Capítulo 82

Hola!!!!! ¿Cómo les va, muchachas? Espero que su día haya estado bien, productivo o al menos con algo bueno que pueda quedarles al final del día! Gracias por sus comentarios!!!!!!!!!! Besos y mañana nos leemos!

Espero que todas hayan leído ¡Ni que fuera verdad! De Inma en http://mirincon-inma.blogspot.com/ porque la verdad está IMPERDIBLE y no se puede parar de leer!!!! GENIAL GENIAL! Así que si todavía no leyeron, ¿qué esperan? Se están perdiendo una GRAN nove ;) RECOMENDADÍSIMA!!!!!

Twitter: @Caparatodos

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—¿Puedo pasar? —preguntó con sonrisa cálida y encantadora.

—No, tengo que hacer una llamada.

Capítulo 82:

—Puedo esperar —aseguró Melisa y Peter se acordó de una frase que había dicho Lali: «Nos conoces, te amamos y después nos dejas». Melisa sonrió ofreciéndole el corazón en los ojos y Peter pensó: «¡Mierda!».

—Lo siento, alguien me explicó lo que te había hecho —se disculpó meneando la cabeza—. No tenía intención de hacerte daño, no deseo hacérselo a nadie, pero tampoco he querido casarme contigo nunca.

—No pasa nada, puedo esperar —repitió Melisa tras respirar profundamente y asentir con la cabeza.

—Hay otra persona —le informó con tanta suavidad como pudo—. Lo siento pero estoy enamorado de ella.

—No, tú me amas a mí —respondió estremeciéndose.

—Eso nunca lo dije, y lo sabes.

—Sí, pero lo haces —insistió apretando la botella con fuerza—. No te das cuenta, pero lo haces. Somos perfectos el uno para el otro —Peter cerró los ojos para no ver lo desesperada que estaba—. Es Lali. Lo sé. Es simpática, pero no es como yo.

—Lo sé, ése es el problema. Lo siento Melisa —repitió al ver que se le contraía la cara.

Le cerró la puerta en las narices y se apoyó contra ella un momento, intentando no pensar en el daño que le había hecho a ella y sin querer pensar en nadie más.

Excepto en Lali.

«Soluciónalo», se dijo antes de sentarse para intentar averiguar la forma de hacerlo.

Más o menos al mismo tiempo que Sonia le estaba leyendo la cartilla a Peter, Lali escuchó:

—Está buenísimo —dijo María tras comerse el último champiñón empapado en vino, sentada a la mesa en casa de Lali—. Dime otra vez por qué lo hacemos.

—Porque siempre comíamos pollo al vino los jueves —le repitió Lali mientras pinchaba un trozo sin mucho entusiasmo y Elvis merodeaba por allí esperando las sobras—. Estoy intentando enturbiar la asociación de ideas.

—Me parece muy práctico, pero estás triste, así que no lo conseguirás, amiga.

—¿Me pasas la mantequilla, por favor? —pidió Ana cogiendo otro trozo del pan de Emilio.

—¿Sabes algo de él? —preguntó Candela mientras le acercaba el plato de la mantequilla a Ana.

—Claro que no —dijo Lali reactivando su cólera para no pensar en cuánto había deseado recibir una llamada aquellos dos días—. Está molesto conmigo, ¿lo pueden creer? Molesto. ¿Acaso fui yo la que hizo la apuesta? No, así que...

—Por favor, otra vez no —le pidió María—. Llevas dos días quejándote. Reconócelo, tiene razón.

Lali soltó el tenedor y Ana dejó de esparcir mantequilla.

—No la tiene —respondió Lali—. Todo este lío se debe a que no la tiene, ¿y ahora te pones en mi contra? No basta con que Candela me engañara con la basura de los cuentos de hadas, sino que ahora tú...

—No es basura —protestó Candela—. Viviste un cuento de hadas. Encontraste un príncipe guapo que te quería. Funcionó.

—No funcionó —aseguró Lali dando un golpe en la mesa—. Tuvo un arranque de furia y se fue. Qué suerte la mía, conseguir un príncipe furioso. Que, por lo tanto, no era príncipe y, por eso, no me creo esa historia. No creo en cuentos de hadas, ¿está claro?

—Eso no importa —dijo Candela, moderada como siempre—. El cuento de hadas cree en ti.

—¡Dile algo! —le pidió Lali a María.

—Tiene razón —dijo ésta apoyando el codo en la mesa.

—¡Por el amor de Dios! Si no fuera mi casa, me iría —dijo Lali dejándose caer en la silla.

—Míralo desde este punto de vista —dijo María—. No hizo la apuesta. Intentó no salir contigo, pero tuvo que seguir viniendo porque estaba loco por ti y tú seguiste dándole besos para después rechazarlo. Tuvo paciencia, se ganó a tus padres, fue amable con tus amigos, te encontró la bola de nieve, te enseñó a cocinar, te consiguió un gato, ¡por Dios! Y después resulta que mientras él se deslomaba por ti, tú te estabas burlando de él.

—Eso no es verdad —protestó Lali, aunque su cólera había disminuido considerablemente.

—Es muy dulce —aseguró Ana quitándose un poco de mantequilla de los labios con la lengua.

—María tiene razón —intervino Candela—. Ya sabes lo mal que lo pasaron los tres en el colegio. Todos eran muy susceptibles a que la gente pensara que eran tontos. Metiste el dedo en la llaga delante de sus amigos, de Melisa y de Benjamín.

—¡Uf! —exclamó Lali débilmente. Intentó evocar la indignación que había sentido por la apuesta, pero tras dos días de desahogo, se había quedado sin fuerzas.

—Sé que necesitabas estar enojada para superar el dolor. Yo lo hago también, pero si quieres que vuelva, tendrás que sobreponerte. Porque si no hubiera habido apuesta...

—No la había. Le creo —confesó apenada.

—Entonces te lo ha dado todo y tú no le has dado nada a cambio.

—Eso es muy duro —dijo Candela a María.

—¿Por qué no le preguntaste por la apuesta? —comentó María.

—Lo hice.

—¿Le dijiste «Has hecho una apuesta con Benjamín a que te acostabas conmigo en menos de un mes»?

—No —contestó sin mirarla a los ojos—. Le pregunté si me estaba ocultando algo.

—¿Y qué contestó? —preguntó Candela.

—Me habló de cosas que no tenían que ver con la apuesta.

—Pues es gracioso —dijo María—. ¿Por qué no le preguntaste abiertamente?

Continuará…