un socio quizás
ResponderEliminarQuiero más!
ResponderEliminarLore
pobre euge
ResponderEliminarque se le habra ocurrido a lali??
beso
Pobre Euge!!!! pero parece que llegaron Lali y Peter para ayudarla!!!!
ResponderEliminarEspero el proximo!!!