Capítulo 55

Son GE NIA LES!!!! Me encanta que se enganchen cada vez más y estén al igual que Lali y Peter tratando de descubrir que fue lo que pasó y quien lo hizo! Hasta el momento Chari (jajjjajaa me tente con todas tus ideas en el capi anterior y el hasta tu ya puedes ser culpable! jajaja) y @Vagomi “descubrieron” un primer paso! Que era falsa ;) Bueno me dejo de chácharas! Y nos leemos en un rato no?!

Ahhh! Y si alguna puede o quiere mandarme fotos que cree puedan ir con la nove o los capis... son bienvenidas! :D Gracias!!! 

Twitter: @Caparatodos

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—¿He mencionado que eres muy rar…?

—¡Eh! —Mariana congeló la imagen de inmediato—. ¿Has visto eso?

Juan Pedro cambió el peso de pie.

Capítulo 55:

—¿El qué? Nada se ha movido.

—No, eso no. El tiempo —rebobinó la cinta y acto seguido la pasó a velocidad normal. A las siete y quince la cinta parpadeó y saltó a las siete y diecinueve. La imagen no cambió en ningún otro aspecto—. Cuatro minutos.

—Eso es lo que sucedió en el cuarto de vigilancia la noche del robo. —La miró—. ¿Es fácil de hacer?

Mariana se encogió de hombros.

—Si conoces el sistema, es muy fácil. Si estás seguro de que no se trata de nuestro amigo Iván —susurró, señalando—, entonces se hizo en algún punto entre aquí y allí, y de modo que no saltaran las alarmas.

—¿No se percataría Iván de que la pantalla estaba en blanco?

—La imagen de la cámara podría haber parecido normal, y que ésta no estuviera grabando. O la imagen podría estar congelada. —Se volvió sobre la silla—. Iván, ¿a qué hora hiciste tu descanso de la mañana?

El guardia se pasó una mano por la calva.

—Estuve en la cocina para tomar café a las siete y quince, pero sólo unos cinco minutos o así. Ya no suelo tomarme otro descanso hasta las nueve y media.

—Eres bastante consecuente, ¿verdad?

—Bueno, claro. Hans dice que me matará si intento hacerme mi propio café aquí, y la mayoría de las mañanas no me tiene lista la primera cafetera hasta después de las siete.

—Hans se muestra muy protector en lo referente a la reputación de su café —apuntó Juan Pedro con una leve sonrisa—. Una vez ganó un premio por eso.

—Es una pena que yo no lo tome.

Ella volvió a pasar la cinta a mayor velocidad pero nada se movió hasta después de las diez en punto, cuando los dos entraron en el garaje, de la mano y en bata. Juan Pedro vio como coqueteaban a cámara rápida, notando con una profunda oleada de satisfacción en el modo en que ella lo miraba disimuladamente cuando él no la veía. Castillo entró en escena cuando ambos se encontraban inclinados sobre la maletera y afortunadamente en el video no aparecía imagen alguna de la tablilla.

Lali detuvo la reproducción.

—Solo por si acaso, también deberíamos mirar la cinta del camino de entrada —dijo—. Tal vez el desconocido pasó por allí al entrar o al salir.

—Salvo que no crees que quien fuera haya estado entrando y saliendo —le recordó—. Han estado aquí todo el tiempo.

—Cada vez me parece más que es alguien que conoce la rutina de la casa y que tiene buenos conocimientos del sistema de seguridad.

—Lo que no entiendo es lo de la bomba —dijo Juan Pedro, tomándola de la mano cuando se levantó. Puede que aquello fuera tonto, pero sentía la necesidad de tocarla cada pocos minutos; de cerciorarse de que aún seguía allí, y de mostrar a quien pudiera estar observando, incluido él mismo, que ella le pertenecía… tanto si Lali se daba cuenta de aquello como si no.

—¿Podría desayunar algo? O ya sería una combinación de desayuno y almuerzo, supongo —preguntó con un tono de voz exageradamente suplicante mientras regresaban al pasillo—. Pienso mejor cuando tengo el estómago lleno.

—En mi terraza —convino.

—No, en mi terraza —respondió—. Desde allí puedo ver el camino de acceso.

No podía culparla por ser paranoica. Estaría muerta de no haber sido buena en su oficio.

—Pediré que nos preparen algo. Antes voy a pasar por el escritorio a ver si Gastón mandó el mail.

Ella asintió y se habría dirigido escaleras arriba si no fuera porque Peter la cogió de la muñeca y la hizo quedar cara a cara con él.

—¿Qué? —preguntó.

—Parece que no consigo saciarme de ti —murmuró, y una vez más le rozó la boca con la suya.

—Tú tampoco estás nada mal para ser un chico rico —respondió algo falta de aliento—. ¿Te importa si paso por tu cuarto a recoger mis cosas?

«Sus cosas… lo que incluía la tablilla falsa.»

—Mariana…

—Pase lo que pase, no quiero que encuentren esa cosa entre tus pertenencias—dijo en un tono de voz que sorprendió a Peter por su seriedad—. No haré nada con ella hasta que vengas.

Juan Pedro sabía que era mejor no luchar una batalla que no podría ganar.

—De acuerdo. Te veré en unos minutos.

Ella sonrió un poquito.

—No voy a irme a ninguna parte. Somos socios, ¿recuerdas?

Él sí que lo recordaba; sólo esperaba que ella también.

Peter había pasado por alto la principal complicación en todo aquel enredo, meditó Mariana mientras se dirigía a su habitación. Él mismo. Ella había hecho de su estilo de vida una excusa para no tener demasiadas citas, aunque debía reconocer que la mayoría de los hombres con los que se cruzaba parecían muy… aburridos. Dado que las actividades más excitantes de éstos era hacer pilates, no podían en forma alguna competir con el modo en que ella pasaba las noches. Peter Lanzani sí podía hacerlo, y sobradamente. Y él la hipnotizaba. Hacía menos de una semana que lo conocía y ya se sentía adicta. ¿Cómo lograría marcharse cuando todo terminara?

Continuará…