Capítulo 4

Hola, hola!!!! ¿Qué tal las trató el día? Ojalá que todo bien y con ganas y pilas como para afrontar los días venideros de esta semana!!!! :D Gracias por ser mis lectoras y por su tiempo diario!!!! Las quiero y les mando un beso!!!! Hasta mañana y buen ombligo de semana ;) jajajaja

Rocío: Hola de nuevo!!!! :D qué lindo que estés por acá de nuevo, el poco tiempo… el mal general :S Pero qué se le hace?! No queda más que hacer malabares :P

Ruthy: Capítulo dedicado a ti por pervertida y buena amiga!!!! Gracias por la ayuda que me diste hoy!!!!! Te pasaste! :D

Chicas!!!!! Alguna me dejó este link de una encuesta, sé los dejo para que ayuden, si?! https://es.surveymonkey.com/s/SK3KRWC es al toque!

P.D.: Gracias a @who_u_love que me avisó que los links están deshabilitados… no sé que problema ha tenido dropbox, espero lo solucione pronto, pero de momentos, entonces, si quieren descargar las noves me avisan y se las mando (caparatodos@hotmail.com) o acá! 

Twitter: @Caparatodos

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Todavía quedaba mucha noche por delante, y no tenía ganas de volver al hotel. Podría ir a una de las mesas en las que estaban jugando cartas, o comer algo, o buscar compañía. O no. Estaba de lo más reticente y...

—Disculpe.

Capítulo 4:

Peter levantó la cabeza, pensando que sería una mesera que se había acercado a recoger y limpiar su mesa, pero en lugar de eso se encontró con la morocha que estaba con dos amigas en otra mesa, la que Agustín creía que era gimnasta. A juzgar por su estatura y la curvilínea figura enfundada en un vestido corto azul oscuro, no parecía una gimnasta. No estaba nada mal.

—Hola —la saludó—. ¿Puedo ayudarte en algo?

La morocha, de grandes ojos pardos, sonrió vergonzosa.

—Mira, me di cuenta de que estabas a punto de irte, y te estaría muy agradecida si me dejaras salir de aquí contigo, como si nos estuviéramos yendo juntos.

¡Ah, bueno! Peter parpadeó sorprendido.

—¿Solo «como si»? —indagó decepcionado.

Ella sonrió de nuevo y se pasó una mano por el pelo.

—Sí, bueno, es que mis... amigas vieron que me fijé en ti cuando llegaste y... en fin, no te imaginas lo pesadas que han estado todo el tiempo, así que les dije que me acercaría para ver si estabas interesado con tal de que me dejen tranquila.

De manera que se había fijado en él..., pensó Peter, permitiéndose recorrer su esbelta figura con la mirada. Sí, no estaba nada mal, aunque ella lo resondrara moviendo el dedo cuando volvió a mirarla a la cara.

—Ah... ah... ¡ni lo sueñes! —le advirtió—. Mira, eres muy guapo, sí… pero yo lo que quiero es salir de aquí.

Él sonrió divertido y al girar la cabeza vio que sus amigas estaban mirándolos.

—No son muy sutiles.

La morocha se encogió de hombros.

—No, por lo que sé de ellas no parece que la palabra «sutil» forme parte de su vocabulario.

Peter enarcó una ceja.

—¿Por lo que sabes de ellas? ¿Qué clase de amigas son?

—En realidad no somos amigas; hemos venido a Las Vegas como damas de honor para la boda de una prima mía. Pero el domingo por la mañana nuestras obligaciones de damas de honor habrán terminado y espero no tener más trato con ellas. Son las mejores amigas de mi prima; se conocen chiquitas.

Ajá...

—¿Y se están entrometiendo en tu vida amorosa porque...?

Ella arrugó la nariz y puso los ojos en blanco.

—¿Hay alguna posibilidad de que me ayudes a salir de aquí? —le preguntó impaciente.

Peter miró hacia atrás en su asiento, y le señaló el que Agustín había dejado vacío.

—Si quieres que resulte convincente deberías sentarte un rato y hablar conmigo; al menos diez minutos.

La mirada recelosa de ella le dijo que sospechaba que estaba pensando en algo más que en ayudarla a deshacerse de sus «amigas». Aunque no se parecía a las mujeres que solían interesarle, podría ser justo la clase de diversión que necesitaba. Además, parecía el tipo de chica que no estaba acostumbraba a coquetear con extraños, un reto, pensó, sintiéndose cada vez menos reticente.

—Vamos, solo diez minutos. Hablaremos, coquetearemos... Me puedes tocar el brazo una o dos veces para que se vea más realista. Y yo puedo ponerte un mechón por detrás de la oreja. Tus «amigas» se lo creerán. Y  luego  me  inclinaré  y  te  susurraré  al  oído  que  nos  vayamos  de  aquí.  Quizá  podría decírtelo en un tono que te haga sonrojarte como un tomate. Tú finges estar nerviosa y te muestras tímida, pero dejas que tome tu mano y nos vamos.

La expresión la morocha no tenía precio. Parecía que la había puesto nerviosa solo con detallarle el plan.

—Bueno, no sé... —balbució. Tragó saliva y bajó la mirada un instante a sus labios antes de que volviera a mirarlo a los ojos—. Suena convincente, supongo. Pero... ¿qué sacas tú con esto? Algo me dice que no eres solo un buen samaritano.

Peter esbozó una sonrisa lobuna.

—Lo que yo consigo son diez minutos para intentar convencerte de que me des veinte. Y después ya veremos.

Cuando ella sacudió ligeramente la cabeza, Peter se sintió aún más decidido a seducirla. En esos pocos minutos había estado fantaseando con cómo sería una sonrisa sensual de aquella petisa, y el que fuera a hacerlo sufrir para conseguir que le diera una oportunidad no lo hizo darse por vencido, sino todo lo contrario.

—Tal vez sea mejor que nos olvidemos de todo lo que te dije y vuelva a mi mesa —dijo ella—. No soy de las que tienen relaciones de una noche. Y aunque estuvieras buscando algo más tampoco estaría interesada.

El tono en que dijo eso último aumentó la curiosidad de Peter.

—¿Ah, no? ¿Y eso por qué?

Ella abrió la boca para responder, pero la cerró de inmediato.

—Perdona, pero es algo un poco... demasiado personal para una primera cita fingida que ni siquiera es una cita —añadió ella después de carraspear.

Peter sonrió y encogió un hombro.

—Bueno, ¿y por qué no hacemos que sea una cita, aunque sea fingida? Ya que estamos fingiendo, incluso podríamos tener una segunda y una tercera cita, que es cuando empieza lo bueno.

Los labios de ella se curvaron en una sonrisa antes de que comenzara a reír.

—En serio, ¿por qué no puedes responder a mi pregunta?

Ella sacudió la cabeza, y Peter vio que estaba a punto de levantarse. No podía dejar que se fuera así después de que se hubiera armado de valor para acercarse a su mesa.

—Espera, te acompañaré hasta la salida —le ofreció, pero ella volvió a sacudir la cabeza y sonrió.

—Gracias; me las ingeniaré para soportar las burlas de mis «amigas» hasta que se cansen y nos vayamos.

—Como quieras. Por cierto, ya es un poco tarde para presentarnos, pero me llamo Juan Pedro, Peter —dijo él tendiéndole la mano.

—Yo Mariana, aunque me dicen Lali —contestó ella estrechándosela.

Justo en ese momento algo de color fucsia apareció volando y cayó sobre las piernas de Peter. Soltó la mano de Lali y al levantar aquella cosa fucsia con las dos manos vio que era un polo. Lo que tenía escrito con letras mayúsculas lo hizo parpadear.

—Pero ¿qué...?

Unas cuantas mesas más allá se oyeron las voces de las otras dos damas de honor.

—Ahora no solo es curiosidad, es que necesito saberlo —le dijo a Lali mientras la miraba a los ojos.

Lali examinó su rostro en silencio, como si estuvieran pasando mil ideas por su mente, antes de claudicar con un suspiro.

—Está bien, Percy.

—Peter —la corrigió él.

Lali tragó saliva.

—Peter. Es verdad, perdóname. De acuerdo, ahí va...

Continuará…